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Dos hermanos en un histórico juicio contra Minera Alumbrera

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Carlos y Miguel Aranda, dueños de tierras en Alpachiri, aseguran que la empresa multinacional contaminó sus campos y les impidió llevar adelante un proyecto para envasar agua de un manantial.

Los hermanos Carlos y Miguel Aranda son vecinos de Concepción que forjaron sus vidas trabajando de sol a sol en el campo que heredaron de sus padres en la localidad de Alpachiri, donde nacieron, ubicado a 18 kilómetros hacia el oeste de “La Perla del sur”.

Son devotos de la fe católica y admiten que Dios, en una especie de designio, los puso en el camino que los llevó a descubrir y denunciar la contaminación del agua de Alpachiri y Concepción, de acuerdo a estudios y análisis realizados en laboratorios de Argentina, Canadá e Inglaterra, que involucran directamente a la empresa Minera Alumbrera, emplazada en la vecina provincia de Catamarca.

En 2004, cuando hicieron públicas sus denuncias en los medios de comunicación del sur de la provincia, respecto de la contaminación, fueron ignoradas y hasta los trataron de “locos”.

Pero en los últimos años se han convertido en los referentes más importantes de la lucha contra la explotación de la minería a cielo abierto, hecho que los llevó a enfrentarse no solamente contra Bajo La Alumbrera, con quien mantienen un juicio por más de 300 millones de pesos por daños y perjuicios, sino también contra políticos, contra profesionales embanderados con la megaminería, e incluso contra las autoridades de la Universidad Nacional de Tucumán.

La búsqueda de la verdad, la igualdad, el bienestar por las futuras generaciones, la protección de los recursos naturales, pero por sobre todas las cosas porque aman a su tierra, decidieron luchar sin medir consecuencias y levantar la bandera a favor del medio ambiente y de la vida, según comentaron a lo largo de una extensa entrevista.

-¿Qué los llevó a investigar y estudiar la calidad del agua en Alpachiri?

-Miguel Aranda: Bueno, tenemos que hacer un poco de historia. Nosotros heredamos unas tierras muy fértiles que poseen un importante manantial de agua dulce. Ya en la época en que vivía nuestro abuelo, más o menos en 1962, un grupo de ingenieros tomó muestras porque desde allí se iba realizar una obra de red de agua que iba llegar a todo el pueblo.

Recuerdo que los especialistas ponderaban la calidad del líquido y esos dichos nos quedaron grabados en nuestra memoria, a pesar de que éramos chicos. Finalmente, esa obra no se realizó y cuando dividimos la herencia nos tocó el campo con este manantial.

Así que decidimos en 1990 realizar un emprendimiento familiar, una embotelladora de agua mineral, porque la agricultura en esos años no era muy rentable. Entonces hicimos nuevos análisis a la vertiente y nos dimos con la sorpresa. Desde el laboratorio nos dijeron que era una de las mejores aguas del mundo.

En ese momento comenzamos con el monitoreo del agua, medir la temperatura, el caudal etc. El manantial provee 30.000 litros de agua por día y comprobamos que siempre se mantenía estable los 12 meses del año.

-¿Lograron concretar el emprendimiento familiar?

Carlos Aranda: No. En 2004, cuando pudimos juntar el dinero, realizamos nuevos análisis y desde el área de Saneamiento del Siprosa nos dijeron que el agua no era apta para el consumo humano. Nosotros quedamos más que sorprendidos. Comenzamos a investigar las razones y lo que nos llamó la atención es que nuestros estudios fueron pedidos por la Sociedad Aguas de Tucumán (SAT), empresa que no tiene jurisdicción en nuestra localidad. Igual nadie nos daba una explicación.

-¿Ese hecho los llevó a investigar?

MA: Claro, el mineralducto de La Alumbrera pasa cerca de nuestras tierras y recordamos que en año 1999, vecinos denunciaron que camiones que pertenecían a la empresa acopiaban materiales a la altura del dique Villa Lola. Nosotros tomamos esa referencia, era abril de 2004, y decidimos llegarnos hasta el dique distante a unos 5 Km. de nuestro campo. Comenzamos a escarbar el terreno, somos gente que conocemos la tierra y nos llamó la atención los restos que hallamos, cómo aserrín podrido, y luego cavamos un poco mas y descubrimos un barro, de color negro oscuro, que despedía un fuerte olor a ácido, como de batería, que inmediatamente nos descompuso y nos produjo una picazón en todo el cuerpo. Días después decidimos contactarnos con miembros de la Federación Ambientalista de Tucumán, y ellos nos apoyaron para que alguien de la justicia o del gobierno investigue el producto que encontramos.

