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Francisco Viecho: un cazador de utopías que sigue apostando a un futuro mejor

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Fue seminarista católico, combatiente revolucionario, y maestro rural. En todos estos escenarios tan distintos buscó lo mismo: la justicia social.

A los 68 años, como funcionario del Inaes (Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social), sigue trabajando en favor de un cambio.

En el documental Cazadores de utopías (David Blaustein, 1996), donde se enfoca el tema del peronismo revolucionario de las décadas del 60 y 70, aparece la opinión del docente tucumano Francisco Viecho, que fue militante de la Juventud Peronista. Vestido con guardapolvo blanco, opina sobre el uso de la violencia, que en aquella época se consideró como la única opción posible frente a una dictadura represiva que no permitía la actividad política.

"El pueblo estaba en un sometimiento tal que exigía una respuesta de ese mismo nivel -dice Viecho en la película-. Se entendía que no había otra alternativa. La violencia era diaria y no podíamos estar ajenos a ella. A un poder cuya herramienta fundamental es la violencia no se le pueden contraponer solamente acciones pacíficas, como podía ser la acción gremial. En ese momento no había ninguna posibilidad de hacer política. Estaba totalmente proscripto el movimiento peronista y todo tipo de política".

Hoy Viecho sigue viviendo en Tucumán. Ex preso de la dictadura, mientras busca justicia para su esposa asesinada en la Jefatura de Policía, trabaja para que el sistema capitalista esclavizante sea reemplazado por el modelo cooperativo. Que el objetivo ya no sea el enriquecimiento individual sino el bienestar común. Su talante bonachón, su actitud comunicativa y formadora, son propias de un maestro. Resulta difícil imaginarlo poniendo bombas en las máquinas cosechadoras, hace 40 años, para boicotear el avance de la automatización en el campo.

Nacido en San Francisco, Córdoba (en el límite con Santa Fe), Viecho comenzó desde muy joven a canalizar su vocación social. En 1961, con el peronismo proscripto, el movimiento tercermundista de la Iglesia alimentaba las inquietudes de los jóvenes que anhelaban un cambio hacia la igualdad. "El rector del seminario mío fue monseñor Angelelli. Había un grupo muy fuerte de curas obreros en Córdoba que mantenían contacto estrecho con la gente y sus problemas. Fueron los que armaron la base territorial, la movida social, que después desencadena el Cordobazo -contó Viecho-. Eso significó una confrontación muy fuerte con la cúpula de la Iglesia. Por eso el arzobispo de Córdoba, Primatesta, lo saca a Angelelli del seminario (después lo asesinan en La Rioja) y comienza a revertir todo el movimiento social. Cuando nos echan a los que estábamos comprometidos con esa movida, yo vengo a parar a Tucumán".

- ¿Cómo se relaciona con la Juventud Peronista y la lucha revolucionaria? - Yo estaba vinculado con los curas del tercer mundo, de acá, y fui a parar a Tafí Viejo, donde me conecto con la JP y la Juventud Ferroviaria, y hacemos una movida muy fuerte contra el intento de cierre de los Talleres. Nos aliamos con el grupo de los Mau-Mau (sector peronismo de derecha liderado por "Mula" Lazarte) y con militantes de izquierda. Años después, cuando volví de la cárcel, habían matado a más de 40 compañeros que integraban ese movimiento y Bussi había cerrado los Talleres. Pero antes de eso, a fines de los 60, participé en la formación de Montoneros aquí. En ese momento estaba proscripta la política, el gremialismo, y no se podía hacer ninguna actividad de carácter social. El movimiento revolucionario tiene que ver también con toda una movida de la Iglesia. Había, por ejemplo, una revista titulada Cristianismo y revolución. Yo estaba haciendo un trabajo político en Los Ralos, en la fábrica Textil Escalada. Después de la apertura de fábricas que hizo el Operativo Tucumán (para atenuar los efectos del cierre de ingenios), inmediatamente se produce un cierre de esas mismas fábricas. En el 69 formé parte del grupo universitario Integralismo, que era peronista y planteaba la unión obrero-estudiantil. Mucho después logramos reabrir la fábrica, y también hacíamos movidas sociales en otras localidades del interior. Hasta que se planteó la necesidad de pasar a una instancia superadora y formamos un grupo armado, que después se vinculó a Montoneros.

