Cuando concertamos la entrevista con “Capuchón” González (45 años), humorista casi de nacimiento, no nos sorprendió. Nunca pierde el buen humor, sabemos que es su trabajo hacer reír pero también es su filosofía de vida. Desde hace más de 25 años que recorre peñas, festivales, teatros y fiestas privadas regalando sus chistes aptos para toda la familia.
“Aunque todos me conocen como “Capuchón”, mi nombre de pila es Manuel Roberto, no Eveready” aclaró, (risas). Esta casado y tiene 4 hijos, es oriundo de la pequeña localidad de Villa Belgrano, distante a unos 8 kilómetros al norte de Juan Bautista Alberdi, ciudad donde actualmente reside.
Desde muy pequeño y como un juego en la escuela primaria, arrancó con lo que luego se convertiría en su modo de vida.
Antes de convertirse en artista, trabajó en el campo y también como ayudante en la construcción. Hasta que en 1982 debuta por primera vez, pero como cantante folklórico en unas fiestas patronales en Villa Belgrano. Meses más tarde y apoyado por un amigo comenzó a sacar su lado cómico y dejó la música.
“Si se puede vivir del humor. Con la música no me fue mal pero sin dudas el humor me salía mejor y de adentro. Durante muchos años tuve que actuar gratis, fueron años difíciles hasta que comencé a ser conocido y actué primero en peñas y luego en los festivales. Actualmente sigo recorriendo escenarios del norte de mi país pero desde hace tres temporadas estoy actuando en el verano en un teatro de Carlos Paz, juntos a otros colegas. Quién iba a pensar”, reflexionó González.
Si bien su representación humorística es diferente, se define como un ferviente admirador del chaqueño Luis Landriscina, famoso por su estilo narrativo y su humor basado en los usos y costumbres regionales del país.
El lenguaje que utiliza “Capuchón”, está dirigido a todo público, es familiar y también se pueden encontrar usos y costumbres de algunas regiones sobre todo del norte argentino. Pero confiesa que siempre busca que su chiste sea universal, es decir, que lo entiendan todos sin importar de qué parte del país pertenezca su público.
“Soy puntilloso con el uso de ciertas palabras ya que en algunas partes del país tienen un significado diferente. Me pasó en Córdoba con el termino puchero; aquí lo comemos con la sopa y en Córdoba puchero le dicen a los travestis, y a nuestro puchero le llaman osobuco. Así que trato de usar términos que todos los entiendan, sino se arma la confusión y el chiste directamente no se entiende”, contó, el artista.
Aunque perdió la cuenta de la cantidad de cuentos y canciones que ha creado a lo largo de su carrera, lleva grabado 4 discos compactos con un repertorio amplísimo, donde sin agresiones ni malas palabras y con cierta ternura irresistible, sus chistes describen situaciones cotidianas familiares, además no faltan la conversación entre borrachos, cuentos de animales, de políticos, de matrimonios y personajes de pueblos, etc.
De acuerdo al diccionario, humor o humorismo (del latín: humor, -ōris) es definido como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas.
Existen algunas técnicas específicas de humor verbal, tales como la ironía, el sarcasmo, la hipérbole, el anticlímax, el enigma o definición incompleta o elíptica, la antítesis, el oxímoron, la atenuación, la alusión, el non sequitur, la silepsis, el juego de palabras, la sátira, la parodia o la paradoja. Y otras no verbales, referentes a una retórica paralela que juega con los gestos, posturas, caídas, resbalones, etc. que se suele denominar humorismo de situación. Seguro que González nunca leyó, ni estudió, acerca de estas técnicas para hacer reír, aunque todas están presentes en el escenario y en cada una de sus presentaciones, él las lleva consigo de manera natural, innata y con una sencillez única.
El cómico llegó a la entrevista con su clásico sombrero que forma parte de su habitual vestimenta, además de un poncho y una pequeña guitarra criolla. De voz aflauta y graciosa, con tonada tucumana pero de campo adentro, de mirada y sonrisa picaresca comenzó a contarnos su historia de vida donde el humor estuvo presente desde su niñez como una especie de designio que lo marcaría para toda la vida
¿Quién te bautizó como “Capuchón”?
Capuchón González: “Es un apodo que me pusieron en la escuela primaria. Y trascendió un día que me invitaron a una radio de Alberdi a cantar folklore, yo me presentaba con mi nombre, Manuel Roberto. Ese día yo andaba con un amigo de la niñez y me preguntó frente al locutor; ¿Che Capuchón a qué hora tocás? Entonces el locutor cuando salió al aire automáticamente me presentó como Capuchón, y así nació mi nombre artístico”.
¿En qué año debutaste como humorista?
Capuchón González: “En 1982, en las fiestas patronales de mi pueblo Villa Belgrano, como cantante folklórico y a los pocos meses empecé con el humor. Al principio le cambiaba las letras de algunas chacareras que eran conocidas y le ponía un toque humorístico y después comencé ya con los cuentos”.
¿Cómo definís el humor que hacés?
Capuchón González: “Es simplemente humor familiar, apto para todo público. Siempre busco que el chiste se entienda en cualquier parte del país, no uso malas palabras, ni agresiones. Soy puntilloso con el uso de ciertas palabras ya que en algunas partes del país tienen un significado diferente. Me pasó en Córdoba con el término puchero; aquí lo comemos con la sopa y en Córdoba puchero le dicen a los travestis, y a nuestro puchero le llaman osobuco. Así que trato de usar términos que todos los entiendan, sino se arma la confusión y el chiste directamente no se entiende”.
