Cómo ustedes saben, soy politólogo, por lo tanto no hablo de
moral en política y para mí la corrupción es una cuestión meramente policial,
excepto que afecte al funcionamiento de la política. El problema en la
Argentina es que la corrupción está adosada a la forma de financiamiento de la
política, entre otras cosas porque para ganar una elección tenés que
"pasar" por los medios de comunicación, o sea, "garpar"
espacios mediáticos para que la gente te conozca. Mientras una entrevista en un
programa te salga 200 “lucas” no hay sueldo de político honesto que aguante. La
cuestión del Macri-Gate sorprende sólo a los votantes del macrismo de buena
voluntad y mucha ingenuidad política, pero deja en off-side a los votantes
rabiosos, fanáticos e hipócritas del macrismo.
El votante Kirchnerista no sufre demasiado con la variable "corrupción".
No es que justifique la corrupción o sea corrupto en sí mismo, es que puede banalizarla (en términos de
Hannah Arendt respecto de la "banalidad del mal") en función del
modelo político y sus políticas que beneficiaron a las mayorías políticas y al
Estado. El votante Kirchnerista no sufre tanto por Jaime como por las
estadísticas falsas de la UCA, por ejemplo. Está dispuesto a sortear la
urticaria progresista clasemediera que despierta un Jaime o un Báez, por muy
desagradable que sea el video en La Rosadita, con tal de que la pobreza, la
miseria, el desendeudamiento, el crecimiento del mercado interno se mantenga
constante.
El Panamá-Gate pone en crisis política al macrismo porque deja expuesta a su clientela
política. ¿Cómo es esto? Sencillo. Desde diciembre que el Macrismo inventó el
relato de la corrupción Kirchnerista como justificador de sus pésimas medidas
de ajuste, empobrecimiento, devaluación y parate económico. Se presentó a sí
mismo como lo "nuevo", como lo que venía a hacer "política
sana" porque el presidente "no venía a robar porque ya tenía
plata". Un absurdo lógico a toda vista. Mauricio era honesto, los
Kirchneristas eran todos corruptos, choriplaneros, ñoquis, etcétera. Ese relato
acaba de caerse. Resulta que Macri, al que se le sospechaba negocios turbios
con su hermano del alma Caputo, el que estaba multiprocesado, el que pagaba
cuantiosas sumas a periodistas para su campaña con millonarios retornos, ahora
es un evasor fiscal internacional con cuentas en paraísos fiscales.
¿Se acuerdan de las cuentas inventadas por los Lanata boys de Máximo y Nilda
Garré? Bueno, parece que a esos chicos se les escaparon las cuentitas de Macri.
Una simple coincidencia. Las tuvieron que desnudar los periodistas alemanes.
Claro, uno podría decir ¿es fiable una investigación en la que sólo son
evasores y lavadores un par de presidentes tercermundistas, algunos
funcionarios de segundo orden del Primer Mundo y estrellas del deporte y del
Espectáculo y ningún político norteamericano? Parece raro, es verdad. Pero más
allá de quién hizo la operación periodística judicial, lo sustantivo es que
Macri fue herido profundamente en términos políticos.
Explico por qué: Todo su andamiaje justificatorio se le vino abajo. Los
periodistas macristas podrán decir "que no es tan ilegal, que fue hace
muchos años, que ahora saltan los periodistas K". Pero lo que nunca van a
poder borrar es que Macri, a través de esas cuentas operó dinero a espaldas del
Estado argentino. Entonces, ¿puede no ser corrupto como presidente un
empresario privado que engañó al Estado que ahora conduce? No resiste lógica.
El relato macrista está herido de muerte. Macri es "tan corrupto"
como los Kirchneristas, entiéndase esto en términos simbólicos, no importa la verdad.
Cualquier macrista hoy, sea periodista, verdulero, político, ciudadano común,
no tiene otro remedio que llamarse a silencio. Cada vez que un macrista intente
hablar de la corrupción kirchnerista, cualquier persona del mundo va a poder contestarle con un
"Macri, devolvé la bolsa". Esto es brutal para el relato de
"decencia" que el propio Macri había armado desde el principio. Hoy
los macristas deben rehacer su discurso, poner cara de "perro que se lo
están haciendo" cuando se hable de corrupción. Excepto que no quiera
quedar como un ridículo. O, como decimos en el café, como un boludo.
Hoy, después del Panamá-Pa(m)pers, los macristas que hablen en contra de la
corrupción kirchnerista corren el riesgo de quedar como unos hipócritas o como
unos "boludos" en cualquier mesa de café. Eso para cualquier
argentino es un pecado imperdonable para sí mismo. Nadie quiere estar en el
lugar del "boludo".
Una última cuestión: el Kirchnerista podía banalizar la corrupción en función
de un gobierno defendible desde distintos puntos de vista. El macrista, en
cambio, no puede. No tiene ejemplos de políticas públicas defendibles. Tenía,
sí, el relato de la corrupción kirchnerista como justificador de los planes de
ajuste. Ya no tiene ni esa justificación: su presidente está acusado de
evasión. Y para peor, hay cien mil desocupados más en la Argentina. Los
trabajadores y la clase media perdieron el 50 por ciento de su salario, el
Estado está a punto de endeudarse por miles de millones de dólares y la pobreza
aumentó varios puntos en sólo tres meses de gobierno.
Y ni siquiera son honestos y decentes...
Por Hernán Brienza, periodista y politólogo.