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El Sillón que late V

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Capítulo V: A su dueño le llegaron las tres muertes

En Quilino, al noroeste de la provincia de Córdoba había ido don Lucas a mitigar un mal pulmonar.

El acta de defunción labrada por el oficial encargado del Registro Civil, Pedro Robles Ramallo, indica que a las cinco de la tarde del 29 de julio de 1913, dejó de existir allí el mencionado ciudadano, sin haber hecho testamento, y de apoplejía cerebral.

Esta fue su primera muerte.

Un vecino, Ernesto Rodríguez,* indicó no haber tenido el difunto una levita decente en su magro guardarropa, por lo que otro habitante quilinense, Neptalí Montenegro, entregó una prenda para vestirlo,* evocó en ese momento.

Escaló posiciones por obra y gracia de su vigorosa personalidad y porque a pesar de su vinculación con los políticos liberales porteños movido por su profundo sentido humano, superó las ideologías y tendió a realizar un gobierno popular y provinciano.

Y fue él hacia los corazones y los campos, proclamó a los hombres de buena voluntad y habló al campesino con su lenguaje, articuló sus votos, dio voz a su esperanza, y su palabra fue cálida, su gesto claro y por eso penetró hondamente en el cariño de esta tierra, dijo Juan B. Terán, fundador de la universidad, en su despedida final.

El doctor Alberto de Soldati frente a la tumba de su amigo político decía: “… mi juicio sobre la personalidad excelsa, cuyo recuerdo jamás se borrará del pueblo tucumano y cuya merecida conmemoración ha de hacerse en una de las mejores páginas de la historia de la provincia…”

Soldati no pudo imaginar que la memoria es demasiado importante como para tenerla presente. Los que ejercen el poder sólo pueden mirar lo cercano. A cien años de su primera muerte pocos saben qué dejó Lucas en Tucumán, aparte del nombre del sillón.

Hermoseó con arboledas sus plazas y calles, prestigió con gran entusiasmo el saneamiento del mayor y más peligroso foco de paludismo y su transformación en el mejor Parque de la República. Agregó Soldati refiriéndose al 9 de Julio.

El general del ejército de Roca -en la guerra del desierto- Carlos Smith, lo recordaba: apreciar y estimar las condiciones de mando disciplina y caballerosidad, que en todo momento demostró el jefe del cuerpo teniente coronel Córdoba, y que fueron la norma invariable de su conducta en el cumplimiento de la delicada comisión que desempeñó con éxito completo”.

El carisma de Córdoba logró unificar a las fracciones autonomistas de Tucumán, en el Partido Provincial, del que fue indiscutido jefe.

El Alférez de La Rioja, el capitán de Río Colorado, que la miseria de las tierras esterilizadas por la sangre y las correrías, las salinas polvorientas y las selvas vigiladas por las fieras, fue el mismo propulsor iluminado de los riegos de los diques, de las semillas, decía Juan B. Terán a quien hoy tampoco le rinden homenaje en el histórico Cementerio del Oeste.

Una vez que pasan 40 años, los huesos quedan unidos por los tejidos que parecen como hebras secas. Se degrada el hueso, quedan los dientes, el pelo (como una cosa amarillenta) y las uñas. Queda polvo. Hay que hacerse duro para no impresionarse ante los cadáveres, a esta tumba no la vi pero a otras sí, dice Víctor Delgado, director del Cementerio del Oeste, mientras caminábamos alrededor del mausoleo de Lucas.

Comienza a transitar la segunda muerte. Nadie visita su mausoleo.

Es curioso el contraste que hay entre su tumba y la de su antecesor Benjamín Aráoz, ¡es insignificante!, dice Alicia Belmonte, mirando hacia un costado la lápida perdida, a nivel del suelo, de quien fuera el egregio médico que le ganó el combate al cólera años antes.

Este Cementerio muestra el poderío económico de las familias de fines de 1800 y principios de 1900, que eran poderosos dueños de ingenios azucareros. Eran los que tenían 50 cajones, algunos con ascensor. Los mausoleos eran para las familias marcadas por el poderío económico de la época: Clodomiro Hileret, Alfredo Guzmán, Cotella, Wenseslao Posse, Justiniano Frías Silva, Benjamín Matienzo, son algunos ejemplos, todos con mármol de Carrara, traído desde Italia. La tumba de Lucas Córdoba marcaba la terminación del cementerio. Es la más grande de los ex gobernadores.

Solo se le hace recordatorio al fundador del Club Atlético Tucumán que todos los años se le pone una ofrenda floral en la tumba a don Agenor Albornoz. También los empleados de Luz y Fuerza en el panteón de ellos.

Llama la atención que no se le hagan homenajes al fundador de la Caja Popular de Ahorros don Ernesto Padilla porque la institución mantiene ese mausoleo pero no viene a rendirle homenaje. Otro tanto pasa con la tumba de Juan B. Terán ya que la UNT jamás le colocó una ofrenda floral en los últimos 7 años. Recuerda Alicia Belmonte.

