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Cuando uno cuenta cuentos le está dando una llave para que cada uno se encuentre

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Un mendocino Cuenta Cuentos dio algunas pautas del oficio que lo toma.

El escenario está limpio. Hay una silla en el centro y una mesa a la derecha, todavía están prendidas las luces de la sala. Entra un flaco con un vaso en la izquierda y una jarra con agua en la mano derecha. Sale desde un costado y deja lo que tiene en la mano arriba de la mesa. En cuclillas acomoda unos papelitos, una naranja detrás de la silla y sigue callado.

El espectáculo se llama El amor es puro cuento.

Diego Flores ha nacido en la provincia de Mendoza, tiene 32 años. "Mi viejo, pintor de autos. Mi vieja, administrativa en un banco", detalla al comienzo de la charla. Un 14 de noviembre vino al mundo, ergo un escorpiano de pies a cabeza y mono, en el horóscopo chino. "De chico fui payaso, de chico en la escuela en los días de acto escolar yo levantaba la mano quería ser San Martín, quería ser Sarmiento, quería bailar en la fiesta de fin de año. Alma de payaso toda la vida. Mi mamá y mi papá bailaban, se conocen bailando en una fiesta de la vendimia. Ninguno fue bailarín profesional ni vivió de eso, pero despuntaron el vicio mucho tiempo. Hay como algo ahí en la familia que se disfruta mucho lo artístico", confieza Diego.

Desde su perfil salen palabras e imágenes que van llenando el escenario con datos sugeridos, no siempre palabras.

"Me interesa mucho que lo que digo le ayuden a buscar cosas al público. Trabajo desde la teoría de la percepción. La palabra se completa en el que la escucha, jamás siento que cierro algo sino todo lo contrario, siento que lo que tiro son llaves para que la gente abra cosas adentro suyo. Me interesa mucho que las personas se puedan sentir reflejada en lo que se cuenta, por eso me preocupo por temas muy humanos".

Diego había querido ser contador público nacional cuando entró en el tiempo de ir a la universidad, pero se escuchó antes. Dejó esas aulas para ser contador de cuentos. Siguió entreverado con las letras hasta el final, hizo cursos de mimo y avanza para graduarse en teatro.

Se da media vuelta y con voz de nena ‘histeriquea’ a un compañerito que quiere ingresar a su corazón con la ingenuidad de la edad del pavo.

"Los elementos que tengo son muchas herramientas literarias en cuanto al trabajo del texto. El material –si se quiere- más narrativo. La palabra primero. Después herramientas teatrales para abordarlo con el cuerpo y para lo que es la puesta en escena saco un par de cosas de un teórico muy importante que hay de cine. Siento que la narración oral se asemeja, en parte, mucho más al cine que al teatro ya que, como trabajo con una ficción oral yo de repente puedo tener 20 escenarios en escenas o puedo matar a alguien y que reviva y que la gente lo crea no así como si estuviera haciendo teatro que materialmente estoy más atado entonces me parece que estoy desde la percepción de nuevo y eso es lo interesante desde la narración se emparenta un poquito al cine, un poquito".

La conversación discurre por entre los arrabales de Las Heras y no cesan las evocaciones a las abuelas que lo consentían, la madre que le daba el aval imprescindible para que el camino de vida sea el confortable.

"… son como pequeños guiños que he ido teniendo que me han ido arrimando al teatro y yo siempre digo que tuve la suerte que el teatro me eligió a mí. Las decisiones más importantes en mi vida han venido hacia mí. Yo en eso soy un agradecido. El teatro me buscó. Me ayudó. Mi hermana de chica hizo teatro vocacional yo la vi a ella y me entusiasmé, lo que te digo".

Cuando se lo inquiere sobre el cómo hace para generar risas y conmoción suelta una expresión de obviedad: "Vivo así. Me parece que la vida es grotesca. Por momentos vas por la calle y mirás un lugar y te estás riendo si movés la vista 20 centímetros te ponés muy mal entonces lo único que trato es rescatar eso, ese espíritu de la cosa. Siento que la risa es una fuga que libera situaciones dentro de cada uno. En el cuento puntual de los abuelos por ejemplo juego con la percepción todo el tiempo cuando empiezo a nombrar cosas que no defino y cuando las empiezo a definir dejan ser graciosas y uno ya quiso estar ahí y se convierte como en un lugar sin salida. Como que te inviten a una fiesta y escuchés la música de afuera y que están entrando muchachas muy bonitas todo el tiempo y no me la quiero perder por nada y cuando entrás de repente te das con que es un velorio y ya estás ahí pero preguntando quién es el difunto y hasta sintiéndote mal, y hasta lo empresas a extrañar. Me parece que ese es un poco el truco".

La emoción que aparece con frecuencia la mira con cuidado. Hasta cauteloso.

