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Toledo festejó con la 12

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El arte de la mano de @Sejo_Delgado resalta la figura del goleador de Atlético Tucumán. Ampliar
Javier Toledo fue el verdugo de River en la serie: metió un doblete en Tucumán, convirtió el gol de la clasificación en el Monumental y le mostró el número de su camiseta a los hinchas del Millo.

El delantero es el goleador de la Copa de la Superliga con seis tantos. Eliminar al River de Gallardo en el Monumental no es cosa de todos los días. Atlético Tucumán dio un golpe soñado, sorprendió al Millo y se metió en la semifinal de la Copa de la Superliga. Aunque todo el equipo de Zielinski hizo un gran esfuerzo, hubo un personaje destacado: con el doblete en la ida y un grito sagrado más en la vuelta, Javier Toledo fue el verdugo y el que le generó las peores pesadillas al equipo del Muñeco.

Si bien el Decano perdió por 4-1, el festejo del delantero como visitante en el arranque del segundo tiempo fue un golpe al mentón a la ilusión del Millo de lograr la hazaña. A los 5' se sacó encima la marca de Pinola tras un tiro de esquina desde la derecha, la empujó a la red y, en medio del delirio, le mostró su camiseta 12 a la hinchada local.

Más allá de que ese número identifica a Boca, Javier no tiene ninguna relación con el Xeneize. Es más, su hijo es hincha de River y antes de este segundo partido aseguró que iba a intentar “conseguirle una camiseta”.

El atacante de 33 años, que hizo changas como albañil y se recuperó de una rotura en el tendón de Aquiles, está atravesando un gran presente después de una extensa carrera y es el goleador de la Copa de la Superliga, con seis tantos en cuatro partidos.

"Lo que sufrimos los últimos cinco minutos... Sabíamos que iba a pasar eso y quedó reflejado a quién nos enfrentamos, al último campeón de América. Tienen mucha jerarquía y teníamos que dejar alma, corazón y vida. Entraban por todos lados y no sabíamos cómo sacarlos del área", aseguró el héroe del Decano. Además, con una gran emoción, agregó: "Queda ese gustito amargo, que si nos hacían un gol más quedábamos afuera. Ahora que terminó, estamos felices y hay que disfrutarlo".

Más allá de los tres festejos ante el Millo, le había metido un doblete a Talleres, en Córdoba, en la ida de octavos y convirtió otro en la revancha ante la T en Tucumán. Con al menos dos partidos más por delante, el incansable y luchar Toledo se consagró en el Monumental y quiere seguir haciendo historia.

Hoy todos se preguntan quién es Toledo

No es difícil hacerle dos goles a River. Por más Gallardo que lo dirija, por más Armani que ataje... Difícil es otra cosa. Difícil es pelearla en la vida y saber qué querer de ella cuando apenas tenés seis o siete añitos. Es elegir ser delantero desde tu primer recreo de la primaria, porque te das cuenta de que apenas la agarra un compañero, subís disparando para esperar un centro y marcar un gol entre buzos que hacen las veces de postes, copiando las definiciones de Ronaldo (Nazario, ¿quién te conoce Cristiano?) y de Gabriel Batistuta...

Difícil es dejar la casa de los viejos a los 13 años. Subirse a un micro desde Marcos Juárez viendo cómo tu viejo Arturo, un laburante del campo, te saluda antes de que el bus arranque, varias horas antes de que te mudes a la pensión de Chacarita.

Difícil es desprenderse de los lazos familiares. De María Rosa, ama de casa y madre de ocho hijos: tres nenas y cinco varones. Difícil es dejar atrás el club Villa Argentina, ése que sigue sobre la calle Vélez Sarsfield, a una cuadra de la plaza de la rotonda de Campaña del Desierto, para soñar con el fútbol grande, el de Primera, al que pocos llegan.

Difícil, viejo, es otra cosa. Es vivir en San Martín y, en las vacaciones, hacer changas de albañil para ganar un mango extra, siempre necesario. Es debutar en Chacarita a los 19 y, cuatro años más tarde, estar viviendo en Arabia Saudita, jugando para el Al-Ahli. Otras costumbres, otro idioma, otra vida.

Difícil, ¿no? Pero más difícil es adaptarte rápido y meter ocho goles en 15 partidos. No es fácil eso de andar mudándose de un club a otro, salvo que te llames Sebastián Abreu. Para el resto de los mortales, los que nunca olvidan sus raíces, no es sencillo eso de pasar de Chaca a Sarmiento, de Junín a Deportivo Cuenca, de Ecuador de vuelta a Chaca, de ahí a Arabia, luego a Brasil (Atlético Paranaense) para asentarse por fin en Rosario.

No es fácil ganarse un lugar en Central, ni mucho menos darle un ascenso. Sólo los que la luchan lo consiguen. Sólo los que insisten, lo logran. Y a veces, aun cuando parece que alcanzaste la comodidad, vuelven las difíciles, las bravas, las que a nadie se le desean. Y entonces todo vuelve a comenzar.

Porque no siempre un delantero logra acomodarse a su espacio futbolístico. Mucho menos cuando aparecen los consultorios en el horizonte: una rotura de ligamentos, un desgarro en la fascia plantar, una fractura de quinto metatarsiano.

Urge cambiar de aire. Resulta necesario, en ese momento, volver a las andanzas. Ir de avión en avión. De Rosario a Colo Colo, de Chile a Peñarol, de Uruguay a Lobos BUAP, de (la segunda división de) México a San Juan, y de ahí a La Plata, a Estudiantes, un club con historia reciente de títulos y de gloria. Se vuelve fácil todo, parece, pero no. Un dóping por OXA B12 complica las cosas. Tu nombre suena por todos lados.

Te sentís mal: ¿cómo puede ser que por un tratamiento de lumbalgia termines siendo titular de los diarios? Y hay bronca, y dos meses sin jugar. Vuelve lo difícil. Es un loop. Nunca todo sale bien por mucho tiempo, no resulta sano acostumbrarse. Lo único que no está permitido es rendirse. Entonces, se lucha. Y se juega en La Plata y, luego, en Sol de América.

Y de Paraguay se vuelve al país para una nueva experiencia. Atlético Tucumán, un club acostumbrado a la fajina. Pero vuelven las pruebas de la vida. El tendón de Aquiles derecho hace crack y el fútbol, por seis meses, hay que verlo por tevé. Nada de goles por un tiempo para él, acostumbrado al gol desde que estaba en primer grado. Sin embargo, a los 33, no es momento de caerse. Si Jesucristo, a esa edad, tropezó y resucitó, ¿por qué no tener fe? Y la esperanza al fin da sus frutos. Y él los cosecha, como Arturo en el campo, pero en la cancha.

Y vuelve a convertir ante Talleres, luego de 370 días sin goles, regalándole lágrimas de afecto a su hijo, hincha de River, al que intentará “conseguirle una camiseta”... Y se vuelve héroe ante el campeón de América, pegando dos gritos en el José Fierro que dejan groggy a Gallardo. Y entonces, esa larga pelea vale la pena. Y disfrutás porque sos tapa por lo bueno. Porque sos Javier Toledo, y tu historia se conoce completa. Y te das cuenta de que hacerle dos a River, comparado con tu vida, no es tan difícil.../Nico Berardo - Ole.com.ar