Toda una institución en la medicina pediátrica en “La Perla del Sur”. Durante décadas atendió a miles de niños en el sur de la provincia que hoy se convirtieron en padres y hasta en abuelos. Formó a médicos y creó la neonatología en el hospital Regional Concepción del que fue director entre otras cosas. Un profesional intuitivo y aplicado, apasionado por la música, la lectura y la fotografía.
Con 50 años de profesión les sigue robando sonrisas a sus pacientes y no tiene pereza para atender cuando lo necesitan. El amor y la intuición son los métodos que utiliza para conquistar a los “bajitos” y que según sus propios cálculos atendió más de 200.000 en toda su carrera como pediatra. Su rutina diaria arranca a las 5.30 de la mañana y reparte su tiempo en leer las noticias, escuchar radio, atiende el consultorio y por la siesta estudia.
Vive en Concepción, es abuelo y padre de 8 hijos y a veces le toca recoger del colegio al menor de ellos que tiene 10 años. Es un entusiasta de la lectura y del tango. Se reconoce como un estudioso empedernido de su profesión. Aunque aplaude los avances tecnológicos, pide recuperar la esencia de la relación médico-paciente.
Es amante de la fotografía y en la actualidad es miembro de la Sociedad Fotográfica Concepción, un hobby que abraza con mucho cariño casi desde la misma época que se convirtió en galeno.
Oriundo de San Miguel de Tucumán, el doctor Pedro José Sangenis (73 años), nació dentro de una familia humilde donde él es el mayor de los 4 hermanos. De niño quedó huérfano de padre así que a los 11 años, para ayudar a la economía familiar, comenzó a trabajar haciendo “changas”. En la adolescencia tuvo la oportunidad de ingresar en el Juzgado Federal y más tarde en la Unión Cañeros Independientes de Tucumán (UCIT) que le sirvió tiempo después para poder costear sus estudios en la Universidad Nacional de Tucumán.
En 1963 con sólo 23 años edad, un maletín repleto de sueños de ideales y recién recibido se instaló con su familia en Concepción. Más tarde fue trasladado a Juan B Alberdi para poder subsanar la falta de médicos dentro de su especialidad. Eran tiempo difíciles, allí comenzó a desarrollar una ardua tarea de educación y prevención en la salud del pueblo haciendo hinca pie en la gente humilde.
“Era la presidencia de Arturo Illia, en los hospitales del interior todo estaba por hacerse. La gente tenía sus costumbres y sus mitos. No era fácil hacerles entender a los padres que los chicos debían vacunarse o que “la paletilla” no se curaba envolviendo a los chicos dentro de la panza de una vaca recién muerta. Era difícil pero no imposible, nos teníamos que ganar al confianza de los papas para luego ganarnos la confianza de los niños y en parte creo que logré”, recuerda el médico.
Detrás de sus anteojos guarda una mira cálida y convincente, de sonrisa fácil, con voz clara, aguda y ágil, el doctor “Cacho”, como lo conocen en la ciudad nos abrió las puertas de su consultorio que esta decorado como una juguetería: un mono que silva, pósters de personajes de la televisión, muñecos de peluches desparramados por la habitación y regalos, que posan estratégicamente sobre una chimenea, que recibió de sus pequeños pacientes. Todo ello forma parte de su mundo, nos acomodamos y comenzamos el reportaje.
¿Como usted dijo, tuvo miles de pacientes pero imagino que alguno guarda en su corazón de una manera especial?
(Respira hondo) “Si creo que todos mis pacientes son y fueron especiales. Pero recuerdo a Rosita que fue un caso único y duro pero con final feliz. Rosita fue encontrada dentro de una letrina por una señora que vivía en la zona de la Curva de los Vega (Concepción). Ella me la trajo, yo trabajaba en el hospital de Concepción a mediados de los 70. La revisamos y la bebé estaba muy bien de salud pero padecía de Focomelia: una rara enfermedad que causa un desarrollo deficiente de los huesos largos de las extremidades, haciendo que estas sean más cortas de lo normal y, en casos extremos, que las manos, el pie o incluso los dedos surjan directamente del tronco, en síntesis parecen focas. Decidimos internarla porque había sido abandonada. Todos la cuidábamos, los médicos, las enfermeras y con el tiempo comencé a llevarla a mi casa. Ella era una persona cariñosa, dulce y muy inteligente jugaba con mis hijos todo el día. Era parte de nuestra familia hasta hizo el jardín de infantes en la escuela Uladislao Fría, los compañeros y los maestros de esa época la querían un montón era muy especial.
Un día surgió la idea dentro de nuestra familia en adoptarla, ya Rosita tendría unos 5 años, pero por intermedio de unos amigos nos comentaron que existía un programa de adopción internacional y que una familia de los Estados Unidos quería adoptar a una nena con capacidades especiales. Según pude saber esta familia ya tenía varios chicos adoptados con ciertas discapacidades. Así que nos interiorizamos y empezamos a intercambiar cartas hasta que bueno decidimos entregársela a esta familia que tenía una buena posición económica según nos comentó gente que trabajaba en el organismo internacional. Y con mucha pena, para todos nosotros, Rosa partió a los Estados Unidos pero seguimos conectado con ella vía cartas. Una vez me envío una foto con sus piernas ortopédicas y también con un brazo ortopédico. También sé que estudió una carrera vinculada a la informática y se adaptó muy bien. Hoy calculo Rosita debe tener unos 42 años”, (recuerda emocionado).
¿Por qué eligió ser médico y la especialidad pediatría?
