Cada vez que José Ricardo Falú ocupó cargos públicos generó duras polémicas, pero también logró que creciera su popularidad. Aunque no hay encuestas, su renuncia como ministro de Gobierno provincial tras reclamar a los legisladores que resignen parte de sus salarios lo llevó a ubicarse en una posición de privilegio con respecto al resto de los políticos provinciales.
Abogado desde los 24 años, fue en cuatro oportunidades vocal de la Corte Suprema de Justicia de la provincia y autor de numerosos tratados sobre Derecho Penal.
Casado con una abogada, es padre de seis hijos. Nació en Tucumán en 1950 y se recibió de abogado en la Universidad Nacional de esa provincia. Fue autor del Código de Procedimientos Penales provincial. De temperamento fuerte y muy personal en su trabajo, que se suma a una robusta contextura física -mide más de 1,90 metro-, es sindicado como un hombre muy influyente en el Poder Judicial tucumano.
Su padre, un veterano dirigente peronista que luego fue juez, es su referente ineludible. También es sobrino del folklorista Eduardo Falú. En 1985, a los 35 años, se convirtió en el vocal de la Corte más joven de la provincia.
En 1988 renunció a este cargo porque no logró que se cubrieran vacantes en el fuero penal. En 1991 asumió como ministro de Gobierno, Educación y Justicia del entonces gobernador Ramón Ortega, de quien dijo sentir admiración "por su estilo de impartir autoridad".
Siempre polémico, mantuvo en su gestión fuertes enfrentamientos con la Legislatura. Fue interpelado en 1993 por denuncias de seguimiento ideológico. Su vehemencia en la sesión legislativa casi provoca un conflicto de poderes. Ese mismo año tuvo que volver al recinto a explicar la cinematográfica fuga del ex comisario Mario "Malevo" Ferreyra, quien había sido sentenciado a cadena perpetua por el asesinato de tres reclusos. Finalmente, las derivaciones respecto del caso sobre seguimiento ideológico precipitaron su alejamiento del cargo, en 1994.
En agosto de 1995 comenzó a desempeñarse como asesor del gobierno de Carlos Menem. Carrera frustrada Su próxima aparición pública se produjo en 1999, cuando participó de la puja interna del PJ como precandidato a vicegobernador. Esa contienda la perdió frente a la dupla Julio Miranda-Sixto Terán, quienes accedieron al gobierno de la provincia. Nuevamente, Falú se alejó de la faz pública. No duró mucho tiempo su retiro.
En febrero de 2000, impulsado por Miranda, asumió como ministro fiscal de la Corte. En ese cargo le tocó la tarea de investigar el vandálico ataque al diario local La Gaceta. En una entrevista publicada por La Nación , Falú, en su papel de investigador del atentado, había asegurado que los agresores ya estaban identificados y que habían sido dirigidos por un ex policía que había actuado en confabulación con las mafias locales. El hecho nunca fue esclarecido. El incremento de la delincuencia en la provincia llevó a Miranda a destituir a su entonces ministro de Gobierno.
En julio de 2000 nombró en esa función a Falú, quien en un principio fue visto con recelo por las fuerzas policiales. Este temor luego se confirmaría, al iniciar el flamante ministro una investigación en la cúpula policial para detectar casos de corrupción. Pese a que otrora se había manifestado acérrimo opositor a la detención de las personas para averiguación de antecedentes, Falú impulsó como ministro una ley cuestionada que permite la detención de ciudadanos durante doce horas. Su enfrentamiento con los legisladores le costó el puesto. Los instó a que renuncien a sus cargos por no responder a los reclamos populares de que resignen parte de sus salarios.
La historia reciente, lo pone a Ricardo Falú, como uno de los primeros diputados en apoyar a Néstor Kirchner y también en ser marginado del kirchnerismo por tomarse demasiado en serio la renovación de la política. Falú presidió la estratégica Comisión de Juicio Político, el motor del descabezamiento de la Corte Suprema de Menem. Pero cuando llegaron al último juez, el poderoso Antonio Boggiano, y desde el propio gobierno de Néstor Kirchner llovieron los llamados para frenar el proceso, Falú y el resto de los diputados del Grupo Talcahuano se negaron a acatar órdenes y siguieron adelante. No sirvieron ni los ruegos de la Nunciatura. Boggiano nunca pudo creer la osadía de quienes pusieron los principios por encima de las advertencias. Y abandonó la Corte.
La esclerosis lateral amiotrófica le fue devorando las neuronas que activaban sus músculos y por eso, en las últimas entrevistas las concedió postrado desde una cama en su departamento frente a la plaza Urquiza.