Muy apreciada por algunos, que ven en ella al más literario de los géneros periodísticos pero también a la forma más directa y honesta de contar y leer historias verdaderas, y por otros vista como una especie ya en franca decadencia, conservadora y demasiado jerarquizante frente a la multiplicidad de voces, experiencias y recursos que ofrecen las nuevas tecnologías, la crónica tradicional no deja de juntar adeptos, tanto entre los lectores como entre los periodistas. Prueba de ello es la superabundancia de libros y revistas dedicados a ese intento de dar a conocer el mundo a través de una mirada subjetiva, que al mismo tiempo que narra trata de construirse a sí misma.
Como sea, en ese contexto de saturación, un proyecto como Tucumán Zeta, que propone la proliferación de relatos localistas organizados alrededor de personas e historias que no tendrían lugar en otros medios, que son lo propio y lo extraño a la vez, resulta, por lo menos, renovador.
La idea es la de contar lo que sucede acá, en Tucumán, a través de cuatro crónicas mensuales en las que se narra aquello que ocurre a nuestro alrededor y que a veces se nos escapa.
“En Tucumán hay vagabundos y héroes olvidados. Hay millonarios miserables, pistoleros, presos, luchadoras y soñadores. Hay laburadores explotados, explotadores desalmados, políticos, desaparecidos, abogadas, justicieros, estafadores, sacerdotes, músicos esperanzados y madres con hijos enfermos. Hay futbolistas, traficantes, colectiveros apurados, prostitutas, gente que va a laburar temprano, estudiantes libres, panaderas enamoradas. Y hay en cada uno una historia para contar. Ese es nuestro compromiso. Te acercamos a sus vidas. Y te las contamos bien”, dicen Pedro Noli, Exequiel Svetliza y Bruno Cirnigliaro, creadores y miembros del consejo editorial de Tucumán Zeta.
Ellos creen en la crónica como manera de comprender al otro, a lo otro, tanto lo lejano como lo próximo. Pero sobre todo esto último: “un otro que ya no es una civilización, una raza o una cultura distinta; sino algo mucho más cercano y familiar. Todos somos otro, esa es la premisa”, sostiene Svetliza en su primera bitácora, donde habla de la crónica como de una verdad entre muchas posibles. Y agrega: “Cierto tipo de periodismo ha mistificado la palabra realidad. Nos ha hecho creer que existe una realidad que puede ser contada sin necesidad de un sujeto. Pues bien, sin sujeto no hay narración ni realidad. Lo que llamamos realidad es siempre una vivencia; un hecho atravesado por la mirada, el pensamiento y el corazón de alguien. El cronista no disfraza esa subjetividad, le propone al lector un juego honesto. Le dice: te voy a contar la historia de lo que escuché, de lo que vi, de lo pensé, de lo que sentí. La crónica es entonces ese relato lleno de humanidad”.
Tucumán Zeta se pude leer entrando a http://www.tucumanzeta.com/