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Puro Macondo

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La documentalista Eszter Vörös junto Jaime García Márquez, hermano de Gabo. en mayo del año pasado en Cartagena de Indias. Ampliar
La documentalista y periodista húngara Eszter Vörös cuenta su travesía por el Caribe colombiano tras las huellas que dejó Gabriel García Márquez.

Cinco tortugas comen el alimento de perro en el jardín de una aturdidora casa de Art Deco en Barranquilla, Colombia. Al lado de la casa vistosa hay un garaje abierto con los cuadros de los escritores y escrituras sobre la pared. Una de las líneas dice: La vida es movimiento, la muerte: quietud. El autor de la línea, que vive en la casa, es un abogado de 86 años, joven en el fondo, quien nunca escribe, pero le gusta la literatura, y quien ha tenido la posibilidad de aprender las primeras letras con un niño que más tarde se convirtió en el escritor más popular de América Latina. Joaquín Armenta pasó su niñez en Aracataca con Gabriel García Márquez.

Encontré al señor Joaquín en mi segundo viaje a Colombia, cuando volví para hacer un documental sobre Gabo - como le llaman allí-, o más bien sobre su fuerte conexión con el Caribe en Colombia, y aquellas tres ciudades que jugaron un papel importante en su vida. Él vivió la mayor parte de su vida lejos de Colombia, pero siempre escribía sobre Aracataca, Barranquilla y Cartagena. Entonces volví para preguntarle a la gente, especialmente a aquellos que lo conocieron, cuál fue el impacto exactamente de Gabo, qué se siente el vivir allí. El año anterior, cuando fui alumna de una beca de periodismo en la Fundación de Gabriel García Márquez (FNPI), yo había sentido como si él estuviera por todas partes en las calles, a través de sus historias y por la gente común que también podría tener las características de cualquiera de sus novelas. Incluso aunque él hubiera vivido en México durante décadas (volviendo con regularidad a su patria, sobre todo a su enorme casa en el centro de Cartagena) él estaba de algún modo presente allí.

Y luego, dos semanas antes de mi salida Gabo murió. Entonces no tenía idea de lo que iba a encontrar allí cuando volviera y la situación hizo imposible que planificara y organizara algo hacia adelante; aunque no esté segura, esto no habría sido el mismo desafío dentro de circunstancias normales. Con caribeños usted nunca sabe. Una cosa es segura: una vez que usted está allí y llama a su puerta o les llama, ellos son más que felices de encontrarle y decir su cuento. Entonces llamé a un número telefónico en mi primer destino, la ciudad del Carnaval, Barranquilla, y una voz anciana contestó. Al día siguiente yo admiraba uno de los edificios de art decó famosos de Barranquilla diseñados por Manuel Carrerá, el arquitecto cubano del primer edificio de art decó de la ciudad, Edificio García. Ninguna sorpresa: el viento de modernismo llegó a aquella ciudad particular, como nunca fue colonizada, más bien era un refugio para inmigrantes de todas las partes del mundo, aún los nativos de Sierra Nevada.

Gabo trabajó para el diario El Heraldo como periodista en los años ´50 y con regularidad se juntó con colegas y artistas que más tarde se hicieron conocidos como el Grupo Barranquilla.
Entre sus sitios favoritos estaba La Tiendecita, un pequeño bar ahora con venta de comida típica y no lejos La Cueva, que una vez era un bar común y ahora es un restaurante elegante con programas culturales y El Carnaval de las Artes. Y esta era la ciudad donde la madre de Gabo llegó una mañana cuando él tenía 24 años y le pidió volver a Aracataca para vender la Casa. La casa de su niñez. Más tarde él dijo que este fue el viaje más importante en su vida. Esto lo inspiró para escribir Cien Años de Soledad. El viaje con cual él comienza su autobiografía Vivir para contarla.

Quise hacer el mismo viaje, primero en barco y luego por tren. Pero en la estación de tren reformada de Aracataca nunca paran los trenes. Ellos pasan por el pueblo cada 20y 30 minutos con magnífica velocidad y una longitud eterna. Sin embargo la gente todavía se sienta allí y sabe el horario de memoria. En vez del viaje que planifiqué, la espontaneidad caribeña causó un viaje con el señor Joaquín y su hijo, esta vez en un coche de fantasía.

Era el 17 de mayo, exactamente un mes después de que Gabo murió. Y nos encontramos en una misa al mediodía en la Iglesia de Aracataca que el hermano y hermanas del escritor organizaron para recordarlo. El aire trópico caliente, admiradores

por todas partes, la gente se vistió con el estilo blanco elegante costeño. La pena, pero risas de Caribe también, y las mariposas amarillas se mezclan con el sonido del piano eléctrico y la voz de la cantante de la ceremonia. Fuera de la Iglesia la atmósfera del sábado habitual con los sonidos de salsa y cumbia en el aire húmedo. El señor Joaquín explica que en este cuadrado ocurrieron las primeras corridas de toros y los políticos marchaban sobre aquella carretera general agitada por muchedumbres.

