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La Casa Museo, un mundo donde las piedras cobran vida

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El particular talento de Luis Rodolfo Agulló, un médico apasionado por la naturaleza, creó un curioso y bello jardín de piedras en El Charquiadero, paraje que forma parte del Valle de Las Estancias.

A esta práctica poco difundida se la conoce como arte natural.

“Toco el tenaz esfuerzo de la roca, su baluarte golpeado en la salmuera, y sé que aquí quedaron grietas mías, arrugadas sustancias que subieron desde profundidades hasta mi alma, y piedra fui, piedra seré, por eso toco esta piedra y para mí no ha muerto: es lo que fui, lo que seré reposo de tu combate tan largo como el tiempo”, reza parte del poema, “Casa”, del escritor chileno Pablo Neruda, y resume en parte la sensibilidad de un particular artista que humildemente se autodefine como “acomodador de piedras”.

Se trata de Luis Rodolfo Agulló (57 años), es médico, oriundo de Villa La Trinidad, pero por razones personales y por gusto su vida se desarrolló entre Concepción y El Charquiadero, un bello paraje que forma parte del Valle de Las Estancias en Catamarca. Allí, en el fondo de su vivienda, se encuentra lo que los lugareños han denominado “Casa Museo”. Miles de piedras de diferentes tamaños asentadas de diversas maneras, con un sentido más natural que lógico y más abstracto que figurativo, forman parte de una galería a cielo abierto de objetos ensamblados.

Desde pequeño comenzó, como en una especie de juego, a descubrir en las piedras que se encuentran en los ríos, atraído por los colores, la textura, por formas determinadas, por la plasticidad, el volumen, que uniéndolas se podían conformar ciertas imágenes, que no necesariamente debían ser figurativas. En la actualidad esta práctica, no muy difundida, se la denomina Arte Natural.

La particular relación que posee el artista con estos elementos que se los provee la naturaleza, pareciera no tener mucha importancia si se lo analiza superficialmente. “Las piedras están por todas partes, hay millones, pero como dice la gente en El Charquiadero, parece que yo hablo con las piedras o las piedras me hablan. En realidad lo que sucede es que las personas miran sin ver. Hay piedras que pueden ser de color gris y no decir mucho y sin embargo hay otras que tienen colores, incrustaciones con formas determinas y no necesariamente que se defina como una imagen, por ejemplo un león. Aquí lo importante es la plasticidad mediante el movimiento, la textura, los colores etc.”, explicó Agulló.

La “Casa Museo”, durante los últimos años, ha sido visitada por cientos de curiosos de diferentes partes del país. Es un espacio muy amplio con desniveles, rodeados de frondosos árboles, césped de un verde intenso y plantas autóctonas y que en ciertas épocas del año, mágicamente, cambia su fisonomía. En ese sitio se encuentran acomodadas a veces con un orden racional y otras no, estas bellezas de piedra.

Allí se pueden descubrir, estas obras con una estética natural única, de tamaños que varían desde los 15 cm hasta los 2 metros de alto y otras que llegan a medir más de 25 metros de largo, como es el caso de una víbora que serpentea y envuelve algunas de las figuras abstractas, inyectándole un movimiento singular a todo el contexto. Por otra parte, dentro de la galería, también existe una casa de huéspedes que el médico restauró y amuebló con rocas de uno de los ríos que pasa cercano a su propiedad.

En la mayoría de los casos la elaboración de una obra de arte, más allá que Agulló se encarga de aclarar que le da pudor que lo consideren un artista, lleva un tiempo determinado que a veces pude ser casi instantánea o acarrear años desarrollarla. Para “el acomodador de piedras”, esos tiempos son relativos y movilizadores que se confunden entre un regocijo espiritual y calor interior.

“Encontrar las piedras, alzarlas, transportarlas. Realizar las perforaciones, todo… Todo es emoción, imaginación, creación. Generar estas formas y estos espacios es una gran movilización. Movilización interior. Un regocijo espiritual, un calor interior. Nunca medí el tiempo. Cuando tomo un descanso en medio de este ambiente, me da un confort espacial indescriptible. Esa energía vital es movilizadora y antes de finalizar un ensamble ya estoy pesando en el próximo. No puedo parar, me falta el tiempo”, comentó el médico.

Además de resaltar la práctica intensiva que realiza de esta actividad artística única por esta parte del país, Agulló es un reconocido escritor que lleva publicado dos libros. “Andoy” que son relatos y anécdotas rurales que el profesional recopiló a largo de 25 años, atendiendo en dispensarios, guardias de hospitales y en su consultorio. Y el otro es ¿Sabes…? Sucesos fantásticos. Sin dudas que el arte de curar, escribir y “acomodar piedras”, estas poderosas combinaciones, le han servido para interpretar y mirar la vida de una manera diferente, quizás encontrando formas donde no las hay o simplemente acomodando sus energías para acercarse más a la naturaleza, de la cual todos formamos parte.

