Las razones económicas determinaron un estado de cosas que resulta imposible de resolver, de acuerdo con la propia víctima.
Nota sobre un texto de Adrián Cardozo Cusi - Psicólogo, Psicoterapeuta y Educador Social Miembro Titular de la AEBH (Asociación Española Bert Hellinger)
Se llama Consuelo, tiene 70 años, y se presenta ante el psicólogo atenta, cordial y solícita. Comenta que sus hijos están distantes y que no quieren saber nada de ella. Anhela que la visiten. Dice tener siempre la puerta abierta para ellos.
La historia se desarrolla en Almería (España) y es relatada por el psicólogo tucumano, radicado en esa ciudad desde hace muchos años. Trabaja en el Programa de Familia y Convivencia, donde recibieron a la anciana y trataron su caso. El psicólogo realizó sobre este caso una monografía que presentó en un congreso, bajo el título “La sonrisa excluida”.
La mujer va desgranando cada palmo de su historia. Añora a sus hijos y le duele la distancia que ponen con ella, al punto de no verlos durante mucho tiempo ni mantener comunicación alguna, salvo ocasiones muy excepcionales.
La hija mayor tiene 40 años y es madre de dos hijas de 9 y 4 años respectivamente, fruto de dos relaciones distintas. Con el padre de la niña menor la relación se prolonga hasta la actualidad. Vive en un pueblo próximo a la ciudad de Almería.
La segunda hija de Consuelo tiene 34 años, vive sola en otra ciudad -a bastante distancia- desde hace mucho tiempo. El hijo menor, de 31 años, convive con el padre y además trabaja con él. Tuvo una relación de pareja que culminó recientemente.
Consuelo se separó del marido hace 16 años y llevan muchos años distantes. Él la maltrataba y se habría desentendido de la crianza de los hijos mientras fueron pequeños. Siempre estaba ocupado trabajando e interesado por tener dinero, cuanto más mejor.
En el momento de la separación hubo un reclamo judicial, por parte del padre, para quedarse con la guarda y custodia de los hijos; aunque en realidad solo uno era menor. Su fundamento fue que poseía los recursos suficientes para hacerse cargo de ellos y la madre estaba a merced de una posible aportación suya. De ese modo consiguió convencer al juez. Este episodio fue tan traumático que marcó un antes y un después. Los hijos acabaron atribuyéndole toda la responsabilidad de lo sucedido a la madre, ocasionando un progresivo alejamiento que se mantiene vigente.
Consuelo intentó compensar su soledad afectiva con la visita a las nietas, sin encontrar la satisfacción buscada. Su hija, utilizando distintos ardides, obstaculiza que la abuela pueda acceder a ellas; al extremo de verse obligada a visitarlas en las proximidades de la escuela donde estudian, de forma esporádica, espontánea y hasta clandestina.
Por ese motivo llegaron a regañarle y presionarla para que no repita esas visitas, sin ofrecerle alternativa alguna a cambio. Ni siquiera habría sido una iniciativa de la hija, sino de la nueva pareja de ella. Esto acabará convirtiéndose en el desencadenante del pedido de ayuda por parte de Consuelo. Una abogada, a la que consultó, le sugirió dirigirse a los Servicios Sociales para tal fin.
Cuando nacieron las respectivas nietas no fue invitada a sus bautismos y menos aún a la comunión reciente de la mayor. Consuelo tuvo oportunidad de expresar su malestar al respecto y la respuesta concluyente fue: “no había otra alternativa que elegir entre papá y tú; ya que no había cabida para ambos”. La conflictividad con su hija mayor es exuberante, aunque le cuesta reconocer otro motivo que no sea económico: lo que le ofrece su madre no es capaz de equipararse a lo que le brinda su padre.
