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"La poesía es un ejercicio de la libertad, por eso la represión la está acechando siempre”

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El escritor y periodista Alejandro Gil transitó muy distintos caminos en pos de realizar su vocación: desde repartir poemas impresos en volantes, por la calle, hasta editar libros.

Ahora, entre otras actividades, enseña escritura artística y periodística en dos talleres municipales gratuitos.

Entiende la poesía como una actividad en la que se compromete a fondo. No sólo escribiendo, sino también leyendo en recitales y actos públicos, e incluso repartiendo volantes en la calle con sus escritos. Uno de los temas que aparecen siempre es el de la dictadura, el horror del genocidio, la feroz matanza desatada en los 70. Alejandro Gil cuenta que desde 1988 hace volanteadas de poesía en todas las manifestaciones y marchas por los desaparecidos. Calcula que repartió más de 30.000 poesías en ese formato y hay una que repitió en muchos imprseos, escrita en 1996: "Baraja aja". Habla del golpe militar. Lo repartió incluso en Estados Unidos, donde vivió siete años hasta 2010, y allí escribió "Oficio de poeta", donde relata una situación que concluye en su mirada del juicio a Bussi a través de internet. "Es un tema que está rondando siempre en mi mente. Siempre milité por los derechos humanos y contra la dictadura, por la aberración que ha sido. En otro poema, que se llama Disparos, expreso que a mi generación (soy de 1964) le falta el escalón anterior. No tenemos maestros. Hay una gran ausencia, un gran vacío. En 1982 ingresé a Ciencias Económicas y tuvimos que crear de nuevo el centro de estudiantes, que no existía”, recordó el escritor, que esta noche participará en un recital poético por la Memoria en el MUNT, junto a otros poetas de nuestro medio.

¿Sigue vigente la represión en alguna forma? Después del gobierno militar siguió la represión, en lo individual, y permanece todavía. Es como que siempre se quiere tapar al otro. Yo estoy dictando unos talleres de escritura y de periodismo en el Centro Cultural Mercedes Sosa (plazoleta Dorrego) y en el CIC de Adolfo de la Vega, para la Municipalidad. Veo en la gente una actitud represiva hacia el otro. Por ejemplo, al taller concurren algunas personas que son empleados de ese lugar. Cuando los otros los ven les hacen bromas: “¿Qué ahora sos escritora?” Y la gente se inhibe y deja de ir. Y claro... La poesía es un ejercicio de la libertad. Por eso la represión la está acechando siempre. Cuando uno escribe es realmente libre, porque nadie nos está diciendo qué escribir. A menos que uno tenga un condicionante, como por ejemplo querer gustar al otro. En la creación lo importante es el riesgo. No quedarse con lo que uno ya hizo sino seguir buscando. Y aquellos que dicen que la poesía no tiene ninguna utilidad práctica... tienen razón (risas). En el taller hay muchos que me dicen que nunca han escrito poesía, pero les digo que no importa, que ahora lo va a hacer. Va, se sienta y escribe. No es algo que no lo pueda hacer todo el mundo. Obviamente que algunos lo harán mejor, como en todo. Es un ejercicio donde se sacan cosas de la interioridad de uno y se las transmite. Es muy valioso, sobre todo para aquellos que jamás se han sentado a escribir nada.

¿Cómo funciona la rutina del taller? Yo doy disparadores de temas, la gente escribe y vamos analizando la forma de expresarlo, el ritmo... La pauta es que uno al hacer escritura artística la búsqueda es desde la belleza. Es el punto esencial. Y en la práctica uno va limando cosas. Por ejemplo, muchas palabras que están de más y que se puede decir lo mismo no con veinte palabras sino con tres. Las otras diecisiete hacen distraer y producen “suciedad” o “ruido” en el texto. Sucede en la poesía como en la prosa, en el periodismo también: si uno no es claro en el texto, el lector lo abandona. En el taller de periodismo busco además de la claridad, salir de la oralidad. En Estados Unidos estuve de director de dos diarios latinos, en la parte gráfica y en la periodística, y cuando editaba los textos vi que escribían como hablaban.

¿Qué escritores te han marcado? He leído un montón, pero por suerte me olvido, así puedo plagiar tranquilo (risas). He leído Bukowsky, Neruda, Cortázar, García Lorca, los surrealistas, Borges... Es todo un mito eso de que Borges es incomprensible. En realidad es clarísimo. En sus cuentos a veces parece muy erudito cuando empieza a citar libros, pero no hay que darle pelota porque está mintiendo, seguro. Es como un juego. Y con Cortázar me ocurrió algo curioso. En los 80, en la universidad, la novela Rayuela era de lectura obligada para los que gustábamos de la literatura. Pero yo no podía pasar de la primera página. Estuve 20 años así, sin poder leerla, hasta que en 2004 cuando estaba en Estados Unidos, la volví a comprar y la leí de un tirón. Después me enteré de que Cortázar se asombraba de que a Rayuela la leyeran tanto los adolescentes y veinteañoeros, porque él decía que la había escrito para gente de su edad (40 años). Justamente yo había cumplido 40 años y ahí recién pude meterme a la novela. También leí a Manuel Puig y a un español, Juan Goytisolo, que me gustó mucho. Otro que pega fuerte es Andrés Rivera (La Revolución es un sueño eterno), que escribe con una gran austeridad, sin adornos, sin irse por las ramas. Luis Alejandro Gil Editor periodístico, escritor, diseñador gráfico, creativo publicitario. Creador y conductor del programa de radio La Lupa Mágica de la Palabra, Radio Universidad, Tucumán. Ha publicado siete libros de poesías y miles de volantes de poesía. Publicó en distintos medios. Posee una extensa parte de su obra inédita: poesías, novelas, crónicas, relatos. Últimamente ha usado la red social Facebook para difundir sus escritos.

