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Historias de la represión durante el Operativo Independencia

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Forman parte del alegato que realiza el fiscal Pablo Camuña ante el Tribunal Oral Federal en el histórico juicio del Operativo Independencia que finalizará el 15 de septiembre próximo.
Fiscales.gob.ar presenta los casos de algunas víctimas que integran el objeto procesal de un total de 271 que se juzgan en el debate oral y público y que, desde la semana pasada, expone ante el tribunal el fiscal Pablo Camuña junto a los fiscales ad hoc Julia Vitar y Agustín Chit.

San Pablo, Tucumán, 22 de marzo de 1975. María Liliana Lazarte y Víctor Humberto Carrizo se casaron e hicieron una fiesta para unos cien invitados en la casa de los padres de la novia. En el patio habían puesto toldos porque había pronóstico de lluvia, que no falló. "Una gran fiesta. Estábamos todos muy contentos, había bebida, comida, muchos regalos, todos muy bien vestidos, ambiente agradable", declaró una familiar.

En la medianoche la escena transmutó. Un grupo de hombres sin identificación, con armas cortas y largas, militares uniformados y policías federales irrumpieron en la fiesta a bordo de varios vehículos, entre los que los asistentes al casamiento -muchos de ellos, trabajadores azucareros- reconocieron una camioneta del Ingenio San Pablo.

Los represores, dirigidos por quien fue identificado como el teniente coronel Julio Cayetano Pelagatti, dijeron que la fiesta había terminado. Comieron y luego rompieron todo lo que pudieron. Le exigieron los documentos a todos los presentes y los hicieron formar en dos filas, una de hombres y otra de mujeres. En un extremo de esa fila colocaron a una persona previamente secuestrada, que tenía colocada una venda, que removieron de sus ojos para que pudiera ver, y un casco del Ejército. Era un joven de 22 años que había sido capturado el 19 de marzo de la puerta del ingenio. "Las personas decían su nombre y él decía si había que llevarlas o no", describió la escena el fiscal federal Pablo Camuña. Pelagatti también contaba con una lista con nombres, que le sirvió para separar gente de las dos filas. Esa noche nueve hombres y cinco mujeres fueron secuestradas.

Esos 14 hechos forman parte de los 271 casos que desde la semana pasada viene exponiendo Camuña junto a los fiscales ad hoc Julia Vitar y Agustín Chit en el alegato del juicio por los crímenes en el marco del Operativo Independencia.

Las mujeres fueron concentradas en un baño. Una de ellas era en realidad una niña de 13 años. Luego las trasladaron en diferentes vehículos a una comisaría. En algunos casos, grupos de represores partieron nuevamente, con las víctimas, a realizar allanamientos ilegales y saqueos en los domicilios.

La niña fue separada del resto del grupo de mujeres -entre quienes estaba su madre- en la comisaría de San Pablo y fue llevada ante un militar de nombre Guillermo Ravena, quien la interrogó sobre el paradero de su hermano. Una persona secuestrada, ensangrentada, apareció detrás suyo en ese momento y la acusó ante el militar de repartir panfletos. Fue golpeada y encerrada en un calabozo. Le pusieron un arma en la cabeza y le gatillaron y luego encendieron una radio, la golpearon y la violaron. Su relato ante el tribunal oral, en este juicio, fue reproducido por la Fiscalía: "Me arrancaron la ropa, me violaron, me escupían, sentía las cucarachas, bichos que me caminaban por el cuerpo, en el pelo. No podía estar ya, era tanto dolor. Fue la noche más larga y cruel de mi vida. Me golpearon tanto que ya no podía hacer nada. Los otros me sujetaban de las manos mientras ellos se aprovechaban de mí. Después entró otro militar que dijo: 'Suéltenla, levántenla'.No me podía levantar, estaba tan golpeada, llena de sangre, me salía sangre de la boca, de la nariz, me corría la sangre por las piernas. Me pusieron el pantalón. Como estaba hecho pedazos, me lo sujeté con la mano y me sacaron de nuevo de los brazos. Ahí la vi a mi madre arrodillada pidiéndoles que la hagan quedar a ella, que me suelten a mí, que yo era inocente".

