Mientras el público se acomoda en la sala, en el escenario hay una mujer… ¿vestida de novia?, ¿disfrazada de torta? Las dos cosas al mismo tiempo, probablemente. De hecho, en general, el parecido entre las novias tradicionales, con sus vestidos blancos y merengosos, y las tortas de bodas es una invitación, validada por la repetición de colores y formas, a interpretar que una resulta ser la parodia de la otra.
Como sea, la mujer vestida de novia y a la vez disfrazada de torta recibe al público cantando una versión a cappella de I Am What I Am, el clásico de la obra de Broadway “La cage aux folles” que popularizó en castellano (Soy Lo Que Soy) Sandra Mihanovich. Entonces, a la luz de lo antes dicho, la palabra “torta” adquiere un significado diferente.
Ese es el breve pero eficaz prólogo de la obra “Dykenstein (Sexo, Horror y Tragedia del cerebro heterosexual)”, de la argentina radicada en New York Susana Cook, que el grupo teatral La 5ta Pata presenta los sábados y domingos en El Árbol de Galeano.
Pronto descubrimos que la mujer que cantaba vestida de novia/torta es Elizabeth, quien en esta parodia de la célebre novela de Mary Shelley es la novia de la doctora Dykenstein. Elizabeth le reclama a la doctora Dykenstein que ya nunca encuentra tiempo para que pasen juntas; y que ella, la doctora, ya tiene un amor, uno más fuerte que cualquier otro: la ciencia. Y a continuación, despechada, la abandona.
Dykenstein (dyke, dicho sea de paso, en slang es una manera despectiva de llamar a las lesbianas; o sea, por ejemplo: torta) es una mujer muy empoderada, segura de sí, avasallante, cuyo objetivo es el de crear vida por fuera de las vías convencionales. Se trata
de darle vida a un proyecto, a un diseño en particular: el de la torta perfecta, que, además, podría sustituir a la perdida Elizabeth. Pero algo, oh sí, algo saldrá mal.
Así como “Frankenstein o el moderno Prometeo” planteaba dilemas éticos y morales muy debatidos en la época (principios del siglo XIX), algunos aún sin zanjar, relacionados a con la ciencia, “Dykenstein (Sexo…)” utiliza la estructura y la esencia de la novela de Shelley para proponer, en tono de comedia negra, una serie de críticas a las nociones de normalidad y de monstruosidad, opiniones satirizadas acerca del aborto, los roles masculinos y femeninos, las construcciones culturales que moldean aquello que conocemos como homosexualidad y heterosexualidad.
La parodia y las relecturas de obras anteriores, el retorcimiento de los discursos dados, la resignificación, el desplazamiento de los textos son operaciones harto ligadas a las prácticas del arte contemporáneo, así como también la cruza entre los recursos procedentes de distintos segmentos artísticos. De este modo, la obra que dirige Marcos Acevedo se apropia del texto de Mary Shelley y lo inserta en un contexto estético bastardo, que tanto se nutre de las personificaciones excéntricas del cómic como de la atmósfera inverosímil de las viejas películas de terror y ciencia ficción clase B.
Para su ágil despliegue, que incluye sombras chinescas y proyecciones audiovisuales, la puesta en escena utiliza una inversión del espacio que ofrece la sala de El Árbol de Galeano, y aprovecha el entrepiso del fondo para constituir un escenario de dos plantas, en el que la acción se desarrolla, con gran dinamismo, entre registros que van desde la tragedia cómica del grotesco hasta el melodrama.
Los personajes, construidos con el trazo grueso de lo arquetípico (algo, por supuesto, deliberado), se sostienen a la perfección sobre los actores. Arquetípico es el dúo de científicos locos, que se mueven como si fuesen uno solo pese a las considerables diferencias de caracteres; arquetípica es la imponente doctora Dykenstein; pero, sobre todo, es arquetípica, o incluso más, caricaturesca la pareja heterosexual que arroja como resultado el fallido experimento: la mujer es una tarada de cerebro incendiado con el combustible de la televisión tilinga y de las revistas de moda, y solo piensa en comportarse como una zorra, casarse y tener hijos; y el hombre, muy tucumano por cierto, es un
compendio de prejuicios, cuadrado, tontulo (la clase de individuo que uno imagina como lector ideal de la revista Hombre), dueño de una energía prepotente que amenaza con transformarse en violencia a la menor contradicción.
Presentada de esta forma, la pareja heterosexual conformada por Tiger Lily y El Marido muestra la contracara de las muchas representaciones ridículas de lo gay que aún hoy abundan en todos los medios. Y lo hace para producir el mismo efecto: risa. La risa que, en el humor más básico, despierta lo distinto. Claro que en Dykenstein funciona como una suerte de venganza. O de espejo en el que lo “normal” se refleja como monstruoso.
“Dykenstein (Sexo, Horror y Tragedia del cerebro heterosexual)” presentará este fin de semana las dos últimas funciones del año en El Árbol de Galeano (Virgen de la merced 435). Una oportunidad que no habría que desaprovechar.
Bajo la dirección de Marcos Acevedo actúan Huerto Rojas Paz, Juliana González, Barby Guamán, Guido Guerrero, Luis Balderrama, Claudinna Rukone, Popi Cabrera y Marcos Zerda. La obra cuenta con la asistencia de dirección de Lourdes Salas.