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Horacio "Pirucha" Rodríguez, el adiós a un compañero de inquebrantables ideales

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Una semana después de cumplir 56 años, para amarga sorpresa de quienes lo conocimos y disfrutamos su amistad, este jueves 27 de diciembre murió "Pirucha", en la ciudad de Orán (Salta).

Cuando irrumpe el recuerdo de su figura delgada, desprolija y con el cigarrillo en la mano, los amigos mencionan largas charlas en la madrugada de un bar, el humor ácido y la risa franca, los proyectos y las ilusiones de cambiar el mundo, la poesía, la literatura, el sarcasmo. Las citas de autores que emergían de su memoria prodigiosa.

En la Asociación de Prensa lo considerábamos un compañero y frecuentó nuestra sede en la época en que publicaba, con mucho esfuerzo de autogestión, una revista en Tafí Viejo. Por algún tiempo estuvo inserto en nuestra organización y valorábamos mucho su cultura y su formación política.

Fue "uno de los tipos más inteligentes que conocí, discutidor e hincha fanático de River", escribe Laura Bravo en Facebook.

"En la adolescencia sabíamos conversar mucho de los libros que leíamos y de la música que escuchábamos. Después ya un poquito más grandes compartimos la militancia universitaria y el sueño de un mundo mucho más justo en el que los olvidados de siempre dejen de serlo. Amigo, camarada, compañero, no discuta mucho ahí a donde está ahora (si es que hay algo), disfrute, relájese y en todo caso búsquelos a los comandantes (el Che y Fidel), a Carlitos Marx, a la Rosa Luxemburgo, a Néstor, a la Evita y converse sobre la revolución. Hasta la Victoria Siempre".

Otra semblanza, más extensa, es la que publica la escritora Natalia Zanotta: "Cuando lo conocí, a principios de los 90, en la Facultad de Psicología, ya era la Pirucha. Un zurdito cigarro en mano, que interrumpía las clases dando muestras de todo lo malo que sucedía en el país y en la provincia. Para mí no eran novedades, pero confieso que me inculcó el fervor de las marchas y el amor por lo popular. Luego abandoné la carrera y, con ella, todo lo que me remitía a esas épocas maravillosas de banderas y pasacalles. Pero la vida es caprichosa y te vuelve a juntar. No solo volví a las marchas. Me lo encontré en varios cumpleaños de Marcos Rellip, para quien la Pirucha fuera un hermano. Ahí conversábamos sin parar, del Mayo Francés, del Octubre Rojo, de Nietzche, de Borges, del poeta turco Nazim Hikmet, en fin, de cosas que nadie habla en una fiesta. En otra ocasión lo invitamos con Mario Costello y Sejo Delgado a un programa de radio, en el que yo solía colarme, 'Papalú Rock', y la Pirucha hizo un programón hablando de Charly y de quién "prende y apaga la luz". Era brillante. Era un libro abierto. Era un saber andante. Era sencillo. Austero. Comunista. Coherente. Sin prejuicios. Me aceptaba sin deconstrucción y no dejaba de decir que las "coloradas " (Natalia es pelirroja), éramos el 2% de la población mundial y que ese porcentaje era peligroso. Se reía de la "niña bien", que hay en mí y que siempre quiero esconder. Le gustaba mi poesía. Sabía de memoria los nombres de todos los personajes del Gabo, tanto que cuando fui a Barcelona, me pidió que busque a Nena Daconte en la Plaza de Catalunya, la busqué y no la encontré. Una música con nombre de personaje 'gabiano'. Hace un tiempo que no tenía noticias de él, extrañaba sus recomendaciones de películas. Amaba a Natalie Portman y a Aute, y decía que Silvio Rodríguez era su primo. Me prometió morirse antes que yo y dejarme de herencia un libro de Roque Dalton, que no sé a quién voy a reclamar. El quería llevarse 'Poemas clandestinos', también de Dalton, sólo para demostrar que la poesía es la muestra de la existencia del ser humano. Eso decía él. Y yo le creía. Yo no soy comunista, ni coherente, ni brillante, pero voy a utilizar su saludo para despedirme de él. Porque esto es eso. Una despedida, un hasta siempre y gracias. HLVS Pirucha".