Santa Cruz de Mompox es un pueblo de Dioses. Se levanta en una isla  formada por  el  río Magdalena, está enclavado en el corazón de la depresión geográfica que lleva su mismo nombre en la zona central del Caribe colombiano y fue desde la época nativa epicentro  del comercio, de la política y las clases sociales que dominaron la región. Es quizás también el rincón de Colombia en donde más existen iglesias católicas por metro cuadrado, son siete los templos coloniales que se levantan en la parte histórica  que no abarca más de seis cuadras.

Caminar por sus calles empedradas y mirar de arriba abajo esas inmensas casas de barro embutido y teja de cañón, en donde cada una tiene su propio cuento,  es adentrarse un poco en la historia de este país tropical. Hasta los gruesos y altos andenes que bordean las viviendas denotan  que desde que se edificó la primera casa colonial, a mediados de los años mil quinientos, el río  ha sido su amigo y su tormento.

La mayor historia se concentra en dos largas calles, la central y la de la albarrada frente al río en donde siguen  intactas las casas y sus imponentes  portales, las cuales fueron habitadas por Condes, Marqueses y varios hijos de los abolengos españoles que llegaron al continente en busca de riquezas y poder. Mompox fue como un pueblo intermedio entre el Caribe y la zona central, eso lo convirtió en un punto obligatorio para los que navegaban por el río Magdalena.  Quizás muchos llegaron aquí en busca de oro,  orfebrería que sigue siendo muy apetecida, en busca de refugio contra la piratería que se desató en el Caribe o por la fertilidad de sus tierras.

Investigadores dan cuanta que Mompox proviene de  Mompoj, el último cacique que gobernó la región, y desde  mucho antes de la llegada de los españoles, siglo XV,  la isla  fue el emporio de un grupo de indígenas descendientes de los  Malibúes que cultivaban la tierra, eran  pescadores   y trabajaban con destreza  el oro. Esa fertilidad  tal vez fue  su perdición. A muchos  los extinguieron, a otros los  esclavizaron y junto con los africanos y de la mano de  agustinos, dominicos, franciscanos y jesuitas, los pusieron a edificar suntuosas casa, conventos, iglesias y monasterios.

Construida  la ciudad se desató una cacería de brujas por parte de la iglesia católica. Quienes  eran considerados seguidores de la quiromancia, herejía o la  blasfemia fueron  condenados a la hoguera, de ahí que Mompox aparezca como uno de los centros inquisitoriales de Colombia. Pero  ese desarrollo económico y cultural,  y ese  tránsito obligatorio también le sirvió para que  aquí se gestara un movimiento de insurrección y fuera ésta una  de las primeras poblaciones del Reino de la Nueva Granada que proclamara independencia absoluta de España.

Hay otro hecho en  esta población que aparece enmarcado en la historia. Se dice que de aquí Simón Bolívar partió para Venezuela  con 400 momposinos  para emprender  la "Campaña Admirable" que culminó en Caracas el 6 de agosto de 1813. Según los historiadores ese apoyo fue tan  fundamental para el libertador que lo llevó a exclamar la célebre frase  "Si a Caracas debo la vida a Mompox debo la gloria". En la albarrada hay un monumento que enumera las visitas que durante su campaña libertadora Bolívar hizo a la isla.

Desde 1959 Mompox es Monumento Nacional y en 1995 fue declarado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. Sus ceremonias en vivo  de Semana Santa tienen un reconocimiento internacional, al igual que su orfebrería,  dulces y el casabe, un pan elaborado con harina de yuca y coco que aún conserva el secreto de los indígenas. Sus casas y calles coloniales sirvieron de escenario para la película Crónica de Una muerte Anunciada, basada en la obra de Gabriel García Márquez quien fue otro enamorado eterno de Mompox, donde muchos  aseguran que se acuesta uno y amanecen dos.