Con la historia de Laura Carlotto, una escritora indaga en los secretos de una época oscura

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María Eugenia Ludueña presentó en Tucumán el libro que escribió sobre la hija de Estela de Carlotto, asesinada por los militares en 1978.

Laura era la hija mayor de Estela de Carlotto. Estudiaba Historia en la Universidad de La Plata, pertenecía a la Juventud Universitaria Peronista, al igual que su otra hija Claudia, y su hijo Guido Miguel. El 5 de agosto de 1977 las fuerzas armadas secuestraron a su padre, Guido Carlotto, que fue liberado luego del pago de 40 millones de pesos (equivalentes a 30.000 dólares de esa época), luego de haber sido torturado. Laura fue secuestrada con su compañero en noviembre de 1977. Estaba embarazada de dos meses y medio. Fue vista en el centro clandestino de detención La Cacha (en La Plata) por varios testigos. Se sabe que al mes del secuestro el compañero fue asesinado y a ella la dejaron vivir hasta tener su bebé, que nació el 26 de junio en 1978. Para tenerlo fue desplazada al hospital militar central en Buenos Aires. Una vez que dio a luz, le quitaron inmediatamente el bebé y la regresaron sola a La Cacha. Dos meses después del nacimiento de su niño, Laura fue sacada del campo de concentración junto con otro compañero y fue asesinada en una ruta del gran Buenos Aires. El cuerpo le fue entregado a su madre, Estela de Carlotto, el mismo día de su asesinato (algo muy inusual). El niño de Laura, Guido, ya es un hombre de 35 años, y no se sabe dónde está. Suárez Mason fue condenado en Italia por su asesinato.

Hace algunos días estuvo en Tucumán la periodista María Eugenia Ludueña, autora de “Laura, vida y militancia de Laura Carlotto”. El volumen fue presentado en la librería El Griego, donde la autora dialogó con Primerafuente y contó que -a pesar de pertenecer a una generación posterior a la de la protagonista de la historia- su propia infancia estuvo marcada por la dictadura y por imágenes que pudo entender después de haber escrito el libro. “Yo tenía seis años, salía de la escuela y veía las persianas agujereadas (a balazos); o una vez que fuimos al Itak Park vi la gente encapuchada que pasaba en un auto, o alguien que metía a un niño en un auto con una madre, que se le caía una muñeca y quedaba ahí en la calle -recordó-. También estuve cerca cuando fue la masacre en la casa de la hija de Rodolfo Walsh, Victoria, porque mi escuela quedaba en las inmediaciones. Uno lleva una marca generacional y trata todavía de entender algunas cosas, de saber más, y también de entenderlas desde distintos puntos de vista. Laura, como una militante que lo entregó todo, me interesaba por periférica, justamente, por mujer. También me interesaban estas marcas que hacen que uno vaya confluyendo casi sin querer y apareciendo en esta historia”. ¿Existen todavía muchas cosas por decir sobre aquella época? Me parece que es importante seguir escribiendo sobre los 70 porque es importante seguir apropiándose de las palabras. Dicen que "el que nomina domina". Todavía hay gente que dice que Laura Carlotto nunca estuvo embarazada cuando hay pruebas científicas, como las del
Equipo de Antropología Forense, que lo han constatado. Y sin embargo la persona que mató a Laura no está condenada. Si el hijo todavía se busca, junto con otros 400 nietos que falta encontrar, entonces eso quiere decir que todavía hay que seguir escribiendo mucho. También esto de los 70, que implica un montón de cosas. La militancia o Montoneros, cada cosa en la que uno se meta, dentro hay todavía un montón de palabras que nos tenemos que seguir apropiando, trabajando, identificando y contando cuál es el peso de ese significante. ¿Qué sentimientos le transmitieron los sobrevivientes que entrevistó? Me impresionó el sentido de lo colectivo, que nosotros como generación nunca lo vivimos de esa manera tan absoluta. Por ejemplo, esto de que compartían la casa, se iban de luna de miel en carpa todos juntos... Había un sentido de la vida compartida desde los ideales pero también desde la praxis, que a mí me parece que lo atravesaba todo, y eso es lo que le dio ese enorme sentido también y lo que hacía que pudieran entregarlo todo, aun desde la pequeña posición que ocupaban, como en el caso de Laura. Por eso, una de las estructuras que elijo para contar la historia de Laura es la de lo colectivo, porque me parece una especie de espíritu de cuerpo de la época que no se puede entender si uno no entiende la historia de Laura, que espero que cuente también otras historias, porque esa fue la idea, que pueda hablar por los demás para mantener vivo este espíritu colectivo que los atraviesa a todos. Ha pasado poco tiempo de todo esto y las heridas todavía no cicatrizaron del todo. Hay demasiada muerte, demasiada oscuridad. Se está empezando a hacer justicia. Quizás con el paso de los años se pueda elaborar otro tipo de reflexiones.

Por Ricardo Reinoso