"Ahí la vi a mi madre arrodillada pidiéndoles que la hagan quedar a ella, que me suelten a mí".

"Si tu hijo no aparece no ves más a ninguno de los que te quedan", le dijeron a la madre de la niña los represores. Esa misma noche las liberaron a las dos. "La llevaron a su casa alzando, porque no podía caminar. 13 años. La madre la limpió y lloró con ella toda la noche. Estaba toda lastimada y no podía abrir la boca. Su madre decidió no llevarla al médico por temor a que la secuestraran nuevamente", narró el fiscal Camuña.

En este juicio, que lleva un año y tres meses de audiencias, la mujer, aquella niña, recordó el terror que le provocó vivir luego en un territorio ocupado por los militares y las dificultades para recuperarse psicológicamente. "Me despertaba gritando sintiendo que los bichos me caminaban por el cuerpo, eso nunca lo saqué de mi cabeza", dijo. Y pidió al tribunal: "Esta es mi verdad señor juez y hoy estoy acá. Estoy pidiéndole a Dios que se haga justicia. También para que salga la verdad de todo el daño; el daño está hecho, mi alma está destruida".

Aquella noche el resto de las mujeres fue también dejado en libertad. Los hombres, en tanto, fueron llevados a la base militar que funcionaba en el ex Ingenio Lules. "Todos fueron sometidos a torturas, primero en la casona y luego en el sótano", indicó la Fiscalía. Y describió diferentes métodos de tortura: a uno lo picanearon y luego "le inflaron la panza con una manguera para que hablara mientras le pegaban". También les hicieron simulacros de fusilamiento. Los hicieron caminar con los ojos vendados y los hicieron chocar entre ellos "ante las risotadas de sus captores" y "los obligaron a tomar matecocido hirviendo, lo que les provocó quemaduras".

La tortura siguió luego para todos en el centro clandestino de detención (CCD) "La Escuelita", emplazado en la Escuela Diego de Rojas de Famaillá. "Nos tiraban como si fuéramos bolsas de papa. Nos agarraban de las axilas y otro por los pies y nos mandaban al camión", dijo una de las víctimas sobre el traslado. Cuando llegaron, uno de los represores le advirtió a uno de los prisioneros que preguntaba dónde estaban: "Estas en la escuelita de los niños cantores y aquí el que no canta, muere”.
Los represores en Faimallá: "Estás en la escuelita de los niños cantores y aquí el que no canta, muere".

En Famaillá también hubo métodos variados de tortura, como por ejemplo golpes con una toalla mojada. "Me alzaban de los pies y me hacían dar la cabeza contra el piso con 17 años; mientras estaba tirado me zapateaban el pecho; me pusieron picana en los testículos", dijo una de las víctimas -citada por la Fiscalía en su alegato-, que ofreció al tribunal mostrar las cicatrices que le dejó aquél destrato.

En una oportunidad los hombres fueron puestos contra una pared y abusados sexualmente con el caño de un arma. "Siento que me levantan la capucha y me hurgueteaban detrás de las orejas y de golpe recibí la descarga eléctrica, estaban instalando los cables pelados", dijo otra de las víctimas, y agregó: "Después el cable que me quedaba en la oreja lo ponen en los testículos. En ese momento se me quebró una muela por la contracción de la mandíbula".

El mismo hombre mostró al tribunal las secuelas ostensibles que dejó en su cara una tortura que los represores denominaron la "depilación definitiva", "quitándole con una pinza partes de la barba", explicó el fiscal.

