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Sombras sobre vidrio esmerilado

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El sábado se representó, en El Árbol de Galeano, una versión libre del famoso cuento de Juan José Saer a cargo de Irina Alonso.

Como se recordará, en el cuento de Saer, Adelina Flores –poeta de 56 años– se encuentra en el living de la casa que comparte con su hermana y el esposo de ésta. Está hamacándose en su sillón de Viena mientras mira, a través del vidrio esmerilado de la puerta del baño, los movimientos de la sombra de su cuñado Leopoldo. Susana, la hermana, ha salido para visitar al médico. De manera que allí, al atardecer, en medio del terrible calor de enero, sólo están Leopoldo y Adelina. Él en el baño, afeitándose, bañándose; ella, sumida en el entramado de su mente.

“¡Qué complejo es el tiempo, y sin embrago, qué sencillo!”, dice Adelina al comienzo de “Sombras sobre vidrio esmerilado”. ¿Dice? Seguramente no. Lo más probable es que piense. Es que el relato, escrito en primera persona, se desarrolla como una sucesión de reflexiones, percepciones, conjeturas y recuerdos: un fluir de la conciencia de la poeta; un “ahora” en el que esa imagen –esa sombra proyectada sobre el vidrio–, los momentos grabados en la memoria, los sentimientos, la imaginación y las ideas confluyen en el ánimo de Adelina y le sugieren la posibilidad de ser aprehendidos como poema.

Entonces Adelina mira la sombra de su cuñado, rememora situaciones que la han marcado, reflexiona sobre el tiempo (sobre el presente, sobre ese “ahora” que, para citar otro texto de Saer, “es tan ancho como largo es el tiempo entero”) y trata, vacilante, de darle forma a un poema. Pues bien: un relato tan rico en planos, dentro del cual se expone, en palabras de Beatriz Sarlo, “una conciencia que deriva por varios cursos de tiempo”, en esta versión de Irina Alonso (responsable de la dramaturgia, la actuación y la puesta en escena de la obra), ha asumido, quizá inevitablemente, la forma del soliloquio.

Así, Adelina Flores habla. Y camina. Y gesticula. ¿Cómo lo hace? Sin duda basándose en el hecho de que se trata de una poetiza que en los 60’ tenía 56 años de edad, como se desprende del cuento de Saer, y en lo que de ella dice Tomatis, el recurrente personaje saeriano que en “Sombras…” trata a Adelina Flores como mínimo de anticuada, Irina Alonso ha compuesto un personaje afectado, gesticulante, de movimientos ampulosos, que subraya sus frases con mohines y que en determinados pasajes llega incluso a alzar la voz hasta el grito declamatorio… Composición que, habría que agregar, aunque tal vez juegue un poco en contra del pausado y reflexivo tono con el que piensa la Adelina de Saer, al parecer fue del entero gusto del público que asistió el sábado a El Árbol de Galeano, pues al término de la pieza la actriz y dramaturga fue largamente aplaudida.