¿Cómo define lo que usted hace con las piedras? Rodolfo Agulló: “Soy un acomodador de piedras. ¿Quién de niño, no vio, le gustó y levanto alguna piedra? Ya sea por su color forma o brillo. Las personas miran sin ver, hay piedras que pueden ser de color gris y no decir mucho y sin embargo hay otras que tienen colores, incrustaciones con formas determinas y no necesariamente que se defina como una imagen, por ejemplo un león. Aquí lo importante es la plasticidad mediante el movimiento, la textura, los colores etc.”.

¿Las considera obras de arte? Rodolfo Agulló: “Son obras de arte natural. Bellezas naturales de piedra que se formaron hace mucho tiempo y yo juego con mi creatividad. Simplemente hago que algo que se formó hace millones de años exista para mí y para los demás”.

¿Cuánto tiempo le lleva acomodar las rocas y que tamaño tienen? Rodolfo Agulló: “Depende, hay algunas que salen espontáneamente y otras que llevan su tiempo poder ensamblarlas. Imagínate hay algunas obras que tienen más de dos metros de alto que se ensamblaron con piedras de muchísimo peso. Debo tomar los recaudos necesarios para que todo quede bien y no sufra daño ni la obra ni el que visita la obra. Y el tamaño varían, hay algunas que superan los 2 metros de alto y otras que alcanzan solo 15 centímetros. También existe una especial que tiene forma de víbora que rodea parte del jardín de unos 30 metros de largo aproximadamente”.

¿Cómo es el proceso de ensamble y creación? Rodolfo Agulló: “Utilizo un taladro especial con mecha de vidrio y se coloca un alma de acero 1045 con un cemento químico. Y en otros casos, no hace falta utilizar ningún elemento ya con el mismo peso se equilibran. Y en cuanto a la creación algunas son espontáneas y en otras realizo un boceto. Por ejemplo hay una obra que los visitantes observan en una piedra triangular con una muesca, al sobrero de Napoleón, y en realidad forma parte de una composición que se denomina Instalación. Es difícil hallar en la naturaleza algo que sea geométrico. Esta es una Instalación compuesta por una piedra con forma de cubo, otra cuadrada, una triangular con una muesca y otra con forma de rombo. La verdad que es una combinación de hermosas rocas de diferentes colores donde yo hago una composición de tipo geométrica. Aclaro que pocos visitantes se dan cuenta y la verdad que no me molesta.

¿El hecho de utilizar máquinas para atravesar las piedras o para hacer dibujos, no deja de ser natural? Rodolfo Agulló: “Si. Así es. También me hice la misma pregunta y hasta me dolía, de tanto pensar me salió una reflexión. Se habla de la naturaleza como algo ajeno, diferente al ser humano. Pero, por ejemplo: he sido engendrado naturalmente, nací de parto natural y hasta donde yo sé creo ser parte de la naturaleza. La naturaleza interviene sobre nuestra naturaleza humana. Llueve sobre mi cuerpo. Me quema el sol y cualquier sismo, rayo o río crecido me puede herir o dejar muerto. La naturaleza cuando se desboca arrasa cualquier “otra” naturaleza viva o no “viva” también. Las piedras… ¿no están compuestas por átomos en movimiento? ¿Vivas? Yo, como parte de la naturaleza, corto el pasto, puedo podar un árbol, etc. Que le haga un agujero a una piedra o intervenga sobre ella de alguna manera… ¿está mal? ¿No soy, acaso, parte de la misma?

¿Ha podido encontrar, en otras partes de mundo, este tipo de arte natural? Rodolfo Agulló: “En el año 1999, viaje a Nueva York y allí observé construcciones de pircas parecida a la de la víbora, que lo construí para mi madre y que tiene en realidad un simbolismo de vida. La cultura indígena veía al rayo como una víbora y a su vez el rayo era sinónimo de lluvia y el agua es vida. Vi algo parecido a lo mío en los Estados Unidos”.

¿Y en Argentina? Rodolfo Agulló: “En nuestro país si tengo que mencionar a alguien es a Enio Iommi. Un gran artista un maestro del arte escultórico y que se destacaba en el arte figurativo. Sin embargo también descolló, dando un vuelco dentro de su carrera artística, en la construcción y en la escultura de objetos ensamblados y abstractos. Muchas de sus esculturas están emplazadas en lugares públicos y privados. Él para mi es un gran referente en la Argentina. Aun vive en la ciudad de Rosario”.

¿Cómo se llega a la “Casa Museo”? Rodolfo Agulló: “Esta ubicada en el fondo de mi casa en El Charquidero, paraje ubicado en Las Estancias Catamarca. Partiendo desde Concepción por ruta nacional 65, distante a unos 71 kilómetros”.

¿Cómo sintetizaría su trabajo? Rodolfo Agulló: “Con las palabras de mi tío Joaquín Fernández, que cuando vio el museo a cielo abierto dijo: Amor, acción, esfuerzo, imaginación, creación, emoción, trabajo, pasión. Y más amor. Por todo esto, en el futuro, quisiera poder compartir mi experiencia, no como un paseo –aburrido- por un museo, sino como un contagio movilizador y que las personas que me visiten realicen algo parecido y aun mejor. Crear. Inventar. Quien quiera visitarlo: está invitado.

Por Rafael Medina