La hija mediana se apareció de visita hace un tiempo y sin previo aviso. La madre no pudo contener la alegría, a pesar de la actitud distante que mantuvo la hija durante el encuentro. Una vecina y amiga la reivindicará, cuestionando el comportamiento de la hija hacia la madre, en especial su atroz indiferencia. La hija se marchó y no volvió a contactar con ella. El hijo menor estaría entretenido en múltiples ocupaciones que lo mantienen alejado. La madre se comunica con él, pero su actitud de respuesta es totalmente fría.
Consuelo no concibe haber sido la burla durante años de su ex marido y ahora, víctima del comportamiento de sus hijos.
Ante la persistente exclusión que sufre, al punto de coartarle las visitas a sus nietas, la mujer descarta iniciar un proceso judicial porque no quiere líos con sus hijos. “Estoy pensando en el modo de desheredarlos y dejarle todo a mis nietas -dice-. Por otra parte abordar mi situación no tiene ningún sentido después de tantos años. ¿Para qué serviría?”
Esta última pregunta marcará el punto máximo de inflexión. Será el momento en el que asiento a su destino y me detengo sin dudar, otorgándole toda la dimensión tanto en extensión como en profundidad de la pregunta formulada. En ese instante, y en simultáneo, se produce una pausa silenciosa y ambos mantenemos la mirada de conexión indisoluble y soy capaz de poner en palabras la expresión implícita de Consuelo. Y digo: “Tal y como lo reconoce no se puede hacer nada”. Agrega ella: “así es”.
Entrecruzamos nuestras sonrisas y nos despedimos en un tono cordial, respetuoso y determinante.
(Almería, 6 de Agosto de 2011)
La realidad en Tucumán
Por Lucía Briones - Abogada, jefa del Departamento de Violencia, Mujer y Derechos Humanos de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán.
Creo que nuestra realidad es otra, aunque la madre no tenga ingresos, (salvo causas graves que no tienen que ver con las posibilidades esconómicas de la mujer), los menores quedan con la madre, máxime si hay una situación de violencia.
A favor del padre hay un régimen de Visitas y una obligación alimentaria, obligación que es para con los hijos y la esposa, (por el deber alimentario que existe entre cónyuges).
Los abuelos cuentan con instancias de requerir intervención en servicios de Familia Provincial y Municipales, para que intercedan a fin de arribar a acuerdos y firmar convenios privados de regimen de visitas para los abuelos. Si esto no funciona,ntambién pueden acudir directamente a Tribunales y soliciar un Regimen de Vistas para los abuelos, que es independiente, del que se concede a los padres. Puede suceder que los hijos elijan vivir con el padre, en esos casos se escucha al menor y se evalúa que es mejor para el menor y el Juez con auxilio del Defensor de Menores y el Gabinete Psico social, definen la situación.- En otros casos se da tenencia compartida, aunque algunos sectores prefieren que la tenencia éste en cabeza de un solo progenitor.
A veces uno de los progenitores, puede influir en contra del otro y/o utilizar su poder adquisitivo para atraer a los hijos, pero si los hijos han sido preservados , contenidos, puede haber desajustes y diferencias en el momento, pero luego los hijos pueden separar las cosas y mantener una relación acorde con ambos padres.- Tal vez el caso de Consuelo, responde a que ese alejamiento, se encuentra favorecido en parte, por que al momento en que se separó, la temática de Violencia no era trabajada, conocida y difundida, además que en ese momento había pocos profesionales y técnicos , (abogados, psicólogos, jueces, policias, etc ), formados en ésta temática.
Creo que no se trabajó, con las partes, en que más allá de la situación puntual de imposibilidad de relacionarse entre ellos, en los acontecimientos familiares, ambos padres-abuelos puedan estar y compartir, aunque sea en horarios diferentes, pero ambos compartir esos momentos, como cumpleaños, casamientos, nacimientos, bautismos, comuniones.
Nosotros tenemos casos en que ambos padres en forma conjunta festejan los cumpleaños de sus hijos, en otros casos cada uno tiene un tiempo para compartir o festejan días diferentes, en casos de abuelos puntualmente, algunos están en la reunión en igual o diferente mesa y en otros casos, uno va primero y luego llega el otro.