¿Cómo creás tus chistes?
Capuchón González: “Por la mañana cuando me levanto se me ocurren ideas que luego les voy dando forma hasta que creo el cuento. Pero la principal fuente de inspiración esta en la calle y en la gente misma. Tenés que estar atento porque siempre alguien te dice algo y sin darse cuenta te lanzó un chiste. Por ejemplo, los otros días hubo un viento fuerte por el lado de mis pagos, entonces, una señora vecina le dijo a sus hijas: “rápido chinitas levanten la ropa de la soga que el viento norte llega de cualquier lado”, (risas). La señora no se dio cuenta de lo que dijo, pero yo lo cacé al vuelo. Los cuentos no se registran, contrario a lo que pasa con las canciones o la música, los cuentos son de todos”.
¿Tenés idea el número de chistes que conoces?
Capuchón González: “No se cuantos, seguro que miles. Tenés que tener en cuenta que están los míos y también otros que me contaron que luego los modifico y los sumo a mi repertorio. Por ejemplo en mi nuevo disco que se llama “Llevo y traigo cuento”,que dura unos 40 minutos aproximadamente solamente en la introducción meto 5 chistes en menos de un minuto. Y en una actuación tranquilamente cuento unos 200, sumando a las canciones que hago, claro”.
Por tu forma de hablar y de contar chistes ¿suelen confundirte con el humorista santiagueño Pochi Chávez?
CG: “Si hay personas que me confunden con ‘Pochi’, puede ser por el tono de voz y porque también hace canciones, pero él tiene un repertorio con chistes picantes diferente a lo que produzco yo que es para la familia como te dije anteriormente. Además comencé antes que él como humorista. Pero todo bien, hoy somos compañeros de trabajo y hasta me grabó un cuento de mi autoria, el de la Viví que dice:”Una familia tenía una hija que se llamaba Viviana y fallece, cuando la estaban velando los parientes decían:- Ay Viví, ay Viví.- Pasa un machao (borracho) y dice:-Si, ya te la va viví” (risas).
¿Cómo te ha tratado el público desde que arrancaste con el humor?
CG: “Muy bien, no me quejo, pero si pude determinar a lo largo de los años es que hay dos tipos de públicos: uno es que el te va a escuchar atentamente y que no se ríen a carcajadas, pero sabes que te están dando bolilla que generalmente son los riojanos, los catamarqueños. Y otro es el tucumano que lo encuentras en los festivales, que se ríen de todo, que son los que aplauden y te hacen fiesta. Pero con los dos me siento bien”.
En muchos de tus cuentos utilizás como personajes a los animales ¿Por qué?
CG: “Porque es mas fácil, quien no conoce un perro, un gato, una gallina, un caballo. La gente rápidamente los asocia con el animalito que tiene en la casa o el vecino. El caballo y el perro son los personajes que más aparecen en mis chistes, por ejemplo: Un tipo llega a un bar y le dice al mozo:-¡ Tráigame 5 litros de vino con soda en un balde!- y el mozo le trae los 5 litros de vino con soda en un balde. Luego el mozo le pregunta:- ¿Disculpe señor por qué le da al caballo para que tome el vino y la soda?- Y el tipo le contesta: -Es que yo manejo” (risas).
¿Cuál es la diferencia entre el humorista cordobés y el tucumano?
CG: “El humorista cordobés es muy espontáneo tienen una chispa increíble. Es algo innato en ellos, no hace falta que sean cómicos, ya son así por naturaleza. La tonada su forma de hablar los hace graciosos, creo yo. Y los tucumanos y santiagueños tenemos cosas parecidas, pero también adquirimos nuestro sello, sin dudas”.
¿Cuáles humoristas te han marcado en tu vida?
CG: “Luis Landriscina es un grande, creo que el mejor de todos. Aunque yo no tengo su estilo, pero lo admiro desde siempre. Y de aquí de Tucumán fui un seguidor de don Jacinto Sosa Lucero, que vivía en Aguilares, era un capo. También ‘El Pesao Jerez’, entre otros”.
Por último ¿Imaginaste alguna vez que ibas actuar en un teatro y en Carlos Paz?
CG: “La verdad que no. Imaginate yo dejé un tiempo el humor porque no me cerraban los números. Así que me dediqué a trabajar en el campo y luego a fines de la década del 80, todavía estaba (Raúl) Alfonsín como presidente, me fui a Buenos Aires a probar suerte y trabajé en la construcción. Allí estuve 3 años y regrese a mi pueblo y retome el humor. La pasé dura pero siempre le veo el lado bueno de las cosas. Volviendo a tu pregunta, nunca me imaginé llegar a un teatro, nada más y nada menos que en Carlos Paz. Esta es nuestra tercera temporada con la obra ‘La guerra del humor’, en el teatro Acuario. Allí estamos junto a ‘Pochi’, ‘El Tanque’ Rojas, que es santiagueño, Armando Álvarez, de nuestra provincia y este verano sumamos además a Agapito. Con esto te quiero decir que ¡si se puede vivir del humor!”
Por Rafael Medina.-