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Quemas, humo y COVID-19

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El ingeniero agrónomo Alejandro Valeiro, Coordinador del Laboratorio Virtual del INTA en Europa (Labintex-EU), actualmente con sede en INTA Famaillá, explicó la relación entre estos temas tan presentes en la actualidad de los argentinos y tucumanos, en particular.
El Gobierno de Tucumán inició una acertada campaña publicitaria resaltando el impacto negativo indirecto que tienen las quemas (de banquinas, pastizales, caña o residuos) en el combate contra la pandemia, en la medida en que afectados por el humo podrían ocupar camas y respiradores en hospitales o bien el fuego dejar sin luz a centros de atención sanitaria cuyas capacidades no pueden ser disminuidas.

Sabemos que la contaminación del aire por partículas disminuye las defensas de las personas expuestas al humo de las quemas y perjudica su sistema respiratorio y cardiovascular, pero ¿puede haber una relación directa entre el humo de las quemas y la expansión del virus del COVID-19?

El humo de las quemas es una mezcla compleja de muchos contaminantes del aire con relevancia para la salud pública pero, a menudo, se caracteriza por concentraciones elevadas de partículas finas que pueden durar días, semanas o meses en el ambiente. Existen trabajos de investigación (referidos más que nada a incendios forestales) que determinan que, por cada 10 microgramos por metro cúbico de aumento de esas partículas en el aire, se incrementan un 6% las admisiones de pacientes con asma en los hospitales.

Un artículo de la Dra. Sarah Henderson (Universidad de British Columbia, Canadá), publicado en estos días en la Revista de la Asociación Americana de Salud Pública[1], sostiene que “…aunque hay evidencia limitada específica sobre el humo de los incendios forestales, la exposición a partículas finas se ha asociado de manera consistente con una mayor susceptibilidad a las infecciones virales respiratorias. Los mecanismos no se describen completamente, pero la mayoría de la evidencia sugiere que la exposición a la contaminación del aire conduce a inmunosupresión, inflamación y disminución de la inactivación de patógenos por los macrófagos (células del sistema inmunitario que se localizan en los tejidos). Si el SARS-CoV-2 continúa circulando y la temporada de incendios este año es extrema, la contaminación por humo puede aumentar la susceptibilidad de la población al virus y causar más casos graves de la enfermedad”.

La Dra. Henderson llega a especular que, en una situación contrafáctica en la que la actual pandemia de coronavirus coexistiera con una temporada de incendios forestales de magnitud e intensidad moderadas como la del verano de 2018 en Estados Unidos (la actual está recién comenzando), tendría el potencial de aumentar el impacto del COVID-19 en aproximadamente un 10%; y calcula, incluso, las cantidades mayores de contagiados y de decesos potenciales. Aunque hay muchas incertidumbres en este ejercicio hipotético, ayuda a contextualizar la magnitud de la preocupación que plantea el asunto.

Si bien la contaminación del aire por las quemas en Argentina (Tucumán, Santa Fe, Formosa, Entre Ríos, etc.) puede resultar de una composición diferente a aquella provocada por los incendios forestales norteamericanos, no podemos descartar –a priori- que los efectos resulten similares. ¿Qué hacer entonces?

Lo primero es redoblar los esfuerzos que ya se hacen para prevenir y evitar las quemas de todo tipo. Aunque todavía queda mucho por avanzar, las instituciones y empresas que participan de las iniciativas de la Mesa de Gestión Ambiental de Tucumán han logrado disminuir y acotar las de caña de azúcar con una estrategia clara y 10 años de esfuerzos. Sin embargo, persiste la asimilación cultural entre el fuego y la limpieza. No disminuyen las quemas de banquinas, pastizales, malezas, basura, entre otras; y, muchas veces, esos focos se descontrolan pasando a los cultivos y arrasan con todo. Esto nos lleva a reflexionar en que debemos redoblar esfuerzos con más campañas de sensibilización para la población en general.

Si las quemas igual se producen, la única forma de controlar la potencial amplificación del COVID-19 por el humo es reducir la exposición de la población, aunque sus opciones son bastante limitadas. Por una parte, habría que recordarle a la gente que una de nuestras mejores defensas es un aire interior más limpio, dado que la mayoría de las personas pasan la gran mayoría de su tiempo adentro, sea por las bajas temperaturas o la cuarentena. Claro que esta recomendación choca con la de ventilar los ambientes para reducir la potencial contaminación por COVID. Habrá que buscar una solución de compromiso, sobre todo para los que son más vulnerables.

Si bien como INTA no estamos en la primera línea de la lucha contra el coronavirus, por nuestra experiencia en temas productivos y ambientales nos animamos a sugerir que a las recomendaciones de quedarse en casa, mantener la distancia social, usar barbijo, lavarse las manos con frecuencia, entre otras, debemos agregar….¡NO QUEME!.

Ing. Agr. Alejandro Valeiro

EEA INTA Famaillá

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