Desde Aguilares se sumó a la actividad periodística en radio. Supo ganarse la enemistad de concejales, intendentes y legisladores por su estilo ácido y directo. Jamás dejó de decir lo que pensaba y de transmitir lo que la gente sentía y sufría. Allí estaba su gran capital, como periodista de raza, Lito sabía que la credibilidad era todo. Todavía hoy muchos recuerdan sus históricos cruces verbales con dirigentes políticos y funcionarios de Aguilares en “Sin Anestesia”, su programa más recordado.
Su trabajo gremial fue inmenso. En los inicios de la década del 2.000, cuando el país y la provincia estaban en ruinas por las políticas de Carlos Menem, comenzó a recorrer todas las ciudades y pueblos del interior. Allí donde había una estación de radio, tarde o temprano llegaba “Lito” con su mensaje de esperanza y por sobre todo de inclusión. Persuadió a una enorme masa de compañeros de que tenían los mismos derechos que aquellos que se desempeñaban en los grandes medios periodísticos. Los afilió, los cobijó, les enseñó, los guió y los convenció que desde la unidad, entre todos era posible darle pelea a la malaria imperante. “Soy socialista”, se definía políticamente y actuaba en consecuencia. Nunca fue antiperonista, pero a algunos personajes les tenía hecha la cruz. Fue un gran generador de derechos para cientos de trabajadores de prensa.
Bailarín de salón, un azote con los naipes, como todo bohemio le gustaba disfrutar de algún whisky, acompañado con café y cigarros. Amaba las mujeres y se sentía cómodo en la noche. Lo vamos a extrañar y hoy lo vamos a llorar. Pero como “Lito” querría, en las próximas reuniones lo vamos a recordar con sonrisas mientras hablamos sobre sus andanzas, pero inevitablemente alguna lágrima volverá a caer.