Ana María Mendoza, actualmente Secretaria General de ATE (Punta Alta), en un diálogo con Diego Tomas para el ciclo radial “Alguien Nos Perdonará” emitido por Radio Prensa, rememoró su participación y vivencia durante la Guerra de Malvinas en la que tuvo su labor como enfermera.
El trabajo que realizo fue incansable, silencioso y fundamental. Soportó el miedo, el frio y la soledad y tanto ella como sus compañeras contribuyeron a la recuperación física y anímica de los soldados. La enfermera relató: "tenía 24 años, yo me encerraba en enfermería a llorar y después teníamos que ir para cumplir las precisiones bélicas. Los padres nos hacían responsables de lo que nos tocó vivir, eran chicos de 18 o 20 años y los gritos de ¡enfermera! durante la noche o el día eran terribles. Nosotros éramos la hermana, la mamá, la tía y muchos murieron en nuestros brazos”.
Durante toda la guerra y principalmente en la ofensiva final inglesa, estas mujeres se transformaron en algo más que enfermeras, fueron consejeras y confidentes de las penas de soldados que necesitaban contención. "Tengo rostros sin nombre en mi cabeza, convivir con la muerte no es fácil", lamentó.
“Que olvidadas que estuvimos y que estamos" cuenta Ana María, “durante 30 años estuvimos calladas, terminó la guerra y no tuvimos una ayuda psicológica, nadie nos preguntó como estábamos, a mi edad hago terapia y por eso puedo hablar con vos”, manifestó emocionada. Ellas sufrieron los mismos problemas que los soldados que habían atendido, desde las pesadillas y el estrés post traumático, hasta la indiferencia estatal y social.
Para finalizar Ana María expresó que “nada es gratis en la vida, todo nos cuesta, que la gente no baje los brazos, que uno viene a aprender. Trabajar y educarse es lo más importante en la vida”.