El 9 de septiembre de 1947 se promulgó la Ley 13010 que, luego de 30 años de sancionada la Ley Sáenz Peña, establece por fin la verdadera universalidad del voto de los ciudadanos.
A partir de este momento, las mujeres
tendrán los mismos derechos políticos y estarán sujetas a las mismas
obligaciones que les acuerdan o imponen las leyes a los varones y se regirán
por la misma ley electoral, siendo obligatorio para el Estado el brindarle su
libreta cívica correspondiente como un documento de identidad indispensable
para todos los actos civiles y electorales.
Desde 1912, había regido en el país la Ley Sáenz Peña, que propició el sufragio
secreto, universal y obligatorio, pero circunscripto a los hombres, lo que
había dejado a las mujeres en inferioridad cívica.
El 23 de septiembre, en medio de un gigantesco acto cívico organizado por la
CGT en Plaza de Mayo, el general Juan Domingo Perón le entregó a Eva Duarte el
decreto de promulgación de la ley 13.010, en un gesto simbólico que expresaba
el reconocimiento del gobierno por su campaña a favor de los derechos políticos
de la mujer.
Y entonces, ella dijo desde el balcón de la Rosada: “Mujeres de mi Patria:
recibo en este instante de manos del gobierno de la Nación la ley que consagra
nuestros derechos cívicos. Y la recibo entre vosotras con la certeza de que lo
hago en nombre y representación de todas las mujeres argentinas, sintiendo
jubilosamente que me tiemblan las manos al contacto del laurel que proclama la
victoria. Aquí está, hermanas mías, resumida en la letra apretada de pocos
artículos, una historia larga de luchas, tropiezos y esperanzas. Por eso hay en
ella crispación de indignación, sombra de ataques amenazadores, pero también
alegre despertar de auroras triunfales. Y eso último se traduce en la victoria
de la mujer sobre las incomprensiones, las negaciones y los intereses creados
de las castas repudiadas por nuestro despertar nacional”.
En efecto, fue una larga lucha. Las argentinas venían demandando el voto desde
principio del siglo XX. Cecilia Grierson, la primera médica argentina,
participó en Londres en 1889 del II Congreso Internacional de Mujeres y en
septiembre de 1900 fundó en nuestro país el Consejo de Mujeres, que promovía el
voto; siete años más tarde, la socialista Alicia Moreau de Justo creó el Comité
Pro-Sufragio Femenino.
Otra de las pioneras fue Julieta Lanteri, también médica. En julio de 1911,
después de haber logrado la ciudadanía argentina (había nacido en Italia) se
presentó en Buenos Aires para que su nombre fuera inscripto en el padrón
electoral y ante la mirada atónita de los varones que hacían cola para votar en
las elecciones municipales aquel 23 de noviembre de 1911, logró emitir su voto
40 años antes que el resto de las mujeres argentinas.
En 1911, un año antes de que se sancionara la Ley Sáenz Peña de aplicación sólo
a varones, el diputado socialista Alfredo Palacios había presentado el primer
proyecto de ley de voto femenino, pero ni siquiera fue tratado sobre tablas.
Ocurrió que por 1944, desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, el entonces
coronel Perón había encarado una política dirigida a reflotar la cuestión del
sufragio femenino. En ese ámbito había creado la División de Trabajo y
Asistencia a la Mujer y el 26 de julio de 1945, en un acto celebrado en el
Congreso, explicitó su apoyo a la iniciativa.
Tras esto, se formó la Comisión Pro Sufragio Femenino, que elevó un petitorio
al gobierno solicitando el cumplimiento de las Actas de Chapultepec, por las cuales
los países firmantes que aún no habían otorgado el voto a la mujer, se
comprometían a hacerlo.
Perón ganó las elecciones y Eva pasó a presidir ese año la Comisión Pro
Sufragio Femenino, que comenzó a presionar para lograrla.
