Por caso, Milei se sujetó a una máxima que plantea que nunca se debe dejar suelto al adversario, siempre es mejor tenerlo comiendo de tu mano. Con eso en mente, el libertario comenzó el operativo seducción el mismo domingo por la noche al reciclar para sí el slogan que acompañó a la Pato durante toda la campaña: “hay que terminar con el kirchnerismo”.
Para algunos es un típico caso de borocotización; para otros, solamente practican una estrategia de “agresividad reactiva”: responder al ataque con contraataque, pero a la cooperación con cooperación. Así pudieron pasar de los insultos, los agravios y las injurias a los abrazos. En tan solo unas horas lograron perdonarse la catarata de ataques personales que se propinaron y hasta se olvidaron del proceso penal que los enfrentaba, motivado por la denuncia de Bullrich a Milei por “calumnias e injurias” cuando este último la acusó de “montonera” que “ponía bombas en jardines de infantes”.
"Ayer a la noche tuve un encuentro con Milei donde tuvimos una charla respecto a lo que habían sido sus declaraciones y en el ámbito privado nos perdonamos mutuamente. Fuimos capaces de perdonarnos mutuamente", reveló Bullrich en la misma conferencia en donde anunció que junto con Luis Petri, su candidato a vice, apoyarán a la LLA en la segunda vuelta electoral.
La decisión de Patricia no sorprendió demasiado ni a propios, ni a ajenos. De hecho, desde un sector del radicalismo aguardaban la decisión para comenzar a poner fin a la alianza que se gestó en 2015 y que llevó al fundador del PRO a ganar la presidencia. La misma Elisa Carrió (Coalición Cívica - ARI) había advertido hace tiempo que Macri se preparaba para desgastar a quien debería haber sido su heredero natural, Horacio Rodríguez Larreta, y que, si se lo permitían, desmantelaría Juntos por el Cambio. Milei fue, en parte, su construcción.
Esta postura tomada de manera unilateral y sin consulta a sus aliados de la UCR probablemente le valga la expulsión de la alianza que ya una vez los llevó a ser gobierno. Poco importará si “el peluca” logra revertir el resultado y se convierte en el próximo presidente, ya que en las últimas 72 horas Macri se encargó de negociar un cogobierno con gabinete, políticas y medidas consensuadas.
De todos modos, los lideres radicales, encabezados por Gerardo Morales, ya se venían preparando para una posible derrota de la jefa del PRO, lo que les abriría la oportunidad histórica de ponerse al frente del espacio opositor y hacer pesar sus 8 gobernaciones y tantos más intendentes y legisladores. La alianza entre el león y la pato simplemente agilizará ese proceso y lo que alguna vez se dobló, hoy parece finalmente romperse.
“Me dio vergüenza ajena”, definió Morales luego de que el Comité de la UCR decidiera no acompañar a ninguno de los candidatos en carrera. Para el ex candidato a vicepresidente de Larreta, la decisión de Bullrich y Macri es intolerable. No hay perdón posible para quien boxea con la cara de Raúl Alfonsín, el “fracasado hiperinflacionario”, o para quien insulta al legendario Hipólito Yrigoyen.
No obstante, y a pesar de los rumores previos, el partido de Leandro Alem tampoco apoyará la candidatura de Sergio Massa, para pesar de la vice partidaria María Luisa Storani y del histórico dirigente radical Federico Storani. Ni siquiera la relación cercana con Morales logró que respondieran al llamado a la “unidad nacional” del tigrense. Muchos recordarán que el jujeño ya había intentando concretar una alianza con el líder del Frente Renovador en 2014, por lo que una coalición radical-peronista no resultaba tan descabellada. Pero el pacto “anti-grieta” para combatir la derecha ultraliberal parece que finalmente no verá luz, aunque no todo está dicho. “Podemos acompañar sin formar parte”, comentó por lo bajo un reconocido dirigente tucumano. Claro está, la propuesta de Massa debe ser real y no meramente declarativa.
¿Y ahora qué?
Ambos candidatos arrancaron fuerte la campaña cuando todavía las urnas estaban calientes. Desde el escenario de sus respectivos búnkeres convocaron a quienes acababan de derrotar a sumarse a la contienda, apostando a principios y “enemigos” en común.
Milei apuntó al único lugar que cree posible seducir: el PRO, aunque después intentara elogiar a la izquierda al insinuar que los convocaría para encabezar el área de capital humano. Solo faltó que mandara flores al búnker de la “rusa” para terminar de convertir al león en “un gatito mimoso”.
Massa, por su parte, buscó construir alianzas con radicales, cordobeses e izquierdistas. Desde UxP dan por descontado que el FIT nunca acompañaría a la ultraderecha y activan el diálogo con Schiaretti para evitar que el libertario se les adelante convenciendo a Randazzo.
En el caso del radicalismo, y aunque comparten sus principios fundantes con el peronismo, se cansaron de calentar la banca y ya no están dispuestos a poner su estructura al servicio del gobierno de otro. No obstante, se puede presagiar que seguramente jugarán contra Milei, aunque no abiertamente a favor de Massa.
En cuanto al libertario, que llegó a ser la opción más viable por su discurso anticasta, al golpearse contra la tradición política y la campaña profesional en las generales, descubrió que con ser disruptivo no alcanza y comenzó a recalibrar su estrategia. Probablemente hasta noviembre el león se enfocará en lamer las heridas de sus víctimas, dando cumplimiento al famoso teorema de Baglini.
Para el ministro candidato el desafío será convencer a la gente de que él es el cambio que la Argentina necesita y que los descalabros macroeconómicos son el resultante político de otro gobierno, distinto al que empezaría el 11 de diciembre. Para eso será fundamental mantener calmados los mercados, de lo contrario cada promesa de mejoría podría caer en abstracto.
Milei enfrenta, por su lado, la difícil tarea de introducir nuevamente el clivaje kichnerismo-antikirchnerismo, tendiendo puentes con los otros espacios opositores y mostrándose como una opción más razonable, pasible de llegar a acuerdos que le permitan gobernabilidad, sin perder en el camino la identidad que viene construyendo desde el 2021. En resumen, debe lograr que el electorado que lo votó por anticasta no lo relacione con la casta con la que planea formar gobierno y que tanto insultó. Debe jugar como casta, pero sin parecer casta. Ser y no ser, que gran dilema.