Actúan: Rubén Andreo, Manuel Villarrubia Norri, Armando Díaz, Jorge Pérez Lucena y Guido Gerrero. Dirección: Pablo Parolo. Lugar: Sala Ross (Laprida 135; tel.: 4977973). Días: sábados a las 22 y domingos a las 21. La gota en el vientre está basada en un texto del dramaturgo chaqueño Daniel Sasovsky (Juan Natalio o la aproximación al vientre).
“Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada”, escribió Tolstoi en el famosísimo comienzo de Anna Karénina. Se podría agregar que, de existir, las familias felices son (serían), para quienes las contemplan, de un aburrimiento irreductible: un tedio letal. Por eso las hipotéticas familias felices no protagonizan ninguna telenovela, ninguna obra de teatro, ninguna película (aparecen en los cuentos de hadas, sí, pero sólo al final, representadas por esa frase maravillosamente negadora: “y vivieron felices para siempre”). Por supuesto que es justamente la negación (con sus armas de siempre: la mentira, la hipocresía y la desaparición forzada de los elementos vergonzosos) la piedra basal sobre la que con mucha frecuencia se trata de construir una “familia feliz”. Y es ahí, en ese intento, donde comienza la diversión. Emma está casada con Juan Natalio. (Digamos que ya tuvieron su final feliz: ahora les toca lo bueno.) La pareja vive en una casa de clase media-baja, que comparte con Hortensia, hija adoptiva en plena adolescencia, y con Petra, madre de Emma. Hasta ahí, todo bien. Entonces, para volver a la frase de Tolstoi, ¿esta familia tiene algún motivo especial para sentirse desgraciada? Algunos motivos de relevancia relativa: Petra se encuentra postrada en una silla de ruedas, Hortensia está embarazada del plomero y Emma no puede concebir porque su marido es estéril. Pero aquí la cosa mejora notablemente: Juan Natalio es estéril, es verdad; sin embargo, tal como lo dice su suegra, es estéril de un solo lado. Porque, bueno, Juan Natalio está embarazado. ¿Embarazado? Sí, embarazado. “Fue una fantasía”, dice Juan Natalio, y explica que cierta vez tuvo en mente a un hombre y que el embarazo se produjo así, por obra y gracia de la imaginación erótica. Homoerótica, habría que agregar. Horror de los horrores. Pues a Emma le afecta más el hecho de que Juan Natalio se haya… vinculado, digamos, con otro hombre que el fabuloso embarazo. Como sea, hay algo que ocultar. Algo que haría bien en ir a parar debajo de la alfombra. Entre el grotesco y, si se quiere, el realismo mágico, esta comedia se desliza en un crescendo de situaciones cargadas de un humor amargo, hilarantes hasta las lágrimas, que se apoyan tanto en un texto aceitado, inteligente, lleno de pequeños detalles que lo enriquecen, como en las excelentes actuaciones de todo el elenco (se destacan especialmente las de Manuel Villarrubia Norri, como Emma, y la de Rubén Andreo, quien encarna a Petra) y en la puesta en escena brillante de Pablo Parolo.