¿Quién no quisiera recorrer el mundo sin gastar dinero? ¿O gastando lo menos posible? La utopía habrá sido parte del pensamiento de más de uno en algún momento de la vida. Ahora, de ahí a poder llevarlo a la práctica hay un trecho que pocos se animan a atravesar.
The sharing bros (los hermanos de intercambio), tal como se
autodenominan, son tres amigos franceses que se conocen desde hace diez años y
decidieron emprender la aventura de viajar desde Canadá a Brasil poniendo en
práctica la economía colaborativa.
Se trata de una nueva forma de viajar, menos costosa y
basada en compartir o intercambiar bienes y servicios. Tiene, además, un plus
que la hace más atractiva: más allá de ahorrar dinero en tiempos difíciles,
prima la ilusión de volverse un auténtico viajero, ese que le escapa al turismo
de masas y se vuelve conocedor de los lugares y las personas en cada destino.
En su
paso por Buenos Aires, Infobae
quiso saber más sobre lo que motivó la aventura de Iván, Rodolphe y Mathieu y cómo funciona este tipo de turismo, que
cada vez suma más adeptos alrededor del mundo.
-¿Cómo surgió la iniciativa de cruzar el continente
americano usando sólo la economía colaborativa?
Todo
comenzó en septiembre pasado. Iván y "Roro" (Rodolphe) estaban en
pleno "couchsurfing" (intercambiando
hospedaje; así también se denomina la red
social de viajeros que promueve esta forma de viajar y permite conocer
nuevos destinos a bajo costo) en Chile y Uganda, mientras que Mathieu había
alquilado un alojamiento en Ámsterdam con Airbnb (una comunidad de viajeros que conecta a
personas que tienen espacios disponibles con otras que buscan un lugar en el
que hospedarse). ¡Ahí fue cuando todo esto nos movilizó! Era todo tan
maravillosamente extraño: tan auténtico, tan acogedor, mientras que tan lejos
de casa.
¡Nos
gustó! Nos gustó tanto que decidimos profundizar un poco más. Unos cuantos
encuentros, lecturas y conferencias más, y descubrimos que se trataba de un movimiento mucho mayor: la economía
colaborativa.
Nos llamó
la atención la gran energía a través del espacio de colaboración, quedamos
deslumbrados por todas estas nuevas ideas y formas alternativas de hacer las
cosas, pero una cosa en particular nos llamó la atención: las personas detrás
de la economía.
Para
nosotros, la economía colaborativa era Sacdrac (la chilena), Conrad (ugandesa)
y Sterre (holandesa) –aquellas que nos habían dado la bienvenida a los extraños
en sus hogares–.
Empezamos
preguntando sobre las historias detrás de los actores que generan el espacio de
colaboración: ¿Quiénes son ellos? ¿Son idealistas? ¿Una campaña socialista?
¿Pragmáticos? ¿Inconformistas? ¿Un poco más tacaños que los demás? ¿Qué los
impulsa? ¿Quién y qué alimenta todo el compartir?
Decidimos
ir a su encuentro. Escuchar sus historias. Y descubrir los rostros detrás de la economía colaborativa.
-¿Lo habían hecho ya en su país de origen o
recorriendo distancias más cortas?
No, es la
primera vez que viajamos sólo con la economía colaborativa. Ya habíamos
utilizado el auto compartido o plataformas para alojarse, pero sólo era una
parte del viaje.
¿Cuántos kilómetros recorrieron con este método?
¿Cuánto dinero gastaron? ¿Tienen idea de cuánto habrían gastado en el mismo
viaje sin recurrir a la economía colaborativa?
De
Vancouver hasta Buenos Aires recorrimos 15.000 kilómetros. Sólo viajamos a dedo o con plataformas de
auto compartido. Pero la verdad, desde que cruzamos la frontera entre
los Estados Unidos y México no pudimos volver a utilizarlas, no existen.
Así que
desde allí sólo viajamos a dedo, que es gratis y permite conocer gente, pero
que exige mucha más flexibilidad porque nunca se puede saber dónde vas a estar
el día siguiente.
