Tras la difusión del índice de inflación por parte del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), buena parte de la población percibe que ese dato oficial no refleja el alza de los precios que realmente se siente en sus bolsillos.
Esa sensación generalizada se acentuó en mayo y junio, meses en que los índices de inflación sorprendieron con números que se ubicaron incluso por debajo de las estimaciones de los analistas.
Lejos de los tiempos en que los gobiernos kirchneristas apelaban a la manipulación lisa y llana de las estadísticas, el desfase actual responde a razones menos burdas aunque suficientes para mantener una amplia brecha entre los datos oficiales y la percepción social.
Una de las claves pasa por la decisión del gobierno de Javier Milei de seguir postergando la actualización de la canasta con la que se determina qué porcentaje del total de los gastos promedio de la población se destina a cada bien y servicio.
Con esa decisión política, la medición de la inflación continúa realizándose en base a los patrones de consumo que surgen de la Encuesta del Gasto de los Hogares (ENGHO) de los años 2004/05 en lugar de aplicar la última encuesta de 2017/18, que está lista para ser implementada.
Si bien en 2016 se actualizaron los precios relativos -esto es, el porcentaje de incidencia de cada rubro en línea con los precios de ese año-, la canasta quedó atrasada con respecto a las variaciones que se han ido registrando en la composición del gasto de los hogares. Por ejemplo, el rubro "Vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles" tiene un peso del 9,4% en la canasta de 2004/05 actualizada con un índice de precios base de 2016. Ese porcentaje no refleja el crecimiento del porcentaje de la población que en los últimos años pasó a ser inquilino ni la fuerte alza del consumo de electricidad por el boom, entre otros factores, de la venta de aires acondicionados.
De hecho, si se tomara la encuesta de 2017/18, la porción de ese rubro crecería al 14,5%. En la misma línea, el peso del transporte dentro de la canasta de gastos pasaría a 11% a 14,3%, el de comunicaciones del 2,8% al 5,2%, y el de la educación del 2,2% al 3,1%.
"Como desde diciembre de 2023 hubo un aumento muy fuerte del precio de los servicios y de los alquileres, la inflación sería más alta si se tomara en cuenta la canasta más actualizada", dijo a El Economista Federico Sánchez, director de la consultora Vectorial.
"El problema para el gobierno es que si avanzara en cambiar la canasta, el ajuste no se podría hacer solo hacia adelante, sino que también habría que recalcular hacia atrás para poder hacer algún tipo de análisis con esa serie, lo que daría que en el 2024 los precios crecieron más que lo que se ha venido sosteniendo hasta ahora", agregó.
¿Cuál sería la diferencia?
Si se hubiera aplicado el cambio de ponderadores que surgen de la encuesta de 2017/18 en base a los precios de 2019, la inflación del año pasado hubiera sido de 123,5%, casi seis puntos por encima de la medición oficial, según estimó el especialista Martín González-Rozada, director de la maestría en Econometría de la Universidad Torcuato Di Tella.
En tanto, si se hubiera tomado como año base el 2023, la inflación del año pasado hubiera sido de 133,6%, casi 16 puntos más que el índice oficial.
En cualquiera de esos casos, indicadores clave como los niveles de pobreza e indigencia, además de la evolución de los salarios reales, deberían recalcularse con niveles de inflación más elevados.
Otras razones
La sensación generalizada de aumentos de precios más altos que los índices difundidos por el Indec no es una novedad, aunque en el último tiempo se sumaron factores que contribuyeron a ampliar esa brecha.
"Sería deseable que haya una actualización en la canasta que mide la inflación dado que generalmente la estructura de los gastos de los hogares se cambian cada diez años, y ya llevamos veinte años con la actual", dijo a El Economista Sebastián Auguste, director del Centro de Investigación en Finanzas (CIF) de la Universidad Torcuato Di Tella.
"Sin embargo, tiendo a pensar que eso no es tan relevante para la percepción social sobre la inflación", agregó.
Para Auguste, la clave pasa por el muy heterogéneo proceso de inflación actual. "Cuando hay inflación generalizada, todos los precios suben más o menos lo mismo; en cambio ahora, al no haber emisión, lo que hay es un cambio de precios relativos en el que algunos precios suben mucho y otros, nada", señaló.
"Y justamente muchos de los precios que más vienen subiendo son los más visibles como los servicios públicos: la gente tiene muy claro cuánto sube la electricidad, por ejemplo", apuntó.
A eso se suma que la canasta de bienes y servicios utilizada para la medición no representa por igual a los distintos sectores socioeconómicos o etarios. "La canasta que mide el IPC es para un individuo típico, que hoy en Argentina es de clase media baja", señaló Auguste.
"Eso no refleja tan fielmente la situación, por ejemplo, de los jubilados ni de la población de bajos recursos", añadió.
La suma de todos esos factores alimenta la brecha. En línea con la tradicional encuesta de expectativas de inflación para los próximos doce meses, la Universidad Torcuato Di Tella empezó a sondear hace un par de años las perspectivas para los próximos 30 días.
En mayo, esa encuesta arrojó una expectativa de inflación del 4,23%, mientras que la mediana -el valor que se ubica en el medio de una serie- fue de 3%.
En todos los casos, esa expectativa superó con creces al dato oficial del 1,5% registrado ese mes. "En períodos en que la inflación se desacelera o se acelera, la brecha entre la percepción de la gente y los datos oficiales se vuelve más grande", dijo Auguste, de la UTDT.
"Cuando se acelera la inflación, usualmente la gente se queda corta, mientras que cuando se desacelera, pasa lo contrario y las expectativas quedan por arriba", explicó.
En todo caso, más allá de esas percepciones, lo real es que el Indec sigue midiendo la inflación con una canasta que, aún con ajustes, refleja los patrones de consumos de hace veinte años. Ese escenario no parece que vaya a variar, al menos en el corto plazo.
El gobierno de Milei parece decidido a seguir postergando la necesaria actualización de una medición clave para no quitarle brillo a la desaceleración de la inflación, su principal activo político./eleconomista.com.ar