La empanada tucumana volvió a dar que hablar, esta vez a nivel nacional: fue elegida como la mejor del país en una encuesta realizada por el portal especializado Visiting Argentina, que convocó a miles de usuarios a participar del ranking de las empanadas más sabrosas del territorio argentino.
El sondeo buscaba responder una pregunta que divide pasiones en toda la Argentina: ¿cuál es la mejor empanada?
Con su masa fina, su inconfundible repulgue y un relleno jugoso preparado con carne cortada a cuchillo, cebolla, huevo duro y condimentos justos, la empanada tucumana se quedó con el primer lugar del podio.
Su sabor, su aroma y la fuerza de una receta transmitida de generación en generación la convierten en un ícono de la cultura gastronómica del norte argentino.
El ranking nacional ubicó en segundo lugar a las empanadas salteñas, reconocidas por su jugosidad y sus tradicionales toques de pimentón y comino, mientras que el tercer puesto fue para la versión santiagueña, que suele incluir aceitunas, pasas y huevo, y se cocina en horno de barro.
La elección de la empanada tucumana como la mejor del país no es un dato menor. Más allá de la receta, esta preparación representa una identidad, un modo de vida y una historia que se mantiene viva en las cocinas familiares, en los concursos regionales, en los puestos de feria y en las celebraciones populares de toda la provincia.
Desde hace más de cuatro décadas, incluso, cuenta con su propia celebración: la Fiesta Nacional de la Empanada, que se realiza cada año en Famaillá y que reúne a miles de visitantes.
Presente en cada reunión, fiesta o evento popular, la empanada tucumana sigue conquistando paladares dentro y fuera del país. Su consagración como la más rica de la Argentina es también un reconocimiento a una tradición que se cocina a fuego lento y se saborea con orgullo.
Una historia larga y rica
Aunque su versión actual tiene un sello bien tucumano, la historia de la empanada es larga y viajera. Su origen se remonta a la Edad Media, cuando los árabes llevaron a la península ibérica una preparación similar, conocida como sfijas o fatay. Los españoles la adaptaron, dándole forma de pastel relleno (esa famosa “empanada gallega”) y, con la conquista, esta tradición cruzó el océano y se instaló en América.
En Argentina la empanada fue adoptada y transformada por las distintas provincias, hasta adquirir características únicas en cada lugar.
En Tucumán, el relleno de carne cortada a cuchillo, con cebolla, huevo duro y condimentos justos, cocida al horno de barro y con 13 repulgues (ni uno más ni uno meos), es hoy una insignia que marca diferencia y despierta orgullo.
Pero, ¿cómo se volvió la empanada un verdadero símbolo de lo tucumano?
El camino fue lento, pero firme. A lo largo del siglo XX, la cocina regional comenzó a revalorizarse como parte del patrimonio cultural intangible. En ese contexto, la empanada se alzó como protagonista, gracias al papel de las cocineras populares que transmitieron la receta de generación en generación.
Con el tiempo, concursos, festivales y hasta récords Guinness la posicionaron como mucho más que un alimento: la empanada tucumana se convirtió en patrimonio sentimental.
Hoy tiene su propia fiesta: la Fiesta Nacional de la Empanada, que desde 1979 se celebra en Famaillá y convoca a miles de visitantes.
De Famaillá para el mundo. Es que en un contexto cada vez más globalizado, la empanada también supo viajar. Desde hace años, cocineras tucumanas radicadas en otras provincias o países la ofrecen en ferias, eventos o locales gastronómicos, logrando que ese sabor tan nuestro cruce fronteras.
Por eso cada 8 de abril se celebra el Día Internacional de la Empanada, para reconocer el valor de esta comida para nuestra cultura, y su impacto en el mundo.
Hoy, la empanada tucumana sigue escribiendo su historia, no solo en las cocinas familiares o en las fiestas populares, sino también en manos de quienes, como Cristina, la llevan con orgullo a otros rincones del país y del mundo. En cada bocado, hay una tradición que se mantiene viva y una cultura que, lejos de apagarse, se saborea con más fuerza que nunca./Ente Tucumán Turismo