Él confirma que en su niñez, tal como está escrito en Cien Años de Soledad, el dinero fluía en Aracataca (o por ahora debido a la novela simplemente llamada Macondo) del negocio de plátanos, y las mañanas después de enormes fiestas en el pueblo ellos como los niños del barrio iban con un tamiz a encontrar el dinero en la arena que los adultos lanzaban alrededor luciéndose en partidos.

Se dice que sobre el cumpleaños de Gabo hubo una enorme lluvia. Cuando él murió, había un terremoto en Ciudad de México. El 17 de mayo, el día que estuve allí, la lluvia más pesada cayó sobre Aracataca entonces una parte del techo grande de la azotea de la Iglesia se cayó. En Santa Marta el dueño de un viejo café me dijo que ese día el cuadro de Gabo colgado sobre su pared entre los famosos del estado de Magdalena también se cayó. Él lo encontró roto en el suelo cuando había llegado al trabajo. Cada uno tiene una historia sobre él y todas las historias alrededor de él son "macondianos" como oí muchas veces esta expresión de la boca de las personas que filmaba para mi documental.

En una hostería en Taganga (un pueblo pesquero del Caribe) un joven me preguntó si le sugería ir a Aracataca , si valía la pena hacer el viaje de tres horas. El dar a la respuesta no era fácil porque al parecer él no era un gran admirador de Gabo. Aracataca es una pequeña ciudad común en Colombia con los mismos problemas y alegrías que otras. Una vez una ciudad rica con la gente que viene de todo el mundo por el olor del dinero, ahora una ciudad típica latinoamericana, lugar de nacimiento de al menos dos famosos, García Márquez y Leo Matiz, el fotógrafo.

Pero Macondo es la misma ciudad con todos los colores del mundo de Gabo, con historias increíbles tratadas de modo más natural. Esto es Aracataca, o cualquier ciudad “con gafas de Gabo” pero sobre nuestros propios ojos. En cualquier parte donde yo fuera, me puse esas gafas. Cuando vi la realidad áspera: pobreza extrema, los resultados de violencia, los desplazados de la violencia, cantidad increíble de basura por todas partes, diferencia increíble entre el rico y el pobre. Pero también cuando vi a la gente bailar, cantando y solamente ser costeños en el Caribe, donde la alegría influye como dijo Martin Murillo, el hombre que presta libros gratis a quien lo visite en su Carreta Literaria, en Plaza de Bolívar, en Cartagena de Indias. Él comenzó como un vendedor de agua en el parque y terminó como un bibliotecario móvil. Todo esto con la ayuda de la FNPI, la fundación de periodismo de Gabo y su hermano, Jaime García Márquez, quien una vez le dijo al hombre joven que vino de la costa pobre pacífica: " usted no venderá más el agua, usted hará lo que Gabo hizo en su vida entera: leer”. Y él ha estado leyendo todo durante 7 años y hace a la gente feliz con la literatura, a quien lo encuentra con todas clases de libros diferentes en los fines de semana de Cartagena.


A Jaime, fundador de FNPI y mucho más joven que Gabo, le gusta hablar de su hermano, y probablemente ya está acostumbrado. Él me cuenta en las calles de Cartagena las escenas de las novelas de Gabo, sobre todo las de Amor en Tiempos de Cólera, la historia de sus padres. Él es un gran cajero de anécdotas, apasionado, con un amor verdadero por su hermano. Él me dice que son historias "macondianas", inexplicables en este momento de vida. E indica la diferencia de los dos hermanos: cuando ellos veían naranjas rodantes sobre la Plaza de Cartagena, a Fernández Madrid que venía de ninguna parte, o a una señora y su perro que desaparecían sobre la calle, él, como un ingeniero, siempre volvía y encontraba una explicación. Pero Gabo los tomaba como ellos pasaban y no quería saber la realidad detrás de ellos.

El señor Joaquín dijo apasionadamente en medio de nuestra entrevista: “Yo andaba por todas partes con todos los muchachos del barrio. Pero nunca ví lo que él vió. La magia se la dio él. Porque todo lo que Gabo ha escrito es real. Lo que pasa es que todo lo que cayó bajo de la pluma de García Márquez, embellecía”.

Por Eszter Vörös, periodista, documentalista y música de Hungría
(Texto traducido desde el inglés)