"Yo no hablo de emoción porque la emoción me parece que es una meta difícil. En el sentido que ir tras una emoción a veces en la vida: se fracasa. Sí, yo hablo de ritmo, de ritmo de percepción por ejemplo en ese cuento puntual –el de los abuelos- cuando cambio el clima lo cambio desde el ritmo. Comienzo a jugar mucho con el silencio. Soy muy verborrágico de repente hablo, hablo, hablo. Voy construyendo situaciones, voy construyendo humor, no paro de hablar, hasta piso las risas, nunca dejo que el público se deje de reír y sigo avanzando, sigo avanzando y cuando necesito que ese clima cambie trabajo desde el ritmo".

La construcción de imágenes es una tarea difícil a no ser que el cuerpo esté afinado y tenga la plasticidad suficiente para lograr comunicación. La duda es cómo:

"Genero una imagen que puede ser graciosa a la percepción y de repente, en un segundo, la quiebro. Por lo general cuando quebrás eso, rompes cuarta pared, vas al público y es otro clima; lo más fuerte es que la gente tiene la sensación de risa los deja sensibles y lo otro necesitan sentirlo y suele emparentarse con la emoción en el más feliz de los casos. No hay una fórmula, se emociona el que puede el que quiere y el que tuvo suerte".

Cuando refiere los autores de su preferencia, los va adjetivando mientras resopla porque los nombres son infinitos pero cita los que hoy están más cerca

"Calvino, me fascina; Cortázar: yo empecé leyendo gracias a Cortázar. Me topé con él y me gustó leer. Galeano me parece que tiene un decir interesante construye teoría con un decir coloquial y eso me parece que más que darle peso a su teoría lo que está haciendo es darle peso a lo coloquial y así rescata un saber popular. Me parece que eso es importante y eso es importante ideológicamente por eso por lo general (eso es un recorte ideológico mío) en mis cuentos las palabras más sabias nunca las dice un profesional".

¿Qué hizo Cortázar para ganarse tu preferencia?

"El primer libro que leí entero en mi vida fueron los Cronopios y no lo entendí pero no lo podía parar de leer. Entonces me di cuenta que no era cuestión de entender, que para entender hay tiempo para sentir la vida es corta entonces había que sentir. El tipo a mí me hace sentir".

Cuando te digo que te representa me refiero a que es un texto que es como si lo hubieras escrito vos, por eso te representa.

"Ah, miles, miles. Me encanta Eduardo Sacheri, Fontanarrosa, me parece un genio, Alan Poe, me parte la cabeza, Clarise Lispector, Carlos Fuente, Rulfo me parece un infierno. Pedro Páramo, no sé como hizo el tipo para escribir eso, muchos, muchos más."

Sobre el escenario se desliza de cada medio giro sale un personajes ¿Cómo haces para que el público se integre a tu propuesta?

"Diálogo, diálogo. Dialogo permanente con el espectador. En ‘El amor es puro cuento’ el primero es introductorio que lo que demuestro es que lo que van a ver es un espectáculo. Ni bien comienza hay una charla de interacción con el público. Esto es para que la cuarta pared prácticamente no exista pero no desde la representación sino desde la percepción. Porque la idea es que se note de que la semillita de cada cuento está en todos. Es decir yo le hago una pregunta al público y responde y el que la responde comienza a hablar. El material humano es lo que después se va a teatralizar o a escenificar. La gente sabe que puede charlar y se empiezan a mirar. Mira para otro lado. La puesta escenográficamente está muy despojada. Un cuerpo, pequeños elementos y cuentos. Pero el espectador por momentos mira para otro lado y relaja y descansa la vista en cuento a la dirección y sirve mucho porque de pronto la gente mira para un solo cuadrado con una sola persona se podría agotar. Eso distiende mucho y en lo conceptual es que todos vean que las historias que les están pasando son las que terminaron en el escenario y por eso cada cuento termina con una vuelta mía del escenario hacia quien habló ofreciéndole un regalo no solo por el momento de exposición que acaba de pasar sino para demostrar que los cuentos van a terminar en la gente. Cortázar decía que los verdaderos libros van a terminar en la realidad si un libro no termina repercutiendo en lo cotidiano no es un libro."

¿Cuáles eran las cosas que más te llamaban la atención del Las Heras de tu infancia?

Lo que rescato es uno de los pocos lugares que pueden ser las 11 de la noche y puedes ver niños de 8 o 10 años jugando a la pelota. No tienen plata para tener una play station y sin saberlo son unos afortunados de estar jugando a la pelota con sus amigos hasta las 10 de la noche.

¿Quién te contaba cuentos?

Mi vieja, mis abuelas no, pero mi vieja si. Todas las noches me contaba cuentos me los sabía de memoria al final me los terminaba contando yo.

¿Cuándo escuchabas esos cuentos sabías para que te servían?

Sí, para soñar. Para sobrevivir. Para descansar el alma. Ese es el truco para eso sirven los sueños me parece.

¿Cómo afrontás la adversidad?

La cago a trompadas.

¿No te sirve ningún cuento?

No, no. Si hay hambre hay que arremangarse y laburar. Cuando estás enfermos y tenes que faltar al laburo y sino tenes que ir igual. El amor y la dulzura son dos armas importantes pero no sirven contra todo. Eso lo tengo clarísimo./Félix Justiniano Mothe