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Casi la mitad de los niños y adolescentes de la Argentina son pobres

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Un estudio sobre los datos del Indec al tercer trimestre de 2016 señala que la pobreza e indigencia entre niños y adolescentes es una vez y media la que afecta al conjunto de la población.
Casi seis millones de niños y adolescentes (menores de 18 años) en Argentina se encontraban en condiciones de pobreza al tercer trimestre de 2016. Esto significa que el 46,04 por ciento de la población menor de 18 años vivía, a esa fecha, en un hogar con ingresos inferiores a los necesarios para pagar una canasta familiar básica. En el análisis por región y por provincia, las de Santiago del Estero (Noroeste), Corrientes (Noreste), Córdoba (Pampeana) y San Juan (Cuyo) son las que presentan los indicadores de pobreza infantil y adolescente más elevados.

En los cuatro casos, el indicador se ubica por encima del 50 por ciento, con un caso extremo en la provincia de San Juan que muestra una pobreza infantil y adolescente del 60,64 por ciento. El estudio, elaborado por el Cippec en base a información del Indec, destaca como uno de los datos relevantes que la pobreza infantil y juvenil en todo el país es una vez y media la tasa de pobreza de la población total: 46,04 contra 31,09 por ciento, respectivamente. “La pobreza argentina adquiere, como imagen, el rostro de sus niños, afectados en mayor medida que los adultos”, advierte el estudio.

 La encuesta de ingresos del Indec al tercer trimestre del año pasado reflejaba que 13.553.940 personas de la población total (el 31,09 por ciento) era pobre. De ese conjunto, 5.987.782 eran niños y adolescentes menores de 18 años. Es decir, que el 44,18 por ciento del total de pobres eran menores de edad. Esa tasa es mucho más elevada que la relación existente entre población menor de 18 años y población total, que es inferior al 30 por ciento. Es el fenómeno definido como “infantilización de la pobreza”.
 
El trabajo del Cippec, realizado bajo la dirección académica de Alfredo Schclarek Curutchet, apunta que el nivel de pobreza entre la población de niños y adolescentes alcanzado “está lejos de poder resolverse en el tiempo si no se toman las medidas necesarias, y puede prolongarse en el futuro a través del proceso conocido como trampa de la pobreza: si sus condiciones no mejoran sustancialmente en los próximos años, los niños y adolescentes que hoy viven en familias con ingresos que no superan el umbral de la pobreza tendrán menos posibilidades y oportunidades en el futuro para desarrollar su vida como adultos, insertarse sin dificultades en el mercado laboral y formar su propia familia en un entorno saludable”. Es decir, quedarán condenados estructuralmente a una situación de marginalidad social.

 El fenómeno de las tasas de pobreza marcadamente más elevada entre la población menor de 18 años que la que afecta a la población total se repite en cada una de las regiones:

En la región pampeana, el 31,11 por ciento de la población es pobre, pero entre la niñez y adolescencia se eleva al 46,72 por ciento.
En Cuyo, la tasa de pobreza es del 33,89 por ciento para la población total y del 52,9 por ciento entre los menores de 18 años.
En el Noreste del país, las respectivas tasas de pobreza son el 33,37 y 52,9 por ciento.
El Noroeste repite el fenómeno, con un 31,08 por ciento de pobreza entre la población total y el 43,28 por ciento entre los menores de edad. 
En la región patagónica, el Indec registró un 23,5 por ciento de pobreza entre la población total y 32,16 por ciento entre niños y adolescentes. 

 En el mismo estudio se señala que los niveles de indigencia siguen el mismo patrón de comportamiento que la pobreza, con tasas extremas del 11,11 por ciento en la región pampeana, que se eleva a un 15,38 por ciento en el conglomerado urbano del Gran Córdoba (ciudad capital y sus alrededores). “Dicha tasa sugiere que en la provincia de Córdoba residen más de 156 mil niños y adolescentes que pertenecen a un hogar con ingresos insuficientes para comprar una canasta básica alimentaria”, explica el informe de Cippec en este punto.  

 El fenómeno de la pobreza e indigencia infantil se vio particularmente agravado en los primeros meses de 2016 por distintos factores macroeconómicos. Los elevados niveles de inflación registrados entre los últimos meses de 2015 y primeros de 2016 afectó el poder adquisitivo de la población, en especial a los sectores de menores ingresos con limitada capacidad de pelear una mejora en sus retribuciones ante las bruscas variaciones de precios. Además, dicha inflación impactó en mayor medida en productos de primera necesidad, componentes de la canasta básica alimentaria (referencia para medir los índices de indigencia). Es de presumir que dichas condiciones se habrán visto agravadas en los meses posteriores al tercer trimestre de 2016, por el fuerte impacto de los aumentos en los servicios domiciliarios de luz, agua y gas.

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