“Siempre me gustó la parte médica. Yo estudié la primaria en la escuela Mitre y luego el secundario fui al Colegio Nacional en San Miguel de Tucumán. Y cuando salí del secundario elegí esta carrera porque me gustaba y además porque me permitía trabajar. Por esos años yo trabajaba primero en el Juzgado Federal y después en UCIT entonces podía seguir con mis actividades y estudiar. Pero debo reconocer que tuve muchos amigos de “fierro” que me ayudaron y por supuesto, mi familia, mi madre.
Y elegí ser pediatra porque siempre me interesó la problemática infantil. Cuando era niño vivía en la calle salta el 1000 en la capital tucumana, en aquella época no es como ahora que tenés avenidas y calles pavimentadas, había sólo algunas casas de material y ranchitos. Me críe con esa realidad entonces veía a los chicos jugar descalzos en los inviernos crudos o que no tenían para comer a la noche. Ese contexto que me afligía cuando era niño influyó para que tomara el camino de la pediatría”.
Se recibió muy joven y se vino a trabajar al interior ¿Por qué decidió instalarse en el sur de Tucumán?
“Me recibí el 30 de octubre de 1963 y casi inmediatamente arranque con mi trabajo.Tuve la posibilidad de hacer amigos en mis tiempos de jugador de rugby, así que por intermedio de ellos llegué a Concepción donde me instalé con mi familia. Hice la residencia y luego trabaje en el hospital en Juan B Alberdi. Corría el gobierno de (Arturo) Ilia que para mi fue excelente. En ese año, en 1963, se comenzó a desarrollar el programa Materno Infantil. Era un programa muy integral que llegaba directamente a la madre y al niño para poder paliar la complicada situación en la que se vivía.
La mortalidad infantil era tremenda de cada 1000 chicos se morían 126. Era altísimo el promedio. Me acuerdo que todos los días entraba una camillita con el cuerpito de algún recién nacido a la morgue del hospital de Concepción.
Entonces solamente haciendo un control del embarazo, poniéndole las vacunas a los bebes en tiempo y forma, la mortalidad infantil bajó sustancialmente. Por supuesto que fue una tarea titánica antes a los chicos recién le ponían una vacuna a los dos años de haber nacido y cuando nosotros comenzamos a colocarla en el segundo mes, al cuarto mes y al año de vida los papas no entendían nada. Era un trabajo de entendimiento que tuvimos que hacer, de concientización”.
¿Cuáles eran las patologías más comunes en esa época?
“Había muchas pero principalmente era la desnutrición severa. Hace 50 años los chicos recién comían carne y cuando podían a los dos años de haber nacido. Recuerdo que en algunos lugares parecían esos chicos que se ven las fotos en el África con el vientre dilatado. Hoy por suerte ya no se ve ese tipo desnutrición.
¿Cuántas generaciones de chicos ha podido atender durante estas cinco décadas?
“Aunque suene increíble estoy atendido la cuarta generación. Dentro de mis ex pacientes tengo padres y que me traen sus hijos para que los atienda, otros que ya son abuelos y hasta bisabuelo. Haciendo un cálculo más o menos voy atendiendo más de 200.000 consultas en estos 50 años de médico”.
¿Fue uno de los ideólogos de la creación del área de neonatología en el hospital de Concepción?
“Así fue, en 1967 junto a otros colegas que habíamos hecho un curso de Salud Pública veíamos a la necesidad de crear una sala de “neo” (neonatología) para el sur de la provincia. El lugar indicado era el hospital Regional de Concepción, así que nos pusimos manos a la obra y logramos conseguir dos incubadoras, que le colocábamos un foco de 40 watts en verano y de 60 watts en invierno. Años más tarde reforzamos el área cuando me tocó, a través de un concurso, ser el Director del hospital. Era muy rústico pero fue la punta de lanza para lograr lo que hoy tenemos que es una de las mejores de Tucumán”.
¿Usted sigue estudiando y se lo nota muy activo?
“Siempre me gustó estar al día en lo que se refiere a mi trabajo. Claro que cuando era joven hice muchos cursos, post grados. Me levanto a las 5.30 de la mañana, leo el diario, después escucho radio y me voy al consultorio. A la siesta me encierro a estudiar, estoy haciendo 4 cursos en estos momentos y por la tarde de nuevo atiendo en el consultorio. A veces tengo que buscar a mi hijo menor que tiene 10 años de la escuela. Me doy tiempo para todo o al menos trato (risas).
¿Cuál es el mensaje que les deja a los médicos jóvenes, por qué deberían elegir la pediatría?
Esta es la especialidad en la que se aplica la medicina clínica por excelencia. Es ejercer la medicina en toda su dimensión. Hoy existen muchas especialidades donde se aplican nuevas técnicas y tecnologías. Aplaudo los avances tecnológicos pero no hay que dejar de lado al enfermo, hay recuperar la esencia de la relación médico-paciente.
Por ejemplo yo primero para saber que enfermedad tiene el niño converso con los padres ellos me dan un panorama que tipo de síntomas tiene el pequeño. Y después lo reviso voy tocando partes del cuerpo y mirando su rostro para ver si muestra algún gesto de dolor etc. Aquí debo reconocer que hay mucho de intuición pero sobre todo tenés que querer al niño darle amor y de esa forma te ganas la confianza, no hay otra manera.Si tuviera que volver a estudiar elegiría medicina y volvería sin dudas hacer pediatra. A mis 73 años aún sigo trabajando y me encanta, me mantiene vivo”.
Por Rafael Medina