Las tareas habituales del Teniente de Navío Augusto Amaya en el buque logístico ARA “Patagonia” tuvieron un intervalo en agosto cuando el marino argentino viajó al continente europeo para tener la oportunidad de compartir el trabajo cotidiano con sus colegas alemanes.
“Los intercambios navales amplían los horizontes profesionales y suman buenas experiencias a la vida naval. Los alemanes son excelentes anfitriones, percibí su buen trato, me sentí cómodo y a gusto; además de aprender mucho”, destacó el Teniente Amaya.
El marino sanmiguelino estuvo de comisión fuera del país durante 18 días –desde el primero al 19 de agosto– como Observador Naval e invitado especial de Alemania para embarcar en un buque de su Segunda Flotilla, y cultivarse de las maniobras y actividades en el mar. Lo hizo en la fragata alemana SMS “Schleswing-Holstein” –similar a las corbetas misilísticas Meko 360 argentinas– como parte integrante del Departamento Navegación y de la Plana Mayor del buque.
“La Armada Alemana me integró a la rutina de horarios y actividades del departamento más operativo del ‘Schleswing-Holstein’, el de Navegación. Por cortesía y para que pudiera seguir las conversaciones, hablaban en inglés y cuando lo hacían en alemán tenía un traductor. Me hicieron sentir parte de ellos”, dijo.
“Todo era nuevo para mí al principio pero cuando fueron pasando los días me di cuenta que la rutina de a bordo no distaba mucho de nuestros cronogramas. Me sorprendió la sencillez y rapidez con la cual trabajan las maniobras marineras en la que cada marino se encuentra muy compenetrado en su puesto de trabajo”, contó.
En altamar realizaron varios ejercicios navales con otras embarcaciones. El Teniente Amaya vivenció adiestramientos y alistamientos de rutina “muy semejantes a los que se realizan en una Etapa de Mar Argentina como tácticas y técnicas para operar en el mar como lucha contra incendios, tiro, atención de heridos, hombre al agua, rescate de sobrevivientes, maniobras con embarcaciones menores.”.
“Con otra fragata alemana, hicimos pasaje al habla, y con buques extranjeros de Dinamarca maniobras de formaciones en el mar. También adiestramos con buques japoneses. Lo importante es observar cómo ellos realizan los ejercicios para conocer otros puntos de vista y renovar nuestros conocimientos”, expresó.
Durante la navegación, Augusto también presenció el 26° “Hanse Sail”, una regata y encuentro internacional de veleros –más de 250 embarcaciones– que se realiza en cada año durante agosto –desde 1990– en Rostock e incluye evento de Puertas Abiertas con más de un millón de visitantes a buques y aeronaves, como se hace en Argentina.
El intercambio también es cultural. Cuando Augusto llegó a Alemania, la primera ciudad donde se alojó fue Wilhelmshaven, al norte del país, donde está ubicada una de sus bases más importantes, parecida en su logística a la argentina Base Naval Puerto Belgrano al sur de Buenos Aires.
En tierra como en el mar, el marino compartió tiempo con colegas alemanes que lo llevaron a conocer diferentes ciudades y lugares característicos de Alemania: “Conocí la Intendencia del Comando de sus flotas, y al trabajar en Argentina en un buque logístico, organizaron una visita a uno de los suyos, el ‘Frankfurt am Main’, que había arribado recientemente y con quienes compartí otra de mis jornadas”.
Con vasta experiencia en Intercambios Navales en el exterior, el Teniente Amaya ha representado años anteriores al país y a la Armada Argentina. Realizó un viaje a la ciudad de Río de Janeiro, Brasil, en septiembre del 2013 donde asistió al Curso Expedito en Control Naval de Tráfico Marítimo para Oficiales. También ha realizado Ejercicios Navales Internacionales con Armadas del continente americano como Chile y Uruguay y Armadas de Sudáfrica, Italia y Portugal en otras ocasiones. Experiencias que le permiten al Teniente Amaya una amplia visión de la labor en el mar.•••••
Una vida junto al mar
Augusto Amaya no tiene familiares cercanos en la Armada Argentina u otra Fuerza, pero desde los 4 años quiso ser militar. “No sé por qué razón, no lo recuerdo, pero era mi sueño”, subrayó. Una meta personal que alcanzó en el 2000, luego de egresar de la Escuela Técnica N° 2 “Obispo Colombres” de Tucumán, con orientación industrial.
“Dediqué tiempo de preparación para los exámenes de ingreso porque sabía que iba a ser difícil y porque ser militar era el proyecto de mi vida”, aseguró. Para ello, Augusto trabajó un año para pagar sus estudios y poder cumplir el sueño de ingresar a los 21 años a la Escuela Naval Militar.
“La Armada para mí es un mundo de aventuras y mi meta fue ser parte”, dice. Siendo parte ahora, su meta se renueva cada día; “trato de hacer siempre lo mejor en mi trabajo”, elucidó: Dentro de la carrera naval se especializó en Comunicaciones, y obtuvo capacitaciones secundarias en Meteorología y como oficial en Control de Tráfico Marítimo.
Su trabajo diario a bordo del “Patagonia” como jefe de Operaciones es preparar la navegación y al equipo de trabajo a su cargo; “Electrónica, Comunicaciones y Operaciones tienen la responsabilidad de llevar el manejo del buque y mi tarea es en cuanto al alistamiento de los medios y el adiestramiento del personal”, explicó.
“Prepararse para la navegación es un trabajo previo y el real de Operaciones, es el trabajo en el agua. Se planifican las actividades que haremos con otros barcos, los ejercicios y maniobras en general: qué, con qué buques, cuándo, por cuánto tiempo, cómo, qué tipo de formaciones, y asesoramos al Comandante”, desarrolló su rutina.
Sanmiguelino como su papá, Augusto está orgulloso de su origen y sonríe cuando dice que “no hay empanadas como las tucumanas”. Hay comidas que se extraña su sabor porque no se consiguen en otro lugar que no sea su provincia y nombró al “tamal de carne en chala”.
Sin embargo Augusto siempre se topa con algún tucumano en la Armada y, estando destinado en Río Gallegos, contó la anécdota del encuentro con dos oficiales de la Armada que habían egresado de su mismo colegio secundario. Una alegría.
Dejó su terruño hace 20 años, pero el recuerdo de las buenas costumbres de su provincia, sus amigos y sus familiares lo obligan a volver “al menos una vez al año”, dijo. El Teniente Amaya tiene 37 años, se casó con María a los 29, y juntos viven en Bahía Blanca, cerca de Puerto Belgrano.
“Existe un prestigio en el interior del país hacia la vida militar porque se valora el esfuerzo de elegir una carrera que conlleva salir de una zona de bienestar, de estar cerca de la familia por ejemplo”, señaló. “Además de la vocación, yo sigo en carrera porque me gusta que todos los días sean un desafío y porque estoy donde siempre quise estar”, concluyó el marino tucumano. (gacetamarinera.com.ar)