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Lamadrid: “no tengo trabajo, perdí todo y cocino todos los días para mis vecinos”

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María perdió todo en las últimas inundaciones en la Lamadrid. Junto a su compañera Patricia son las encargadas de cocinar a diario para más de 200 personas del pueblo.
Un equipo de Primerafuente visitó la única carpa que queda en pie, de las más de 100 que hubo durante la inundación del pasado 1 de abril, al costado de la ruta 157 en uno de los accesos al poblado. 

El gacebo blanco, que pertenece a CARITAS,  cumple la función de depósito de mercadería e insumos de limpieza y  de resguardado de las  cocineras que desde temprano comienzan sus  quehaceres en una improvisa cocina que esta ubicada a unos metros del lugar. Además en este lugar reciben donaciones como ropa y agua mineral que luego son distribuidos por la institución religiosa.

“Temprano empezamos con los trabajos, tomamos unos matecitos primero para sumar energía y luego definimos el menú del día. Hoy haremos un guiso de arroz con pollo bien jugoso. No tengo trabajo, perdí todo, pero cocino todos los días para 200 personas”, cuenta orgullosa y con lágrimas en los ojos, María, quien trabajaba, antes de la inundación, como cocinera en una rotisería familiar en el poblado. 

Hace más de  25 días que María junto a su compañera Patricia que es enfermera  ayudan ad honoren con todo lo que pueden para tratar de mitigar las necesidades que son muchas en la comunidad.

“Soy enfermera y vivo hace muchos años aquí. Me vine con mi esposo soy oriunda de San Miguel de Tucumán y obvio que como todos los vecinos perdimos lo poco que teníamos por el agua. Pero aquí al menos siento que sirvo para algo, además de ayudar en la cocina también saco de apuro alguna persona que necesita ponerse una inyección o alguna curación superficial. En este lugar me siento útil, si me quedo en casa es solamente para angustiarme”, relata Patricia. 

Cerca del lugar sobre la banquina, a unos 300 metros aproximadamente, trabajan arduamente dos tapadoras intentando sacar el barro de la entrada de varias viviendas de la zona. Un fuerte olor rancio se percibe mientras las palas de las maquinas se entierran  y depositan al costado de la ruta una masa negra de unos 3 metros de altura. 

Sobre las calles del pueblo se observa el colchón de barro que dejó el descomunal desborde del río Marapa. En las veredas reposan cocinas, electrodomésticos, heladeras, colchones, camas, armarios, roperos, etc.; una postal que muestra lo que el agua destruyó en pocas horas. Pese a la difícil situación  los madrileños intentan volver a la vida normal, los chicos retornaron a clases y  algunos kioscos abrieron sus puertas y venden pan y algunos insumos.

“Será difícil volver a la normalidad en el pueblo, van a pasar varios meses. Es triste ver como muchas familias que tenían sus negocios funcionando, hoy no tienen ganas de volver a empezar. Aquí se necesita mucha ayuda, pero ayuda de verdad del gobierno. Fíjese como  cortan la ruta  para que  los gobernantes escuchen el reclamo, esto es una vergüenza. Yo no me quiero ir de mi pueblo, amo este lugar, por eso sigo trabajando, no gano un peso aquí, pero ayudo a mejorar un poco la dura situación que nos toca vivir”, explica María.

 Son cerca de las 12 y las dos cocineras apuran un poco la entrevista, en unos minutos más de 200 personas con su plato en mano llevarán a su casa y para sus familias la ración diaria de comida y que hoy es: guiso de arroz con pollo.
“Ya estamos en el horario pico, en un ratito los vecinos hacen una larga cola mientras nosotros le colocamos en su plato o en el recipiente la comida para sus hijos. Para muchos la única del día. Aquí estaremos trabajando por los menos una semana más”, intuye, Patricia.   Rafael Medina.