Reafirmar el principio de la anulación de la deuda significa proponer una solución a una crisis que afecta directamente al “desarrollo” de los países afectados y renovar los compromisos globales en favor de la “justicia” y la “solidaridad”. Estas fueron las palabras del Arzobispo Ettore Balestrero, Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas y otras Organizaciones Internacionales en Ginebra, durante su intervención ayer, 12 de mayo, en la 26 sesión del Grupo de Trabajo sobre el Derecho al Desarrollo, con ocasión de un diálogo interactivo titulado “La crisis de la deuda y el derecho al desarrollo”.
El Prelado recordó que este debate coincidió con el Año Santo, subrayando cómo el Jubileo representa una ocasión especial para repensar la cuestión de la deuda internacional, "que amenaza seriamente el futuro de muchas naciones, especialmente las más pobres". Una “crisis” que sigue estrechamente ligada al desarrollo de estos países, cuya deuda externa, señaló el representante del Vaticano, “se ha cuadriplicado en dos décadas, alcanzando la cifra récord de 11,4 billones de dólares en 2023, casi equivalente al 99% de sus ingresos de exportación”, y esto teniendo en cuenta que actualmente 3.300 millones de personas viven en estados “que gastan más en intereses de la deuda que en salud o educación”.
La posición de la Santa Sede se configura pues como un “llamado a la acción” para afrontar una crisis que amenaza con una “ruptura más profunda en los compromisos globales con la justicia y la solidaridad”. Los principios rectores para abordar estas cuestiones deben basarse en la dignidad humana y el bien común. “Los sistemas económicos deben estar al servicio de las personas, no al revés”, precisó monseñor Balestrero. También es esencial que los préstamos y empréstitos cumplan criterios de “responsabilidad”.
El Observador permanente de la Santa Sede recordó también las palabras del Papa Francisco contenidas en la encíclica Laudato si’: "La deuda externa de los países pobres nunca debe convertirse en un instrumento de control”. No menos importante, concluyó el Prelado, es el respeto a la “justicia” y la necesidad de encuadrar cada medida en el contexto de una auténtica “solidaridad global”.