Retirado de la política al terminar su segundo gobierno, buscando cura para su afección pulmonar –porque se debe haber fumado algún chala en su vida- le recomendaron sus galenos que busque un clima seco, como el cordobés. Para allá se fue con su hija Delfina. Falleció en Quilino, Córdoba, el 29 de julio de 1913.

"No hizo en su vida un negocio, no poseyó una vara de tierra, no ocupó posiciones que no significaran un sacrificio, fue gobernador y rehuyó las canonjías electivas, fundó su prestigio en la concordia de la familia tucumana", dijo Julio Roca (h) en el Congreso de la Nación cuando se le rindió el homenaje a Lucas Córdoba.

Cierta vez don Lucas se molestó con un periodista de El Nacional quien había asegurado que él había asistido a un banquete ofrecido por el presidente Miguel Juárez Celman, entonces jefe del Partido Nacional.

Córdoba se desahogó a través de una carta: Jamás durante mi modesta vida política me he sentado a la mesa de banquete alguno (ni asistido siquiera en calidad de espectador complaciente) que importe un acto de adhesión personal, política, como jefe de partido, a los distinguidos ciudadanos que han ocupado la presidencia de la República, desde el general Urquiza hasta el malogrado doctor Quintana, mientras desempeñaba la presidencia.

La revista “Caras y Caretas” en julio de 1930 contaba: En Buenos Aires a las sesiones del Senado don Lucas solía asistir ocultando el smoking bajo un sobretodo porque vivía lejos y no tenía el tiempo necesario para volver a vestirse, cuando estaba invitado a comer en el centro. Tenía una caballeresca distinción provinciana y nunca lo amilanaban los ambientes suntuosos a los que era frecuente convidado.

En su anecdotario se registraron algunas muestras de su modestia. En una ocasión lo invitaron a comer por primera vez en la casa del senador Manuel Láinez. Llegó tarde, desde la puerta se deja impresionar por el aspecto de la sala, llena de damas elegantes y de correctísimos caballeros, pidió disculpas por el retraso y contó que se le había roto a último momento uno de los elásticos de la corbata y debió coserlo nuevamente con sus propias manos.

Aparece en otro momento renunciando al nepotismo: Faustino Velloso, un colaborador directo en varios asuntos de mucha confianza cuenta que don Lucas le encargó una misión ingrata. Sucedió que un grupo de amigos de Río Chico había postulado a su hermano, Nolasco Córdoba, en ese momento senador en la legislatura, para diputado nacional en las elecciones próximas. Pero don Lucas no transaba con eso por lo cual le pidió a Velloso que se trasladase a Río Chico con urgencia y que desbaratara la candidatura. El gobernador sostenía que mientras él ocupase su cargo, trataría en toda forma de evitar que un hermano fuese candidato, pues ello significaba darle armas a la oposición y se apartaba de sus normas éticas, decía Velloso. No le costó mucho cumplir con el encargo. Primero habló con Nolasco, “hombre inteligente y popular”. Después fui a Río Chico y conversé con los amigos políticos, sin decírselo yo, sabían que llevaba la última palabra de don Lucas. Así Nolasco no fue candidato y todo quedó como antes.

Lejos de lo que hoy somos testigos, Lucas supo renunciar al nepotismo y a las prebendas en favor de su familia. ¿Será que esta virtud quedó grabada en su sillón y no logró trascender los tiempos porque nunca más se usó? Fue el gobernador número 58, desde que Tucumán se separa de la intendencia de Salta. El paso del siglo XIX al XX lo hizo Próspero Mena (1898-1901) y esto crea más incógnitas en torno al nombre del sillón.

Pese a que no fue el primer gobernador de la provincia es justo que el sillón lleve el nombre de Lucas Córdoba porque sus gobiernos acreditaron méritos.

Lo inexplicable es que el sillón del Presidente de la Nación lleve el nombre de Rivadavia. Y el historiador Félix Luna, también familiar de Lucas –por la rama de su madre –Ester Luna-, lo explica: En primer lugar porque Rivadavia fue consagrado por el congreso de 1826, pero la Constitución sólo fue sancionada diez meses más tarde, es decir, que durante ese lapso el mandatario se movió en un desierto legal. Además carecía de una jurisdicción real fuera de Buenos Aires, pues casi todas las provincias se oponían y finalmente, porque la constitución misma fue rechazada airadamente por los caudillos del interior abrumados por estos problemas y hundido por la pesada carga de un tratado de paz con el Brasil que provocó la indignación general, el presidente renunció en junio de 1827.