La buena nueva llegó el 9 de septiembre de 1947, cuando pudo sancionarse
finalmente la ley 13.010 que establecía en su primer artículo: "Las
mujeres argentinas tendrán los mismos derechos políticos y estarán sujetas a
las mismas obligaciones que les acuerdan o imponen las leyes a los varones
argentinos".
Cuatro años más tarde, en las elecciones del 11 de noviembre de 1951, ese
artículo fue estrenado en la práctica por primera vez.
Historia de una larga lucha
El primer intento por imponer el tratamiento legislativo para el voto femenino fue en 1928 cuando el socialista Mario Bravo llevó un proyecto a la Cámara de Diputados, que quedó trunco por el golpe militar de 1930.
Dos años después, en 1932, otro socialista, esta
vez Alfredo Palacios logró tras arduos debates que la cámara baja diera media
sanción al voto femenino, pero lamentablemente luego el proyecto durmió en
cajones del Senado hasta que perdió tratamiento parlamentario.
Fue un triunfo más de los conservadores que se
oponían a esta iniciativa de igualdad de género durante los tristes días de la
Década Infame.
Estos dirigentes esgrimían como discurso lo
"costoso que sería empadronar a todas las mujeres y lo difícil de
enseñarles las responsabilidades del voto", cuando en realidad el temor
mayor era la supuesta pérdida del control del voto y el consiguiente estado de
fraude que se vivía en esos años en el país.
La llegada del peronismo en 1945 y la ola de
reivindicaciones sociales que produjo la revolución popular, impulsó la
iniciativa que fue tomada como un compromiso de lucha por la propia Evita.
La esposa del presidente desplegó una fuerte
campaña hablando por radios y actos públicos, que derivó en la llegada al
Congreso del proyecto de ley en julio de 1947. Primero fue votada sin grandes
problemas en el Senado, mientras que en Diputados se plantearon debates más
extensos e intenciones de modificar el texto de la mayoría.
Uno de los argumentos de la oposición fue de
introducir el cambio que primero las mujeres fueran inscriptas y recién luego
generar la obligación del voto.
Esta idea de marginar a muchas mujeres,
especialmente las más humildes, fue rechazada por la mayoría y reprobada por
silbidos y pañuelos blancos por la gran cantidad de mujeres que llenaron los
balcones del recinto de la Cámara baja.
La ley se votó por "unanimidad" tal
cual como llegó el proyecto del Senado y 14 días después se convirtió en una
norma con estado constitucional.
De todas maneras, no fue esa la primera vez que
se permitía votar a las mujeres en Argentina, ya que si bien la ley tuvo
cumplimiento nacional, veinte años antes, en 1927, la provincia de San Juan fue
el primer distrito que le dio la responsabilidad cívica a las mujeres.
En 1923 ganó las elecciones a gobernador Aldo
Cantoni, fundador del partido Bloquista, y si bien a los pocos meses fue
intervenido por el ex presidente Marcelo T. de Alvear, en 1926 recuperó su
autonomía federal con Cantoni como gobernante.
Inmediatamente se modificó las Constitución
provincial y en 1927 se sancionó la nueva Carta Magna que le dio habilitación a
las mujeres para votar.
Previa inscripción en un padrón, las sanjuaninas
votaron por primera vez en 1928 en elecciones municipales y hasta lograron
elegir a una mujer como delegada de un municipio.
La iniciativa revolucionaria se frustró por el
golpe de 1930 y volvió a tomar rigor de ley en 1951.
Evita posibilitó con su fuerza personal un logro
fundamental para las mujeres argentinas en el siglo XX, pero poco pudo
disfrutar este evento histórico.
Aquel 11 de noviembre de 1951, la
"abanderada de los humildes" emitió su primer, y último voto, y lo
hizo desde el lecho de su residencia donde se encontraba postrada por la
enfermedad que ocho meses después le provocaría la muerte.
Esa foto con Evita votando en una urna que le
acerca una enfermera y las innumerables colas de mujeres felices sufragando son
las primeras postales de un hecho cívico que ya cumple seis décadas.