Manuel Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano fue, es y será un patriota. Porque la Real Academia Española de la Lengua define ese adjetivo como la “persona que tiene amor a su patria y procura todo su bien”. En ese marco y sólo ahí se lo puede circunscribir. También fue abogado, periodista, militar, economista y otros etcéteras que supo llevar sobre sus espaldas porque ese era el mandato de la Revolución Emancipadora.
Hombre de poca estatura, menos de 1,65 metros, con voz finita. Poseía un juicio recto, una honradez a toda prueba, un patriotismo puro y desinteresado, el más exquisito amor al orden, un entusiasmo decidido por la disciplina y un valor moral que jamás se ha desmentido, dijo José María Paz evocándolo.
En su autobiografía rememoraba lo que traía del Viejo Continente y que también nos hizo heredar. Allá se había destacado como estudiante, había obtenido medalla de oro, a tal punto que el papa Pío VI le otorgó una autorización para leer toda clase de literatura prohibida. Dicha concesión se le dio "...en la forma amplia para que pudiese leer todo género de libros condenados aunque fuesen heréticos."
Contaba: “Como en la época de 1789 me hallaba en España y la revolución de Francia hiciese también la variación de ideas y particularmente en los hombres de letras con quienes trataba, se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, seguridad, propiedad, y sólo veía tiranos en los que se oponían a que el hombre, fuere donde fuese, no disfrutase de unos derechos que Dios y la naturaleza le habían concedido, y aún las mismas sociedades habían acordado en su establecimiento directa o indirectamente.
El 20 de mayo de 1810 fueron precisamente Belgrano y Saavedra quienes solicitaron la reunión del Cabildo Abierto.
El 21 una pequeña multitud se reunión en la Plaza de la Victoria liderados por Belgrano, Rodríguez Peña, French y Beruti.
Tal vez por eso mismo fue vocal de la Primera Junta de Mayo y, paralelamente, fundó el Correo de Comercio.
Cedió su sueldo de vocal para financiar una expedición militar a Córdoba y donó la mayoría de sus libros para crear la base de la Biblioteca Nacional fundada por Mariano Moreno.
La profusa información que hoy se está dando a conocer sobre la batalla de Tucumán nos va a permitir que enfoquemos a Belgrano desde una perspectiva más cotidiana.
Cuando se está extinguiendo su labor como soldado y su vida lo convocaron –como a San Martín- a luchar en la contienda interna que vivía el país pero los oficiales provincianos en su mayor parte comprendieron las razones de la lucha y se negaron a intervenir en ella. Y Belgrano dijo: "Hay mucha equivocación en los conceptos: no existe tal facilidad de concluir esta guerra; si los autores de ella no quieren concluirla, no se acabará jamás... El ejército que mando no puede acabarla, es un imposible. Su único fin debe ser por un avenimiento... o veremos transformarse el país en puros salvajes..."
En Tucumán tuvo una hija y en una investigación que hizo el periodista y genealogista Ventura Murga aparece el Belgrano que en sus últimos días -le faltaban 13 meses para su muerte- y aparece el vínculo afectivo con su hija Manuela Mónica. Del romance con la madre de la nena se sabe muy poco.
Se llamaba Dolores Helguero la joven a quien Belgrano amó. Cuando se produce la Batalla de Tucumán, él contaba con 42 años. Ella sólo 15. No se conocen detalles en torno a este romance. Solo se sabe que era asiduo concurrente a la casa de los Helguero, ubicada en San Martín y Maipú.
El 4 de mayo de 1819 nace de sus amores la niña Manuela Mónica del Corazón de Jesús Belgrano. Ya no existen las actas de bautismo. Pero si una nota de Belgrano al cabildo de Tucumán, fechada el 22 de enero de 1820, donde deja constancia de la cuadra de terreno de su propiedad “con todo lo en ella edificado por mí, pertenece por derecho de heredad a mi hija Manuela Mónica de Corazón de Jesús …”
Mitre, en su historia de Belgrano expresa que el prócer, en su testamento le deja a su hermano el canónigo Domingo Estanislao Belgrano “el encargo secreto de que pagada todas sus deudas, aplicase todo al remanente de sus bienes a favor de su hija natural Manuela Mónica, de poco más de un año edad que había dejado en Tucumán, recomendándole muy encarecidamente hiciera con ella las veces de padre y cuidara de darle la más esmerada educación.
