Sin embargo, sería interesante interrogarnos acerca de la sexualidad en el día de hoy. Si los encuentros en la vida y las relaciones sexuales aún hoy nos provocan nuevos síntomas y nuevas angustias.
Sigmund
Freud, el padre del psicoanálisis, escribió en 1930 El malestar en la cultura, donde habla de la sexualidad en relación
con la cultura de la época en que le toca vivir al sujeto. Cómo una persona
intenta realizar sus deseos dentro de los límites que le imponen las normas,
creencias y costumbres de cada sociedad.
Años
después, el psicoanalista francés Jacques Lacan habla del discurso capitalista
como responsable del malestar en la civilización actual, donde hay un
imperativo: ¡Goza! Es decir, una modalidad de goce sin corte. Una plusvalía de
goce que no admite límite y una tendencia al rechazo de lo imposible. La
sociedad capitalista nos propone vivir en un mundo donde todo se puede.
"Nothing is imposible", propone una publicidad de Adidas.
En el
discurso capitalista observamos una
preponderancia de goce sin deseo, donde el objeto de deseo es
reemplazado por objetos de consumo. Es decir, la adrenalina de adquirir bienes
y la adhesión a una forma de felicidad acorde con valores expuestos en las
campañas publicitarias. Adquirir el nuevo iPhone o tener determinada marca de
auto equivale a lograr éxito, belleza y relaciones amorosas. En cambio, no tenerlo
genera un sentimiento de inferioridad frente al que lo obtuvo. Ante lo efímero
del placer de adquirir bienes, el alcohol o las drogas aparecen como una vía
alternativa para el goce constante.
En la lista
de objetos de consumo aparece también el mandato de aspirar a un ideal de
belleza estandarizado. Nos encontramos a diario con la exaltación de rostros y
cuerpos que son empujados hacia un modelo sin fisuras, donde -a cualquier
costo- los rasgos genuinos pueden ser modificados "a la carta" a través
de cirugías, implantes y fármacos.
Se trata de
una sociedad que tiende a lo "single", al individualismo, donde cada
uno está encerrado en su narcisismo evitando el lazo con el otro. Una cultura
donde prevalece la inmediatez, y donde el éxito social y económico a corto
plazo se ubica en la cúspide de la escala de valores.
Desde aquella
época victoriana cargada de prohibiciones sexuales que Freud tuvo que vivir, se
produjeron importantes cambios, sobre todo en la condición femenina. Del libro Lo que Lacan decía de las mujeres, de la
psicoanalista Colette Soler, me resultó interesante lo que ella llama efecto
"unisexo", que incluye vestimenta, perfumes y hasta los mismos
cuerpos logrados en gimnasio con químicos, en el que se tapa la diferencia
sexual. También como cambio señala la autora que la mujer fatal de la época
dorada de Hollywood ha sido reemplazada por las top models, de mirada vacía.
¿Cómo no
interrogarse sobre el nuevo lugar de las mujeres -se pregunta el sociólogo
Gilles Lipovetsky- cuando en medio siglo se han introducido más cambios en la
condición femenina que en todos los milenios anteriores? Las mujeres antes eran
esclavas de la procreación. Actualmente pueden decidir cuándo quieren que un
hombre sea sólo progenitor, cuándo quieren que de progenitor pase a padre,
cuándo quieren que pase a formar parte de la familia.
La cultura
fue produciendo transformaciones que determinaron nuevos roles para hombres y
mujeres. Antes era impensable que un varón hiciera tareas domésticas como
cambiar pañales o cocinar, o que la mujer fuera el sostén económico de la
familia. Pero lo que no se modifica es aquello que por estructura determina la
posición viril y la posición femenina en el psiquismo, independiente de la
anatomía.
El discurso
capitalista rechaza “las cosas del amor”, sin anudar sexo y amor, y deja al sujeto frente a lo real del sexo,
desprovisto de soportes simbólicos e imaginarios. Por ejemplo, se va imponiendo
como única opción la relación fugaz, el “touch and go” (toco y me voy), donde
casi no existe el diálogo y, en muchos casos, no se conoce a ciencia cierta
quién es el partenaire. A veces ni siquiera se llega a saber su nombre.
En estos
tiempos de globalización y de hipercomunicación mediática, donde se exhiben las
intimidades también como producto de consumo, el psicoanálisis apuesta a poner
el velo donde el Otro social empuja a mostrarlo todo. El método psicoanalítico
trabaja desde la singularidad del caso por caso y desde el concepto de que
no-todo-se-puede, que favorecería el lazo de deseo y amor
en el sexo… aún en una época donde las relaciones descartables y el consumo
compulsivo tienden a la búsqueda del placer inmediato.
Elsa Elvira del Sanzio - Ex docente de
la UNT - Miembro del Grupo de Psicoanálisis de Tucumán