Con los ojos llenos de nostalgia y serenidad, Juan, nos recibe en el hall del Hotel. Contento de encontrarse de nuevo en su tierra, junto a sus amigos y su madre, nos cuenta la razón de su visita a la provincia. Con voz fuerte, segura y grave contesta pausadamente a cada pregunta. A pesar de su disposición y su tranquilidad, no se lo percibe entero, se siente la ausencia de una parte fundamental: la guitarra.
¿Uds. Vienen por un acto solidario? Creo que por 4º ó 5º año consecutivo para la Fundación que lucha contra las enfermedades Hemato Oncológicas. Desde la primera vez que fui invitado, me acuerdo que aquella vez vine yo solo, quedó como una relación de buena onda, porque la Fundación sentía que la buena convocatoria de público y la solidaridad manifiesta de muchos tucumanos. Esta iniciativa se plasmó en aquel primer encuentro y quedó la idea de que había que repetirlo y para mí, aparte del objetivo específico al que uno se suma, significa venir a mi tierra, que estoy encantado de visitar, ver a mi madre, a los amigos y a veces tratar de acordarme si sigo jugando bien al snooker, lo que me cuesta varias derrotas, (se ríe).
¿Qué es para vos la solidaridad? La solidaridad para mí –no esperés ninguna definición original sobre el tema- para mi es una condición natural de la condición humana, o del hombre viviendo en sociedad toda vez que se integra un colectivo, sea una comunidad, sea un país o un grupo de fines específico. La solidaridad aparece como una forma natural de la convivencia para la resolución de los problemas. Lo que pasa es que es un bien que se ha depreciado en función del fuerte avance de las posiciones individualistas. Es algo de lo que ha producido la cultura del neoliberalismo.
¿Cómo pensás que la música se solidariza con el otro? Uuuhhh es una pregunta casi filosófica. Es interesante, si. Me estás obligando a pensar. Creo que la música al carecer de las palabras tiene su propia forma de expresión ¿no? Yo creo que la música tiene diferentes presentaciones, diferentes usos, hay músicas que usan un lenguaje monótono que no dice nada y hay músicas que dicen mucho. Suponete, ayer renegaba yo en el vuelo porque ponen hasta que despega el avión, una música que se nota que está hecha con máquina y se repite, y se repite, y si el avión se atrasa estas sometido a escuchar. Empecé a hacer comentarios en voz alta ¡paren con esa música!, por suerte unos pasajeros se solidarizaron conmigo y empezamos a hablar del tema porque hay una música que atonta. Esa música no podría sonar como un elemento solidario o en todo caso es solidaria para las ideas de los que manejan situaciones grupales a favor de su propio interés. Por ejemplo para que la gente produzca más en los laburos o para que no se duerma cuando está laburando, esa es la explicación de que haya música electrónica y fuerte en los free shop de los aeropuertos, o en los shoppings, en los supermercados coreanos y chinos etcétera, etcétera porque dicen que si no se duermen. Para mí eso es lo contrario de la música solidaria. La música puede decir sin palabras. Puede hablar de dolores, de tristezas, de alegrías, de pasiones aunque no exista la palabra, es una hermosa metáfora la música en ese sentido y funciona solidariamente porque congrega a los que están tocando y escuchando, los congrega en torno a una emoción determinada y puede ser muy profunda y a veces puede decir. A mí me pasa, a veces, quiero componer algo para un tucumano desaparecido, compongo una música y no tiene letra y uno piensa cómo hago para decir algo sobre un tema tan fuerte, digamos, sin una palabra. Y sí, se dice.
¿Cuáles son tus musas y cuáles los temas que te convocan?
Bueno yo tengo un lado melancólico fuerte a pesar que también lo compenso con el humor, sobre todo con el humor de esta tierra, de los amigos, que los llevo conmigo siempre, pero rara vez el humor se traduce en mi música, más la melancolía, toda sensación amorosa, sea en el sentido de la pareja, o en el sentido de la tierra, parental o de la amistad. Eso es fuerte en mí. Creo que la tierra es muy fuerte. Todo lo que sea una pertenencia de raíz es una musa para mí.
¿Cómo es tu relación con la guitarra?
Bueno, es de dependencia. Dependo de la guitarra. Antes dependía excesivamente, antes a ésta entrevista la hubiese hecho con la guitarra agarrada, me sentía más seguro. Ahora puedo hablar sin la guitarra o sea que maduré mucho (risas).
¿La extrañás?