-¿Cómo era el accionar de este grupo armado? - Este grupo tenía que ver con el Movimiento Rural Católico, que estaba trabajando en Reconquista, Santa Fe, donde iban en peregrinación todos los grupos católicos del país. Allí había un grupo de monjes que tenía un planteo muy revolucionario. Ahí se plantea una hipótesis de guerra rural en la zona chaqueña y se comienza a planificar. Pero después hay un cambio hacia la hipótesis de la guerrilla urbana, que habían comenzado los Tupamaros, en Uruguay, y engancha acá en Montoneros. Porque ambos son países urbanos, donde lo rural no funciona. Después de la ejecución de Aramburu, nosotros aquí comenzamos un trabajo muy vinculado a lo político. Volamos un puente en la entrada a Tafí Viejo, como para darle continuidad a la lucha por los trabajadores, y me tuve que ir de la provincia, porque me había marcado la Side y ya comenzaban a secuestrar gente. Caigo preso en Rosario, cuando de casualidad estaba en una casa que es allanada en un operativo. Me detienen en el 72 y salgo al año siguiente con la amnistía.
(La amnistía a los presos políticos es dictada por Héctor J. Cámpora tras asumir como presidente. Viecho cuenta en la película: "Salir de una cárcel, con todo el pueblo en la calle, era una apoteosis para nosotros. Algo que no nos merecíamos, lógicamente, algo que pocas veces tiene uno en la vida: que haya una multitud buscándolo, liberándolo, y caminar en medio de esa multitud sin saber a dónde íbamos a parar. Porque, además, tampoco conocíamos dónde estábamos".)

-¿Después que sale de la cárcel continúa en la lucha? - Ese mismo año me caso, y comenzamos a trabajar con la JTP, es decir más vinculado con la parte de los trabajadores que con lo territorial. Organizamos una agrupación muy fuerte de apoyo en los ingenios. Trabajamos junto con Atilio Santillán. Hemos logrado avances muy interesantes, que a veces no se conocen. La pelea más grande fue contra la máquina cosechadora integral. Aparece en ese momento y nos propusimos destruirla, porque sabíamos que la imposición de la máquina significaba la desocupación de 120.000 compañeros peladores de caña. Que fue lo que pasó después durante la dictadura. Y aquí no había un recambio. Distinto fue en Córdoba: cuando entra la cosechadora de maíz y de trigo, la provincia se industrializa y va ocupando esa mano de obra. En Tucumán, que ya veníamos desde el 66 con cierre de ingenios, no había alternativa. Acá aparecen los primeros planes sociales, el Operativo Tucumán, que ocupaba gente para limpiar los canales, por ejemplo, como paliativo. Logramos detener la irrupción de la máquina durante unos tres años. Y logramos mejores condiciones de trabajo para los obreros del surco, obligando a la patronal a proveerles albergue en galpones, para que no vivieran en chozas de maloja, y un transporte más digno que el tradicional carro cañero. Se logró en Fotia un nivel de democracia sindical inédito. Se impuso en el estatuto un congreso de delegados de base (fábrica y surco), que aseguraba la participación de miles de compañeros. Una presencia de base muy poderosa. También volamos un comercio de venta de cosechadoras integrales, con 5 o 6 máquinas. Nadie se animaba a tener una máquina de ésas en Tucumán. Le enseñamos a la gente que tenía que plantar, en medio del cañaveral, un fierro. Quedaba oculto por las plantas. Cuando llegaba la máquina, le destrozaba la paleta.

- ¿Cuándo lo detienen nuevamente? - En 1974, cuando andaba López Rega con la Triple A. Me llevan a la Jefatura de Policía. Justo muere Perón y yo me clavé, porque ahí comienzan a caer todos presos. En el 75 comienza el Operativo Independencia, a mí me llevan de Villa Urquiza a Devoto y después a Rawson, y ya me clavé ahí hasta que salí en 1981. Mi señora, Rosa Quinteros (desaparecida), estuvo en la fuga de Trelew. En el tercer grupo, que es el que no salió. Ella era de La Cocha y pertenecía al Movimiento Rural Católico. Tuvimos dos hijas, que hoy me acompañan en el juicio a los acusados de la Megacausa, porque una de las víctimas es su madre. La secuestraron en 1976 y, por lo que hemos podido investigar, la fusilaron en la Jefatura de Policía. Es uno de los cuatro casos que menciona un testigo que vio fusilar ahí. Cuendo yo salgo, en el 81, me integro a un grupo de la parroquia de Fátima que comenzó con las marchas de los jueves. También participo en la organización de la primera huelga contra la dictadura. Y en el 83 comenzamos con el Peronismo para la Victoria, donde estaban Nilda Garré, Vicente Saadi, Andrés Framini, a trabajar por una salida electoral y la recuperación de los sindicatos, que estaban intervenidos. Trabajé un tiempo en la política, después estuve muchos años como maestro en Trancas, en Burruyacu, en Villa Muñecas, y me jubilé como director de la escuela de El Pichao, hace tres años.