Actualmente, contratado por la Dirección de Cultura de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán para dictar dos talleres gratuitos para la comunidad: Taller de producción y publicación de Escritura Artística para Todos; y el Taller de Periodismo (De la gente al barrio, del barrio a la ciudad, y a todos.) Disparos (a 34 años del golpe de Estado militar en Argentina) 1- Que la luna se haya posado sobre el monte habla que ella es guía y sol en las oscuras alturas 2- La rama azota mi rostro. Alguien camina delante. No lo veo pero sigo. No lo sigo, aunque no me desvíe de sus huellas. 3- Azul es la humedad de entre los árboles. Exhala bosque su aliento. Yo me pierdo y me encuentro y chupo musgos crecidos en las cortezas. 4- Con una cuña busco sed y justicia. La sed es mía, la justicia es no morirme de sombras. 5- Quizá la leche del gomero me pegotee las manos, pero es su savia y estoy feliz. Solo muero cuando la savia del hombre se derrama. 6- No hay referencias, la muerte de un alma no se parece a ninguna. La Historia, aquí, se resquebraja en infinitas partes. 7- La historia enmudecida en algún momento brilla. 8- Soy la mitad de lo que podría haber sido. Me talaron los maestros. 9- Cuando yo me despeinaba, ellos ya habrían asumido la elegancia, la hipócrita o la audaz. 10- Si el monte hubiera levantado sus faldas, habrían salido alegres gnomos armados hasta los dientes de felicidad. 11- El pedemonte, todo abierto, sembrado de fresas, tras esas pisadas, hubiera sido mermelada y dulzor. 12- Me sigue una sombra, en lo posible, a diario, la eludo. Pero cuando me asumo, me planto y le digo: Basta! 13- Quién es? No sé. Son muchos, lo sé. Y estoy buscando el modo de que cumplan sus condenas. 14- Están libres aún y se disfrazan de mil formas. No tienen pasado, algunos, otros sí, otros no lo saben. Yo los detecto, hayan participado o no en el horror. 15- La maravilla del sol sobre el monte me dice que la cópula de la vida puede más que la estaca de la muerte. La luna También festeja esto.

Alejandro Gil A minutos del comienzo del día 24 de marzo de 2010 Atlanta BARAJA AJA 24 de marzo de 1996 baraja aja la memoria de llegar a esta fecha sin embargo baraja aja la timba con lo que vivimos, 20 años baraja aja los discursos baraja aja antojadizos los ojos baraja aja la tinta poblada de tumbas y timba timba la bandera tumba la sangre timba y tumba la palabra no olvidar hacer tumba para enterrar a la timba enterrar los ascensos y descender a la tumba los ojos de los timbas baraja aja la memoria timba de estos años baraja y timba tumba baraja la tumba en tantas manos alejandro gil 24 de marzo de 1976 24 de marzo de 1996 24 de marzo de 2006 24 de marzo de 2010/11 Setiembre Yo lloré en setiembre porque era necesario Porque vi tantos muertos como el último día Sentí la ausencia de vida Y la falta de sentido Y en los bordes de los días La gente tropezaba con la luna Y yacían en las plazas las almas anudadas Hay tiempos en que las horas no son buenas Los minutos Te destrozan Y la náusea Toma un lugar en la carne Pero es sabido Que todo es absurdo Y se huele El sinsentido El alcohol El humo El tabaco El fuego encendido Y el cielo que devora las llamas Era necesario, les juro que era necesario Había visto a la luz dando bocanadas de oscuridad Los árboles eran tragados por la tierra El vacío de los ojos, la nada El hueco, el gran hueco Sin eco Sin techo Ni el cielo como techo No vi ni un pájaro volar libremente Todos enjaulados Los hombres, las mujeres El aire, el viento, el sol Los animales, los insectos La muerte Sólo la muerte paseaba libremente Y saludaba gentilmente Ante los aplausos de ciertas gentes Los culpables Los inocentes Los que se dan cuenta Los que se dieron cuenta Y aplauden y aplauden Los sin sangre Los ciegos que ven Los que se olvidaron el alma En el bolsillo de un traje Los que mataron la vida Por aplaudir la muerte Lo cierto es que lloré en setiembre porque era necesario Y aún son pocos los motivos Para dejar de hacerlo

Quiero más, mucho más Una avalancha si es posible Alejandro Gil 1988 Hambre (in extenso) Hoy compré una rosa y me comí todos sus pétalos por no poder dártelos todos juntos en un beso. El teatro estaba lleno, había gente de pie; la única butaca vacía estaba a mi lado, nadie la advertía o estabas vos en presencia sagrada. Las caras del teatro, esos dos rostros, el risueño y el triste, te miraban. Ellas, también, invirtieron sus gestos.

Salí. Y la mesa del café tenía una silla en la que era imposible sentarse. Estaba junto a mí, y yo sonreía en cada intento. En las veredas rotas, de baldosas sueltas que saltan, yo elegía esa zona para transitar. A mi lado, las baldosas firmes y sanas flotaban y se reafirmaban al compás de tus pasos que nadie veía. La cama mía estaba fluorescente. Me acosté. Y esa luz iridiscente me abrazó. Hicimos el amor sin que el mundo se despierte. Apreté el tallo de la rosa con mis manos, las espinas se incrustaron. De mí brotó sangre que, en segundos, formaron tus ojos. Alejandro Gil 2010

Toda la ciudad está anegada de tu ausencia toda la ciudad está anegada de tu ausencia los edificios blancos y pálidos los monumentos sin luces y las sombras ya no son sombras porque falta tu cuerpo Alejandro Gil 1989