Yo tengo la tendencia a veces… Eso no quiere decir que la toque todo el tiempo ¿no? Muchas veces se habló de la guitarra como que es la mujer que tiene cadera, las curvas de la cadera y… otras partes que se pueden asociar más directamente a las genitalidades. Entonces uno puede acariciarla, pero en ese caso te estaría dando una respuesta burda, no me gusta ese tipo de cosas porque me parece que son una clishé así que… Uno tiene una relación con la guitarra porque, bueno, hace música con la guitarra y tiene que ver con lo que hablábamos antes, con cosas muy profundas y lo que no haría nunca en el caso que fuera una mujer yo tendría una sensación de monotonía de tedio, agarrarla y tocarla sin que tenga ganas, por ejemplo, eso no. Cuando me ocurre eso me siento muy mal y la dejo, prefiero que la guitarra sirva para momentos sublimes de mi vida.
¿Cómo fue la relación de la primera parte de tu vida con la guitarra? sabemos que tu padre le enseñó a tocar a Eduardo Falú.
Mi padre me enseñó a mí también, así como le enseñó a Eduardo me enseñó los primeros pasos. Cuando era un niño, acá daba clase un gran maestro de la guitarra, un guitarrista extraordinario que era Luis Ventura, clásico, era de la línea “segoviana”. Lo seguía a Andrés Segovia y tocaba en ese estilo, yo lo admiraba muchísimo, él fue importante en mi vida porque yo vi en él el lado de la música más universal, me inspiró mucho realmente, si bien no fueron muchos años, debo haber estado 3 ó 4 años con algunas intermitencias yendo a estudiar con él.
¿Y cuándo te independizas de él?
En realidad me independicé de toda forma de academicismo. No fue una independencia muy plena porque en realidad lo que hice fue escaparme. Escaparme de la disciplina, de las obligaciones, del estudio, de la técnica creo que me escapé. Entonces emprendí un camino más bohemio más informal me servía mucho Tucumán para eso porque la noche tucumana era poderosa, no sé cómo está ahora pero en aquellos tiempos era poderosa y para los que andábamos con desvaríos por ahí buscando quién sabe qué por la noche. Tucumán nos daba mucha noche y ahí hice un camino informal del que yo no me arrepiento; siempre siento que me ha faltado lo otro. Ese rigor que te hace tocar mejor porque tenés técnica pero también siento que he acumulado otras vivencias que me permiten por ejemplo tocar de una manera más emocional, más intuitiva, improvisar, ajustarme a situaciones, adaptarme a situaciones nuevas que se vayan presentando o que aparezca un cantor y uno tenga que tocar porque tenga ganas de juntarse, que te salga algo decente sin necesidad de tener la partitura al lado. Así que: eso fue.
¿La música, la haces pensando en vos o en el público?
Las dos cosas, pero no necesariamente al mismo tiempo ¿no? A veces pienso en mí, pero no es lo más frecuente. Lo más frecuente es algo un poco narcisista –no sé si le pasa a todos- pero es tocar e imaginarse que alguien está escuchando. Eso es inspirador, sobre todo si en esa imaginería el otro se siente bien. Tiene algo de narcisismo, y bueno, pareciera que a alguno le sirve bastante la mirada el oído del otro, pero también hay situaciones en que la música es la protagonista sin necesidad de ninguna otra añadidura, digamos, es la música misma. Eso también ocurre.
Cuando vos ves el público ¿te cambia el itinerario que vos te planteabas al subir?
Eso fue cambiando a medida que pasó el tiempo y que ocurrieron cosas en mi crecimiento, digamos, o sea por ejemplo en cuanto al programa con el que yo subía. Antes subía como la mayoría con mi programa y lo tocaba, después me empecé a sentir más cómodo con el armado del programa a partir del momento en que yo me siento porque ahí vi ese público que está ahí, esas sillas son la situación que inaugura para mí lo que va a ocurrir. Entonces no hay nada previo. Lo que hay previo son mis ganas de tocar y mi repertorio, que elegiré en el momento lo que voy a hacer pero en general me siento bien.
Mierda que habla fuerte el vago este. Bueno ¡¡¡hey!!! Flaco bajá un poquito. Eeehhh bárbaro. Ves el individualismo. No sé cuál era la idea se me ha ido.
En general me siento bien, antes sentía una especie de tensión. Suponete al salir al escenario en Cosquín solo ante 7000 personas salgo con una serenidad que a mí mismo me sorprende. O sea estoy seguro de lo que hago. No digo que lo haga bien digo que estoy seguro.
Hablanos de los amigos.
No me preguntes eso me voy a poner a llorar. Es que, es un tema.
Es como que hay un culto a la música, al vínculo.