Hoy la revolución consiste en cambiar el sistema capitalista por uno solidario

- ¿Todavía cree en la revolución? - Ese término significa un cambio radical. Yo considero que sigo peleando por un sistema humano, que sirva para que la gente viva en condiciones dignas. El sistema capitalista es el más explotador y esclavizante. Quisiera que lleguemos a un sistema sin grandes ricos y sin pobreza. No hay un capitalismo humanitario, porque el capitalismo apunta siempre a la ganancia y el sistema obliga a esclavizar. Si soy buena persona y les doy a mis obreros más de lo que los números permiten, pierdo y se me termina el negocio. Porque mis competidores van a destruirme. Por eso la única alternativa es cambiar el sistema. Se han hecho un montón de modelos. El sistema ruso fracasó. Otro modelo es el socialismo democrático europeo, que tiene un éxito muy grande y lo reivindico. Lo reivindicaba Perón como modelo, al de los países nórdicos. Noruega, Suecia, donde se trabaja con un sistema que es muy vinculado al cooperativismo, al mutualismo.

- ¿El peronismo es socialismo? - En Europa se impuso el socialismo después de la guerra, como ideología de reparto de riqueza. Perón decía: como en Argentina la palabra socialismo es mala palabra, le llamamos justicialismo. El socialismo es un sistema donde lo fundamental es lo humano. Donde se utilizan las leyes de mercado no para la búsqueda de ganancias, sino del bien común. No se trata de cambiar una cuestión cultural, sino las reglas económicas. Yo trabajo con la economía social. En una cooperativa somos todos compañeros, todos trabajamos y todos somos dueños. No cabe esclavizar al otro ni dañar el medio ambiente. El capitalismo arruina el medio ambiente porque necesita más ganancias. La competencia lo obliga a eso. En cambio, para nosotros el medio ambiente es nuestra casa. No voy a destruirla. Es un modelo de solidaridad, contrapuesto con el de competencia. Cuesta mucho romper con el esquema liberal de competencia.

- El liberalismo incentiva el individualismo. - Absolutamente. Y no es culpa de la gente. Hay un sistema que se impuso, y que como maestro lo he visto en la escuela. Antes el aula era un maestro al frente y todos los chicos sentaditos dándose la espalda unos con otros. La competencia era total. Hoy se trabaja en equipo, sentados los alumnos en grupo, son ellos los que producen y aprenden que el trabajo se hace en conjunto. Que si yo no estoy con el otro, no sirvo. No tengo posibilidad de aprender si no es en solidaridad con otro, en equipo. Estamos generando otro tipo de cultura. Antes la escuela formaba individualistas, que salían preparados para la competencia.

- El capitalismo requiere leyes que prohíban la solidaridad. - Eso es algo que se ve en la ley de medios de la dictadura: las organizaciones sin fines de lucro tenían prohibido ser propietarias de un medio, porque significaba una competencia desleal para las empresas capitalistas. A ese concepto la dictadura lo impuso en todos los órdenes. Lo que es solidario es competencia desleal para el capitalismo y se prohibía la actividad. Son esquemas económicos. Acá en Tucumán hemos tenido cooperativas cañeras que eran dueñas de dos ingenios. Había cuatro bancos cooperativos. Hoy no queda nada. Fue destruido por un Estado que decidió eliminar la solidaridad. Hoy el Gobierno nacional quiere volver a un esquema de solidaridad, restándole privilegios a las empresas capitalistas. Esto no se puede hacer “convenciendo” a nadie, sino que son medidas económicas concretas que apuntan a cambiar el sistema.