Malogrado campo de esparcimiento y vida se convirtió con el correr del tiempo, debido a los descuidos y faltas de inversiones, en un espacio de inseguridad, insalibridad y por sobre todas las cosas desnuda lo que hoy es la falta total y absoluta de políticas ambientales tanto del municipio como del Gobierno de la Provincia.

Tanto el Gobierno Municipal como el Gobierno provincial discuten la tenencia de este “hijo no aceptado”, la triste realidad ambiental se vuelve una bola en bajada ya casi insostenible que no encuentra su freno y golpea a una sociedad que sólo consume malas noticias (drogas, prostitución, muertes dudosas, falta de agua potable, etc) y está ávida de los buenos ejemplos.

Este complejo es la pelotita del ping-pong de dos organismos que deben dar respuestas al pueblo que los votó, sin embargo  mutó en ser campo deportivo en “tierra de nadie”, donde los niños no pueden ingresar debido al peligro que corren por la falta total y absoluta de control, los vestuarios, los baños y el gimnasio, repletos de basura y materia fecal que provocan en el aire malos olores que desvanecen los sentidos, pozos ciegos y caños rotos perdiendo constamente agua, desperdiciando lo que a otros les falta.

Llegamos al año del Bicentenario, solo con maquillajes para los Festejos,  pero los basurales continúan reproduciéndose en cada esquina, las entradas a la ciudad por La Costanera, aparte de ser una mala imagen es una invitación a pasar de largo a otras provincias,  el camino al Aeropuerto Internacional a los costados por Alderetes una imitación del Matto Groso y como si esto fuése poco hoy un complejo en plena ciudad que logró pasar de un campo de salud a un campo de inseguridad, malestares e irresponsabilidades compartidas.  Al que le calce el saco, que se lo ponga. (*Por Pedro Martínez y Víctor Hugo Guardia)