El 3 de abril el Ejército hizo pública la muerte de dos de los hombres que había secuestrado en el casamiento y que previamente a su muerte habían sido vistos en el CCD "La Escuelita" de Famaillá por varios sobrevivientes. Los hermanos Francisco Armando y Juan Eugenio Aranda, de 18 y 21 años, fueron asesinados y sus muertes fueron presentadas como el producto de un "enfrentamiento que tuvo lugar el 3.04.1975, entre efectivos militares y un grupo subversivo", publicó el diario La Gaceta en base a la información falsa con origen en el Ejército.

42 años después de los 15 años

Otros cuatro de los 271 casos que forman parte del objeto de la causa corresponden a una adolescente de entonces 15 años, que estaba embarazada, a su padre, y a su hermano y a su hermana, de 22 años.

La saga de secuestros se inició en agosto de 1975. Al padre lo secuestraron en Las Mesadas y lo llevaron a "La Escuelita" de Famailla, donde fue torturado e interrogado por la militancia de sus hijos. El hombre, que sobrevivó, sufrió tres secuestros en total.
El hermano de la joven también fue secuestrado en agosto de 1975. Pasó por "La Escuelita", el CCD de la Jefatura de Policía, la cárcel de Villa Urquiza, el penal bonaerense de Sierra Chica y la Unidad 9 de La Plata. En cada uno de esos lugares fue torturado y recuperó su libertad recién en abril de 1979. Al describir el caso, la Fiscalía citó un documento clandestino de la Jefatura de Policía, que se refiere a la víctima y es fiel reflejo de la persecución política: "Fue reclutado por una banda de DS abreviatura del vocablo represivo para "Delincuentes Subversivos" perteneciente al ERP en Las Mesadas. Asistió a las reuniones que se realizaban en la cancha de fútbol de esa localidad en horas de la noche a fin de ser adoctrinado en los postulados marxista leninista por miembros del ERP".

La hermana de la joven, en tanto, está desaparecida. Se sabe por testimonios que pasó por "La Escuelita" y que la torturaron frente a su padre. "Lo hicieron ver cómo la picaneaban en los pechos y en las piernas. Vio que la tenían desnuda, y gritaba mucho. Después empezó a bajar la intensidad de los gritos y ya no la escuchó más. A él lo vendaron y se lo llevaron a otro lado”, narró un testigo, citado por la Fiscalía.

"Estuvo en ese lugar un día y de allí fue llevada a otro lugar donde la torturaron, colocándole la picana eléctrica en el vientre y en la vagina, hasta que se desmayaba".

La joven de entonces 15 años, sobre quien se hace foco en este relato, contó su propia historia y la de su familia ante el tribunal que juzga los crímenes del Operativo Independencia. Hoy tiene 57. Recordó que fue secuestrada a fines de 1975, cuando cursaba un embarazo de cinco meses, y que fue llevada a la base militar que funcionaba en el ex Ingenio Santa Lucía. "Estuvo en ese lugar un día y de allí fue llevada a otro lugar donde la torturaron, colocándole la picana eléctrica en el vientre y en la vagina, hasta que se desmayaba. Todo esto sucedía mientras le hacían preguntas", describieron los fiscales.

La víctima fue traslada luego a la Jefatura de Policía de Tucumán, donde también padeció torturas e interrogatorios, y luego fue traslada al penal de Villa Urquiza, en esa provincia. Allí dio a luz.

"Luego del nacimiento de su hijito, la dejaron tenerlo unos dos meses, y se lo quitaron cuando la trasladaron a Villa Devoto. El bebé se crió con su esposo y ella perdió todo contacto con él, hasta hace un par de años", narró la Fiscalía, que luego citó textualmente la declaración de la mujer: “Cuando estuve en Devoto nunca nadie me visitó. Fue muy triste. Esto destruyó mi familia. Cuando yo estaba en Villa Devoto mi marido estaba en Buenos Aires con mi hijo. Y cuando salí él ya había formado otra familia”.

Fue liberada recién en 1978 y se encontró más tarde con su hermano y su padre. Más de 40 años después de los hechos, la mujer declaró por primera vez en este juicio. (fiscales.gob.ar)