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La abuela está de fiesta

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Turistas de todo el país se reúnen para disfrutar de la fiesta popular en La Banda. Música y comidas se mezclan en los patios de tierra para homenajear a la Madre de la Chacarera.

Este año, durante el 15, 16, 17 y 18 de agosto, la fiesta en la ciudad de la Banda, reunió a miles de turistas de todo el país. Las empanadas, el locro, el asado, el vino, los artesanos, los viajeros de distintas partes del país y los cantores de la gran familia musical forman parte del paisaje de fiesta que tiene como escenario al patio de tierra de la casa materna, ubicada en el barrio de Los Lagos, para disfrutar de la buena música.

No sé si estará embrujada esta tierra, quizás, pero sí existe un algo que contagia y que te hechiza, tiene un ingrediente que hace que muchas personas se sientan en su casa, en su hogar. Cuando la gente llega, conocen casi nada sobre su historia, sobre su pasado, y eso es una gota suficiente para que la quieran, para que la sientan como única. Como si hubiesen nacido y mamado hasta la última gota de las añoranzas y alegrías que se sembraron en el pago santiagueño.

La música es una excusa, el cumpleaños de doña María Luisa Carabajal es otra para juntarse, es un pretexto que toma fuerza año tras año, como si fueran a cumplir con una promesa a un santo. La mayoría no la conoció en vida y mucho menos supo de su existencia. Pero claro, todos vienen hasta su pago y no piden permiso, se invitan solos, pues ya es una tradición estar presentes en cada cumpleaños. Ya pasaron 118 años de su natalicio, y unos 29 años desde que dejó a sus seres queridos. Ellos llenos de talentos por la música la homenajean con guitarras y bombos. La música de los folcloristas retumba en cada rincón, en cada alma.

Sin embargo, el nombre de doña Luisa se pronuncia desde que llega el primer foráneo, hasta que los viajeros dicen hasta el año que viene. Claro ya pasaron seguramente cuatros días de puro folclore, comidas tradicionales, bebidas de todos los gustos y hasta los sueños cruzados atravesados de diferentes tonadas que se van uniendo en un mismo camino “felicidad”.

Durante esos días y a medida que se convive en las seis manzanas del barrio de Los Lagos en La Banda, los viajeros y vecinos de la zona intercambian anécdotas, historias de vidas, es un solo murmullo de risotadas y hasta de emociones. Las descargas de tensiones pasadas hacen que la mayoría renueve la energía, recargue el espíritu, fortalezca el alma.

Las viviendas típicas de un barrio de clase trabajadora, con patios de tierras, hornos de barro, asadores improvisados con chapas, arboles decorados con foquitos que van decorando los patios y los arboles de noche: el sol en estos días sale a jugar fuerte y la noche también cumple su rol bajando el rocío, anunciando que deben ponerse algo de abrigo o para aquellos descuidados que luego se refugian alrededor de algún brasero. 

Y aunque el cansancio llega y se hace sentir en los rostros, bastan minutos para descansar como se puede, para continuar con el propósito de bailar, cantar y acompañar hasta el último aliento al resto de los viajeros.

Acá en Los Lagos el intercambio cultural brilla espontáneamente, todos son iguales, acá no existen las embestiduras, las chapas, no importa sí sos importante o dejaste de serlo, acá lo único que interesa es que estés conectado y disfrutes a pleno de los que se te ofrece, que no es poca cosa; la de llevarte una vivencia, la de ser parte de una tradición. 

En el patio de Nelson, que es una casita de familia humilde, pero con todas las comodidades para este evento, alberga todos los años a unas 38 personas, muchas de ellas ya son habitué durante los mediados de agosto. Los embrujados de estas tierras llegan y tienen reservados sus lugares. Solo deben saludar a los dueños de casa para entrar en calor festivo. Luego el ritual comienza a marchar cuando suenan los primeros rasguidos de esas guitarras que se fueron afinando durante el camino.

Las huellas de los hambrientos y sedientos soñadores visitantes quedan marcadas en sus relatos, en sus léxicos y acentos. “Sara Pura”, es de Salta del norte salteño y no perdió oportunidad alguna hasta para dormir la siesta, no importaba el horario, pero el “negro” mostraba que estaba relajado. Riky, el tucumano fue por primera vez y parecía una criatura con juguete nuevo. No paraba de visitar todos los patios, no quería perderse de nada y entonces registraba todo con su cámara. Unas bonaerenses de La Plata contaron que hace 15 años se hacen presentes y que cada aniversario era único, que la magia que sienten las vitaliza, que cuándo se acerca la fecha empiezan a descontar los días. Lo mismo le sucedió a un cordobés, que durante 8 años deja todas sus obligaciones y compromisos para viajar. A veces guarda compensatorios en el trabajo para tomárselos y gastárselos en Los Lagos.  

Cuentan los historiadores (obvio los lugareños), que cuando doña Luisa, oriunda de Clodomira, cumplió sus 50 aniversarios, sus hijos mayores, Héctor, Enrique, Julio, Carlos y Ernesto, decidieron realizar una fiesta con los amigos, en su gran mayoría músicos y que con el correr del tiempo, la fiesta fue agrandándose y haciéndose popular, extendiéndose.

En los últimos años de vida de la abuela, el festejo se realizó dentro de la casa de la familia Carabajal, donde se reunían entre 500 a 600 personas. Aunque en los últimos 25 años, los vecinos tuvieron que abrir también sus puertas porque la gente llegaba de todos los costados.

El patio de tierra de la casa materna adquiere una nueva fisonomía, cuando se evoca a esta mujer y en la actualidad reúne durante estos días de fiesta a más de 40.000 personas, embrujadas hasta el alma.

Por Diego Tomas.