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Las enfermeras de Malvinas que sanaron almas en la guerra

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Muchas mujeres enfermeras fueron fundamental en la contención de los soldados en Malvinas. Ampliar
Muchas mujeres dedicadas a la rama de la salud formaron parte de la Guerra de Malvinas. Desde un rol activo y fundamental como enfermeras, no solo brindaron atención médica sino contención emocional y psicológica a los combatientes.
Durante el conflicto por recuperar las Islas Malvinas, hace 40 años, las enfermeras, muchas tenían entre 21 y 25 años de edad, motivadas por su vocación y el servicio al prójimo, no solo asistieron a los heridos durante el conflicto bélico en terapia intensiva, quirófanos, terapia general, sala de quemados; sino también en las trincheras lavando y vendando heridas. Cuando el tiempo lo permitía viajaban en helicópteros sanitarios o alcanzaban a los soldados con pesqueros y con las redes los subían con las camillas a bordo y estar en la atención permanente.

Ana María Mendoza, actualmente Secretaria General de ATE (Punta Alta), en un diálogo con Diego Tomas para el ciclo radial “Alguien Nos Perdonará” emitido por Radio Prensa, rememoró su participación y vivencia durante la Guerra de Malvinas en la que tuvo su labor como enfermera.

El trabajo que realizo fue incansable, silencioso y fundamental. Soportó el miedo, el frio y la soledad y tanto ella como sus compañeras contribuyeron a la recuperación física y anímica de los soldados. La enfermera relató: "tenía 24 años, yo me encerraba en enfermería a llorar y después teníamos que ir para cumplir las precisiones bélicas. Los padres nos hacían responsables de lo que nos tocó vivir, eran chicos de 18 o 20 años y los gritos de ¡enfermera! durante la noche o el día eran terribles. Nosotros éramos la hermana, la mamá, la tía y muchos murieron en nuestros brazos”.

Durante toda la guerra y principalmente en la ofensiva final inglesa, estas mujeres se transformaron en algo más que enfermeras, fueron consejeras y confidentes de las penas de soldados que necesitaban contención. "Tengo rostros sin nombre en mi cabeza, convivir con la muerte no es fácil", lamentó.

“Que olvidadas que estuvimos y que estamos" cuenta Ana María, “durante 30 años estuvimos calladas, terminó la guerra y no tuvimos una ayuda psicológica, nadie nos preguntó como estábamos, a mi edad hago terapia y por eso puedo hablar con vos”, manifestó emocionada. Ellas sufrieron los mismos problemas que los soldados que habían atendido, desde las pesadillas y el estrés post traumático, hasta la indiferencia estatal y social.

Para finalizar Ana María expresó que “nada es gratis en la vida, todo nos cuesta, que la gente no baje los brazos, que uno viene a aprender. Trabajar y educarse es lo más importante en la vida”.