Su cuerpo murió congelado en la Cordillera de los Andes, pero su espíritu se encendió en todas las cumbres del mundo. Hasta el último día de su vida, Malli Mastan Babu fue ejemplo de su propio lema: “vivir sin miedo, con pasión y con un propósito”. Así es que llegó a la cima del cerro Tres Cruces, con 6.748 metros de altura, pero una intensa nevada lo sorprendió mientras descendía y cuando logró llegar a su carpa, a los 5.950 metros, y cubrirse con su bolsa de dormir, la montaña quiso quedarse con él.
Pasaron 20 días, lejos del silencio de las cumbres y
del sonido del cielo, el montañista tucumano Hernán Parajón recuerda cada
detalle de aquellos siete días (desde el 24 de marzo cuando desaparece y el 2
de abril cuando su cuerpo es hallado) que estuvo al frente del operativo de
búsqueda y rescate de su amigo indio, a quien lo llamaba por su nombre “Mastan”. “La nieve tapó su carpa y por eso sufrió una
hipotermia con un consecuente paro cardiorespiratorio. Estimo que estuvo
expuesto a entre 24 y 30 grados bajo cero con un viento de entre 60 y 80
kilómetros por hora”, precisa. Mallí,
ese muchacho que venía de un pueblo del sur de India, sencillo, humilde, y de 40 años, ya tenía un
récord Guinness por haber llegado a las 7 cumbres más altas del mundo en solo
172 días.
“Yo conocía el cerro Tres Cruces porque había
participado de la búsqueda de otro amigo, el catamarqueño Ricardo Córdoba, pero
nunca encontramos su cuerpo. Por eso, conociendo
ese terreno y la capacidad de Malli, cuando él no desciende a las 48 horas de
haber subido el 22 de marzo –como estaba previsto- doy la voz de alerta a la
familia en India. Era la segunda vez que subía esa montaña, en la primera no
pudo hacer cumbre. Esta vez si lo hizo (vimos las fotos de su cámara) y así completó
las 10 más altas de América convirtiéndose en el primer sudasiático en lograr
ese récord”, acota Parajón todavía con su rostro apesadumbrado.
“El mal tiempo fue determinante, si no se hubiese
anticipado el pronóstico ahora Malli estaría con nosotros. En la Cordillera es
suficiente una hora para que se produzca un cambio vertiginoso en el clima. No
fue el único que sufrió las inclemencias del clima, también fue rescatada otra
expedición con diez mendocinos, en la zona del Piscis y una montañista inglesa
en Ojos del Salado”, lamenta.
No era la primera vez que Malli venía a Argentina, había
llegado a mediados de diciembre del año pasado –recuerda con precisión Parajón-
y en dos meses y medio hizo seis cumbres, con un promedio de 6.700 metros de
altura, y entre dos y tres días.: Aconcagua (Mendoza), Mercedario (San Juan),
Bonete Chico (La Rioja), Llullaillaco (Salta), Walther Penk (Catamarca) y en su
despedida. Tres Cruces (Catamarca, frontera entre Chile y Argentina).
“Le gustaba mucho Argentina –agrega-, decía que
había hecho muy buenos amigos aquí. En cada provincia se encontraba con gente
que lo recibía. Nos tratábamos como hermanos, y esa misma relación quedó con su
familia, su hermana vino a Tucumán a buscar el cuerpo junto a representantes de
la Embajada de India en Chile. La hermana es igual a él, muy tranquila y
espiritual. Me decía que no había que sentir pena sino paz, que estaba
tranquila porque estaba segura que su hermano estaba en el Reino de los
Cielos”.
¿Qué es lo
que más admirabas de Malli?
“Su humildad. El era una persona muy transparente,
se hacía querer fácilmente, era muy fuerte físicamente y con mucha habilidad
para manejarse en el terreno de las montañas. Siempre hablaba de la pasión y el
espíritu, hacia yoga y meditación. El yoga le dio la fortaleza mental y el
poder de concentración. Eso lo ayudaba mucho porque en el andinismo la mente es
determinante a la hora de los resultados. Decía que había que ser muy fuerte
para sobreponerse a lo agreste de una montaña. El era una persona muy
espiritual, si bien no era un practicante ortodoxo decía que el budismo era su
religión”,
Parajón preside desde 2013 de la Fundación Cumbres
Andinas y es montañista desde hace 11 años. Desde que Malli partió tiene un
anhelo –que comparte con los demás montañistas que lo conocieron, aclara-:
“Esperamos que desde la misma manera que él se inspiró, él sea fuente de
inspiración para las nuevas generaciones y que desde India salgan montañistas
con su mima capacidad”.
“It will take ages for us to produce another Malli”,
dice su familia a través de las redes sociales, desde Proddatur, al sur de
India.
Malli era estudiante de la secundaria cuando se
inspiró en el montañismo después de que seis personas murieran en el Monte Everest
(el más alto del mundo con 8.848 metros de altura).“Luego se recibió de ingeniero, tenia postgrado en
ingeniería y en administración de empresas; durante mitad del año daba charlas
en escuelas de negocios en EE.UU y en últimamente lo hizo en Emiratos Arabes.
El resto del año hacía proyectos de montaña. Le gustaba mucho estar con los
chicos y enseñar la superación”, cuenta
Parajón.
“La fortaleza que hay que tener para enfrentar la
soledad en terrenos inhóspitos es
fundamental, por más condición física que se tenga si no se tiene la cabeza
para eso es difícil hacerlo. Uno no supera a la montaña sino los propios miedos
e incompetencias. Uno no supera a la montaña, sino a uno mismo, a la montaña no
la superamos nunca, se la respeta. La montaña no lee currículum, con un error o
mala suerte por las condiciones climáticas, se puede perder la vida”, advierte.
Antes de finalizar la charla, dice que su próximo
encuentro consigo mismo será en enero. ¿En qué montaña? En el cerro Tres
Cruces, la montaña que se llevó a sus dos amigos, Ricardo y Malli.
Por Patricia Aguirre