-¿Cómo y cuándo llegan a tomar muestras de ese material enterrado?

MA: Bueno, la intervención del ingeniero Pedro Otonello, miembro de la Federación Ambientalista, fue determinante, nos contacto con el Ministro De la Producción, que en esa época era, Juan Paz y nos convocaron a una reunión en Casa de Gobierno donde también el gobernador (José) Alperovich estaba al tanto. Entonces expusimos ante Paz y otros funcionarios esta situación. Al principio nos dieron la sensación que no nos creían, pero bueno al final resolvieron ir hasta el lugar, es decir hasta Villa Lola, el 22 de abril de 2005 y realizaron las excavaciones. Tanto el gobierno, la legislatura, la federación y nosotros, tomamos muestras de ese barro que luego hicimos analizar.

Quiero destacar que de este operativo también participaron, la Comisión de Medio Ambiente de la Legislatura, funcionarios de Servicio provincial de Agua Potable y Saneamiento (Sepapys), la subdirección de Recurso Hídricos y Medio Ambiente de la provincia, con el ingeniero Alfredo Montalbán (actual Secretario de Medio Ambiente de la provincia), además de entidades ambientalistas, entre otros.

-¿Cuáles fueron los resultados de esos análisis?

CA: El material encontrado tuvo diferentes destinos para ser analizados, por ejemplo; la Legislatura resolvió enviarlo a un laboratorio llamado Chesmex de Canadá, que fue el mas revelador, porque detectaron la presencia de mas de 60 metales entre ellos, cianuro, selenio, vanadio, cobalto, cromo, uranio, mercurio, oro, platino, molibdeno, níquel, estaño, fósforo, plomo, azufre, estroncio, titanio, vanadio, zinc, etc.

Lo llamativo, fue que los resultados obtenidos en laboratorio canadiense coincidían con los estudios realizados por la Federación Ambientalista de Tucumán, concretados en la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Mientras tanto el gobierno provincial envió sus muestras al Instituto Balseiro y los resultados nunca fueron dados a conocer, y las nuestras las enviamos meses después a Inglaterra al laboratorio Dynamco.

-¿Cuál fue la reacción, de la opinión pública, cuando dieron a conocer los resultados?

CA: En Concepción, que es donde hicimos públicos los resultados, tuvimos gente que nos apoyaba, que nos creía y otros que directamente nos trataban de locos. Y claro, siempre se escuchaba la campana de que la minería no contaminaba y que dejaba mucho dinero. Creo que nuestras declaraciones impactaron muchísimo en la opinión pública porque logramos instalar un tema que la gente desconocía.

-¿A partir de que la denuncia toma estado público, hubo aprietes, amenazas y ofrecimiento de alguna índole?

MA: Si, padecimos varios hechos, algunas personas que trabajaban para a la empresa pedían que nos callemos que no nos metamos con las multinacionales. Nos ofrecieron dinero en varias oportunidades y cuando le decíamos que nuestra lucha no tenía que ver con el dinero sino con un compromiso con la sociedad y con la salud, se reían y nos amenazaban. Igual, pese a todo eso, no claudicamos y seguimos la lucha.

-En septiembre de 2006 la CNEA realiza unos estudios a un pozo de agua del barrio El Nevado de Concepción y descubren un alto porcentaje de mercurio. ¿Qué coincidencias había entre ese análisis con los que ustedes realizaron en Inglaterra?

MA: En realidad los estudios hechos por la CENEA arrojaron que el agua de ese pozo, de la Plaza Abel Peirano, tenía un alto porcentaje de mercurio. Adujeron que esa contaminación se debía a la utilización de un hipoclorito de la mala calidad que habría sido utilizado por la SAT para potabilizar el agua. Lo que nos llamó la atención fue, además del mercurio, la presencia de otros metales, como el cobalto, estroncio, entre otros.

Es por eso y con ayuda de la federación ambientalista enviamos muestras del agua de ese pozo y también del barro enterrado en el dique Villa Lola al laboratorio Dynamanco, que esta en Inglaterra y es uno de los más prestigiosos de Europa.

-¿Y qué advirtieron?