Pero, por
ejemplo en la Argentina, utilizamos una plataforma de auto compartido que se
llama Tripda para ir de Mendoza hasta Buenos Aires. Nos costó 400 pesos cada uno y con un bus nos
hubiera costado 800 pesos. ¡Salvamos mucha plata! Lo mismo en casi todo
el viaje, si hubiéramos viajado sin la economía colaborativa, ¡¡el costo sería
más del doble!!
-¿Dónde se alojaron? ¿También usaron economía
colaborativa para hospedarse?
Sólo nos
alojamos en casas de particulares o utilizando plataformas de la economía colaborativa como Airbnb,
Couchsurfing, Nightswapping o Homestay. En
seis meses nunca dormimos en un hotel. A veces puede ser un poco
difícil, sobre todo cuando no hay plataformas, pero es una manera única de
conocer gente del lugar y de crear un vínculo fuerte con ellos. Teníamos que
ser flexibles, pues nos tocó por ejemplo dormir en la calle en San Francisco,
al lado de la autopista en México, o en la estación de bus de Mendoza.
-¿Vuelven a su país con la misma modalidad?
Somos de
Francia. Nuestra última etapa será en Río de Janeiro y desde ahí volvemos en
avión hasta París. Todavía no existen
plataformas colaborativas para cruzar el océano Atlántico.
-¿Cuál es el próximo destino?
Nuestro
próximo destino es Uruguay y después Brasil, donde hay muchas iniciativas
colaborativas. Vamos a Porto Alegre, Sao Paulo y Río de Janeiro.
-¿Creen que el hecho de viajar de este modo les
modificó el itinerario o tiempos del viaje?
No
modificó tanto el itinerario porque el nuestro era bastante exacto. Sabíamos
que teníamos que ir por las grandes ciudades porque es donde están los
emprendedores, y como hacemos entrevistas de emprendedores para nuestros
videos, teníamos que pasar por las ciudades.
Pero
claro que hay que ser muy flexible.
Sí sabíamos más o menos cuándo teníamos que estar en tal lugar, pero no cómo
íbamos a llegar hasta allí. Por ejemplo, en Colombia para ir de Turbo hasta
Medellín nos tomó 10 horas hacer 100 kilómetros, ¡fue una real aventura!
Modificó
también el tiempo total. En principio teníamos que volver a Francia a comienzos
de enero, pero nos dimos cuenta de que era imposible, así que ampliamos el viaje un mes.
Y sobre
todo, no sólo cruzamos el continente americano únicamente con la economía
colaborativa, sino que también cada tres semanas publicamos videos sobre
nuestras aventuras (ellos investigan sobre este tipo de turismo y comparten
sus experiencias en su web y blog). Editar los videos y trabajar
sobre la comunicación del proyecto nos lleva diez días cada vez.
-¿Qué experiencia valoran o rescatan como anécdota
positiva de haber viajado de este modo?
Lo mejor
de todo fueron los cientos de personas que encontramos gracias a este proyecto.
Así, por ejemplo, hicimos couchsurfing
en la casa del fundador de Couchsurfing en San Francisco. Otra
experiencia, muy diferente, fue en Chile, donde después de haber esperado un
auto cinco horas haciendo dedo, Jorge paró y nos llevó en su camión. Era tan
simpático que nos ofreció conducir más tiempo del que tenía previsto para ir
hasta la ciudad donde teníamos que llegar.
-¿Les tocó vivir alguna situación incómoda? ¿Hay
algún aspecto de la economía colaborativa que no recomienden?
Nos tocó
vivir algunas situaciones incómodas porque dependemos de la gente que nos lleva en su auto, así que es muy difícil
saber dónde vamos a estar la noche siguiente, pues no podemos prever el
lugar donde vamos a dormir. Y como nunca dormimos en hoteles, nos tocó algunas
veces dormir en la calle, en terminales de buses o al lado de autopistas. Si
bien puede ser un poco difícil en el momento, siempre son muy buenos recuerdos.
No hay aspectos que no recomendamos de esta experiencia, pero sí hay que saber que se trata de plataformas o prácticas que necesitan flexibilidad y un poco de paciencia para encontrar a la gente y para crear confianza entre las personas. Pero vale mil veces la pena porque siempre los encuentros son muy fuertes. (infobae.com)