Tener un empleo en la Argentina ya no significa escapar de la pobreza. Según un informe del IERAL, dependiente de la Fundación Mediterránea, más del 21% de los trabajadores del país —unos 4,5 millones de personas— vive por debajo de la línea de pobreza, lo que confirma una realidad alarmante: el trabajo dejó de garantizar una vida digna.
El estudio, elaborado por los economistas Laura Caullo y Federico Belich, señala que uno de cada cinco ocupados no logra cubrir la canasta básica total, incluso desempeñándose de manera regular en el mercado laboral. “Tener trabajo ya no garantiza escapar de la pobreza, especialmente cuando se trata de ocupaciones precarias o de baja productividad”, advierte el informe.
El deterioro del poder de compra, la inflación sostenida y la creciente informalidad son los factores que explican por qué la pobreza laboral crece incluso entre los empleados.
Según el relevamiento, el 58,9% de los desocupados es pobre, pero lo más inquietante es que el fenómeno alcanza a quienes sí tienen ingresos estables. La pérdida de poder adquisitivo frente a una inflación que supera el 140% interanual erosiona cualquier mejora nominal.
El resultado es una economía donde el empleo abunda, pero los salarios no alcanzan para cubrir lo básico: alimentos, transporte y vivienda. El estudio identifica la calidad del empleo como variable clave para entender la pobreza.
Entre los trabajadores independientes no registrados, el 40,5% no logra cubrir la canasta básica.
Entre los asalariados informales, el porcentaje es del 37,5%.
La situación mejora entre quienes tienen empleos formales, pero no desaparece: el 12,3% de los autónomos registrados y el 9,7% de los asalariados formales tampoco alcanzan a cubrir el costo de vida.
Un caso emblemático es el servicio doméstico, que a pesar de los avances en la registración, continúa siendo un sector con ingresos bajos y fuerte exposición a la vulnerabilidad económica.
Los datos del IERAL ponen de relieve una paradoja central de la economía argentina: hay trabajo, pero no hay bienestar.
El país exhibe niveles de ocupación relativamente altos, pero la calidad de esos empleos y la caída real de los salarios condenan a millones de trabajadores a la pobreza estructural.
La productividad estancada, la falta de inversión y la persistencia de la informalidad son componentes de un sistema que ya no premia el esfuerzo laboral con estabilidad ni progreso social.
El informe concluye que sin una política integral que combine formalización, mejoras salariales y aumento de la productividad, la pobreza entre los ocupados seguirá en ascenso. En otras palabras, el empleo por sí solo ha dejado de ser una vía de movilidad social.
En un país donde trabajar cada vez significa menos en términos de bienestar, la pregunta ya no es cuántos tienen empleo, sino qué tipo de trabajo se ofrece./infogremiales.com.ar