CA: Y… aparecieron muchas respuestas, porque las muestras del barro y del agua del pozo, que están distantes a unos 25 Km., tenían casi los mismos minerales, eso si con diferentes valores, pero la mayoría coincidían.

Ese fue un momento importante, porque teníamos las pruebas de lo que nosotros presumíamos, que los desechos enterrados en el dique eran altamente contaminantes y que pertenecían a Bajo La Alumbrera, pero que además estaba afectando el agua de Concepción.

-¿Todavía creen que el agua de Alpachiri y Concepción sigue contaminada?

CA: Lamentablemente debo decir que si. Ningún funcionario del gobierno nacional, provincial y comunal nos dio un papel firmado que diga lo contrario. En 2007 se ordenó la realización de un muestreo de las napas subterráneas del departamento Chicligasta, lo mismo paso en Concepción pero sólo se concretaron dos de las tres etapas y nunca nadie, repito, del gobierno salió con algo firmado a decir que el agua no está contaminada.

- ¿Cómo creen que va a terminar esta problemática, y como ven el futuro de la megaminería en nuestro país, teniendo en cuenta la lucha que existe hoy por parte de los pueblos de zona Cuyo y del norte argentino?

MA: De acuerdo a nuestra experiencia y a las informaciones que manejamos creemos que esto tiene que tener un final y no tenemos dudas que será a favor de la sociedad, de la vida, de nuestros recursos naturales.

Tanto los pobladores de Famatina, Belén, Tinogasta y Andalgalá dijeron basta, ya no va más la plata ni los espejitos de colores la gente no es tonta quieren seguir viviendo en paz y limpios. La misma naturaleza nos está dando muestra claras con los desastres que se han producido en diferentes partes del mundo producto del cambio climático.

-Por último: toda esta experiencia vivida, ¿cómo repercutió en su vida?

MA: Cambió significativamente. Primero dejamos de labrar la tierra porque si nosotros sembramos nos contradecimos, ya que nuestros productos debido al contacto con el agua, estarían contaminados.También aprendimos a querer aun más la naturaleza, quizás antes de todo esto no le dábamos la importancia que hoy tiene para nosotros el agua, los ríos, los árboles, los pájaros en fin todo lo creado. Esta experiencia nos inyectó eso, ganas de cuidar más nuestros recursos y que el oro no vale más que el agua porque el agua es vida y nosotros queremos vivir.

CA: Tenemos la suerte que nuestras familias nos apoyaron en todo desde que arrancamos con este tema en 2004. Somos muy creyentes y creo que Dios de alguna manera nos puso esta misión como un desafío, para que luchemos a favor de la vida. Y parafraseando a la Biblia nos toca luchar contra un Goliat que es la minera y que esperemos, en algún momento, podamos vencerla

¿Cómo llega el diputado nacional Fernando Pino Solanas a contactarse con ustedes?

Fue cuando vino a presentar, en el 2009, una película en San Miguel, allí lo conocimos, él estaba interesado en conversar con nosotros, porque una las tantas denuncias que le hicimos a la minera ante justicia federal, fue por contrabando.

Esta era la primera vez que se denunciaba no por contaminación sino por sacar minerales a través del mineralducto (que recorre más de 300 Km. la mayor parte pasa por el territorio tucumano), y que no estaba siendo declarado por la empresa. Este dato, que no es menor, lo incluyó dentro su documental “Tierra Sublevada”.

-Ustedes también participaron de una asamblea en la Universidad Nacional de Tucumán donde debieron exponer todo lo que habían investigado ¿Cómo tomaron esta invitación y qué balance hicieron?

MA: Quedamos asombrados de que todas la autoridades de la UNT quieran conocernos y escucharnos, cuando en realidad ellos, que son los facultativos, deberían enseñarnos a nosotros. Fue difícil al principio porque nosotros somos de perfil bajo y no frecuentamos esos ámbitos, pero a los pocos minutos pasaron los nervios y contamos toda nuestra verdad. Y me acordé de mi viejo que nos decía… “Siempre que digan las verdad no tienen nada de que temer”. Nuestra exposición duró un poco más de 20 minutos. Allí también estaban algunos funcionarios del Yacimientos Mineros de Agua de Dionisio (YMAD) que escuchaban atentamente. Cuando terminamos nadie nos preguntó nada. La sala estaba en silencio.

Nota publicada en el Semanario 200 en febrero de 2011