Fray Jacinto Carrasco religioso tucumano se refirió en dos artículos de este episodio. “Su conducta fue siempre clara y recta. Por eso cuando vio que nacía en su corazón ese amor por la joven tucumana y su conciencia no le permitía llegar a ella sino por el matrimonio resolvió casarse con Dolores Helguero. Y se hubiera casado si la fatalidad no se hubiera interpuesto en su camino. En efecto dada su palabra de casamiento y determinado a realizarlo, tuvo que viajar a Salta, donde sus atenciones lo retuvieron algunos meses. Cuando volvió a Tucumán, se halló con lo irremediable: a su novia la habían hecho casar con un hombre que luego nomás la abandonó”
María de los Dolores, abandonada definitivamente por su marido se traslada a vivir a Londres, provincia de Catamarca.
Cuando llega Belgrano de Salta, enterado de la situación arbitra todos los recursos a su alcance para establecer el paradero del esposo de Dolores. Así lo narra el biógrafo de Belgrano: “Se averiguó secretamente por orden del general a dónde se había marchado el esposo de Dolores. Se le dijo que a Bolivia. Pues a Bolivia despachó dos chasquis con orden de trasmitirle inmediatamente la menor noticia que tuviera de él. Su resolución y su palabra estaban empeñadas y permanecían firmes: había prometido casarse con Dolores y se casaría si llegaba a saber que el esposo había muerto. Nunca se supo y que tuvo que resignarse a ver el fruto de su amor, que nació en un hogar que debió ser el suyo pero que nunca fue…”.
Todos los testimonios hablan de la ternura del general para con su hija Mónica. Desde su vivienda de la Ciudadela, diariamente hacía preguntar por ella, por su palomita, como solía llamarla. El vencedor de Tucumán y Salta vivía pobre, solo y enfermo.
Cuando Belgrano parte de Tucumán, hacia comienzos de enero, se despide de su hija Mónica. El prócer intuía que nunca más volvería a verla y que su vida estaba llegando a su fin. Aquella escena es narrada con elocuencia por el padre Carrasco: “La víspera de la partida, postrado en cama, hizo que se la llevasen por la noche para acariciarla por última vez. Fue una escena que poquísimos amigos presenciaron y huelga decir con lágrimas en los ojos…”
Conforme la voluntad de Belgrano su hija fue llevada a Buenos Aires por su hermano el canónigo hacia fines de 1825. El doctor Palomeque relata: “Siendo Manuelita muy niña fue traída a Buenos Aires a vivir junto al hogar de doña Juana Belgrano de Chas, hermana del general … Se educó bajo la influencia de su tío Domingo Estanislao Belgrano. Doña Manuelita Mónica se parecía al general, su padre. En una carta ella misma relató que el señor Rivadavia me colocaba siempre bajo ese retrato (de Belgrano) para admirar la semejanza que tenía yo con mi padre” … Doña Manuela Mónica era de una inteligencia nada vulgar. Pazos Kanky, aquel sacerdote que había sido también periodista en Buenos Aires, decíale en su carta “Usted es la que debiera escribir la biografía de Belgrano”.
De instrucción esmerada, conocía el inglés y el francés. Era buena, generosa y enérgica al mismo tiempo amante de los suyos y del prójimo. Pero tenía un genio pronto que perturbaba a veces su ritmo interior y su suavidad externa.
Juan Bautista Alberdi parece que la cortejaba cuando joven “Seguramente –dice el hijo de ella Carlos Vega Belgrano- ella le correspondió. La cosa era natural: ambos eran tucumanos hijos de padres ligados por íntima amistad. El mismo Alberdi había cabalgado en las rodillas de Belgrano, en la ciudadela. Sobre todo, había afinidades espirituales entre ellos.
En 1848 se expatrió a Montevideo desde donde se carteó con todos sus parientes y amigos.
Manuelita Belgrano se había casado en Buenos Aires el 30 de mayo de 1853 con Manuel Vega y Belgrano, sobrino político suyo, hombre de empresa y pionero en Azul. La hija del general no tuvo buena salud y el último año fue de sufrimiento físico.
Muere el 5 de febrero de 1866 a las 7 y media de la mañana.
De su matrimonio con Vega y Belgrano nacieron tres hijos, Flora, Manuel Félix y Carlos Miguel Silvano Vega Belgrano, todos en Buenos Aires./ Félix Mothe Faure