El puente que une San Miguel de Tucumán con la Banda del Río Salí se llama Lucas Córdoba, de 420 metros de extensión, fue inaugurado el 10 de diciembre de 1931 bajo la intervención federal del catamarqueño Ramón Castillo quien posteriormente fuera vicepresidente de la Nación entre 1938-1942. Pero parece que los destinos, o los hombres, desdoraron el homenaje. Hubo dos caídas. En marzo de 1984 se produjo el hundimiento de un tramo de la vía de circulación; el puente se clausuró hasta el 14 de mayo, fecha en que se rehabilitó el paso. En marzo del 2000 la acción del agua socavó los pilares que lo sostenían y ello obligó a su clausura. En ambos casos el tránsito vehicular se desvió hacia un puente Bailey tendido ante la emergencia.

La caída del puente fue, acaso, una metáfora más: de que el olvido quería volver.

Finalmente, el 21 de mayo de 2003 se habilitó nuevamente la circulación vehicular por el puente. Volvían de nuevo a arrinconar el homenaje a Lucas Córdoba en ese paso pero su modo de operar no llegaba a calar en el andamiaje gubernamental.

Uno de los mensajes de Lucas Córdoba es decirnos cómo se maneja el Estado.

Cada gobernante tiene un mensaje con su hacer, tal vez por eso mismo, es que a los próceres los evocan de bronce o de piedra para cosificar sus pensamientos y sus ejemplos para que no jodan.

El problema es que siguen hablando.

Robaron el reloj de oro de Lucas Córdoba. La pieza estaba en el museo histórico Nicolás Avellaneda, recoge La Gaceta en su información del 20 de julio de 1994.Fue robado un viernes a la mañana del despacho de la directora del museo Ana María Chambeaud. Se trata de una joya de mucho valor patrimonial: es un Longines de oro de 6 centímetros de diámetro, con motivos florales en la tapa. La directora y 12 personas estaban trabajando en la exposición que iba inaugurarse a medio día y 15 minutos antes de las 12 descubrieron que la pieza no estaba.

El puente se ha roto y se reconstruyó. Pero no conecta la historia con el hoy. Después se robaron el reloj de oro en el que miraba pasar el tiempo. Las horas siguen transcurriendo. El ejemplo de Lucas Alejandro Córdoba tiene que volver.

¿Qué significa para vos el sillón de Lucas Córdoba? le preguntamos al periodista Juan Manuel Asis.

Como nosotros lo usamos periodísticamente significa PODER. No significa otra cosa. El poder de tomar decisiones para el bien de todos, los que se sientan ahí lo valoran como algo simbólico. Creo que el bastón y la banda son un símbolo, incluso más fuerte que el sillón. Tené en cuenta que al sillón lo usan todos los días, en cambio el bastón y la banda solo aparecen en fechas especiales. Creo que el sillón de Lucas Córdoba es para el periodista o para el columnista que opina, una referencia más bien poética, es un recurso más para referirse al poder gobernante.

¿Qué valor le das?

El valor del sillón es lo que simbólicamente representa. Para el gobernador es un elemento para estar cómodo cuando firma los decretos. Yo lo uso por una cuestión de costumbre. Quizás sea eso y nada más, se lo nombra por costumbre aunque nadie más lo recuerde.

Su tercera muerte.

El 29 de julio de 2013, a 100 años de su primera muerte, sería una buena oportunidad para que vuelva a nacer el criterio que tuvo para gobernar.

Buscando el sillón

los caminos se bifurcan

Hasta el confesionario

Develando un quehacer

Ahora está vacío

A su dueño le llegaron las tres muertes.

Epílogo: Los casi 10 meses de trabajo nos permitieron saber que no sabemos cuál es el sillón de Lucas Córdoba. Sí hemos sabido que de “baquiano” recorriendo senderos por las selvas burocráticas fue muy bueno. Su brújula andaba bien.

Hoy sólo queda matar su tercera muerte y darle vigencia a sus criterios. Bibliografía: -Historia de Tucumán. Carlos Páez de la Torre

-Historia de Tucumán. Marta de Ezcurra y otros.

-Historia de la destrucción de una provincia. Roberto Pucci

-Presidentes argentinos, de Félix Luna

-Entrevistas: Marta de Ezcurra, Roberto Pucci, Ventura Murga, Jorge Bravo Córdoba, Alicia Belmonte, Patricia Fernández Murga, Víctor Delgado, Funcionarios de la Casa de Gobierno, empleados del Museo Nicolás Avellaneda, periodista Juan Manuel Asis.

-publicaciones del Diario La Gaceta

-Apuntes para una biografía Lucas Córdoba. Orlando Lázaro

Periodistas Félix Mothe, Patricia Aguirre, Ada Solohaga, fotoperiodsita Horacio Arias

Otros capitulos

El Sillon que late - Capitulo I

El Sillon que late - Capitulo II

El Sillon que late - Capitulo III

El Sillon que late - Capitulo IV

El Sillon que late - Capitulo V