Sí, si he tenido y tengo grandes amigos en los que la música y la guitarra tienen gran importancia y son de acá de Tucumán. Otros amigos con el tiempo los tuve cuando vivía en Brasil, me hice de un gran amigo, también tuvo que ver la guitarra. Pero tengo una extraña sensación con lo de la amistad, siempre siento que los amigos entrañables son los de una época determinada, sobre todo los del final de secundario y los de la época universitaria que coincidía con la militancia política. Lo que se gestó en ese periodo ha quedado como algo más entrañable, tengo una sensación extraña de que no podría tener amigos tan entrañables como los que ya he tenido y tengo ¿no? entonces ahí tengo por suerte una lista interesante ¡y está bueno! Hay varios pero tengo que pensar necesariamente en Pepe Nuñez por eso te digo que por ahí hablar de ese tema es medio doloroso. Con Pepe fuimos muy amigos.
Nos referimos a amigos mezclados con notas musicales
Ayer fue un día de encontrarme con amigos y ya empezamos a proyectar trabajos que tienen que ver con recuperación de unas obras. De repente nos damos cuenta que somos personas así, que ya estamos en la zona de los 60 digamos, nos conocemos desde hace casi 40 años y sigue estando la música presente y nos permite seguir proyectando cosas, eso es extraordinario. O por ejemplo el otro día hablaba con Juan Quinterios, el hijo de Coco, es uno de los grandes músicos que tiene el país, es maravilloso Juan y estábamos hablando de hacer juntos un trabajo y llamar como intérprete a Coco -que es su padre- y a otros amigos con los que cantábamos en los años 60’, así que la amistad y la música están muy imbricadas.
¿Cuándo te fuiste de Tucumán por primera vez por mucho tiempo?
La primera y única que me fui. Fue en diciembre del 74’. Fue un día terrible. Agarré un Renault 4, me despidió mi viejo en piyama con una intuición trágica y me fui y no volví. Yo ya sabía que me empezaba a buscar Bussi y su gente, sus asesinos. Me fui para salvar el pellejo.
¿Cuánto tiempo has estado en Brasil?
Los 8 años que duró la dictadura, poco menos.
¿Después te estacionas en Buenos Aires?
Sí porque yo ya tenía hijos uno que había nacido en Buenos Aires y otra hija que había nacido en San Pablo, Brasil. Como la mamá es de Buenos Aires y nosotros ya nos habíamos separado entonces yo decidí irme a Buenos Aires para estar cerca de mis hijos. Todavía no había conquistado un espacio como músico. Yo volvía aquí sin saber nada que iba a pasar conmigo, no sabía si iba a trabajar como psicólogo, a pesar de que al poco tiempo de llegar decidí que no, que aunque me muera de hambre iba a vivir de la música y me quedé en Buenos Aires. Después empecé a tener más hijos y ya tenía más motivos para quedarme allá y a veces me pregunto si vendría a vivir en Tucumán y siento contradicciones aquí. Esto es doloroso y muy fuerte decirlo pero… son cosas que a uno lo desaniman un poco algunas contradicciones. Por ejemplo cuando yo actué en Cosquín leí un poema de Soria el mismo día en que murió Bussi, ese poema es lapidario es como una verdadera sentencia: la sentencia que no tuvo. Acá en el correo de lectores de un diario importante me hicieron pedazos, hasta agradecieron los padecimientos que mi familia y yo tuvimos. Entonces yo digo, qué cosas raras que pasan en Tucumán ¿no? Si, si es muy doloroso y yo veo en los amigos como se parece en la convivencia, digamos, con personas que por ahí uno ve todos los días y sabe que están de un lado la historia que no tiene nada que ver con el otro lado, entonces es una confrontación muy fuerte que no se observa tanto en otros lugares. Ojalá que eso sirva para algo pero es difícil sobrellevar esa convivencia, muy difícil porque las heridas son tremendamente grandes y profundas. Entonces no sé, desanima un poco. Yo amo mucho a mi tierra
¿Cómo te trata Buenos Aires?
Bien, bien, muy bien. Tuve una experiencia muy grata a fines del año pasado porque hicimos una producción que yo no había hecho nunca antes, de Teatro Grande, con su correspondiente entrada que no era una entrada que yo suelo cobrar, tengo un público de changada joven, estudiantes que no suelen pagar entradas caras. Se hizo una producción que para justificarla requiere de una entrada más elevada, y fue una apuesta muy alta, que no había hecho antes .Y se llenó el teatro. Eso me dio la sensación de que todos estos años de caminos recorridos tienen esa devolución ¿no? Esto lo siento en todo el país. Viajo mucho y he tocado en absolutamente en todas las provincias argentinas y lo siento en todo el país. Sé que es un reconocimiento no solo al ámbito musical de uno sino a una forma de vivirlo al arte, una forma de ser también. Ya parece que me estoy alabando pero en realidad no, eso sería muy banal, soy muy consiente de mis limitaciones pero también debo reconocer que me siento bien con esas devoluciones que son muy gratas.
Félix Justiniano Mothe y María Lucía Sayago